Contra todas las reglas de la UE, tres Gobiernos se han entrometido en lo que debería haberse dejado a la libre elección de los accionistas: el Ejecutivo social-republicano de Cataluña, primero, el socialista de España, después, y, finalmente, el cristiano-rosa-rojo de Italia.
Vuelve a levantar cabeza un fementido nacionalismo, no sólo catalán, también español e italiano. De los pasillos góticos del Boletín Oficial del Estado y las estancias acolchadas de la Tangentópoli romana emergen momias de la dictadura franquista, engendros del nepotismo financiero, vampiros de la Roma mussoliniana que creíamos conjurados para siempre en la Europa unida.
Para las autoridades españolas, el resultado de esas intervenciones ha sido poco menos que catastrófico: no han conseguido crear el "campeón nacional" que pretendían, han dejado en ruinas el prestigio de España ante la Comunidad Europea, han echado por tierra el sistema de reguladores independientes trabajosamente construido a lo largo de treinta años; y se ha resquebrajado en los mercados financieros del mundo la buena fama del capitalismo español, tan internacional él, tan dispuesto a comprar bancos, aeropuertos, telefónicas, aguas y eléctricas en Europa y América.
Especialmente triste es el resultado para el vicepresidente y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes: su prestigio no podrá sobrevivir al silencio poco gallardo que ha mantenido en materias que tocan tan directamente a su departamento. Pero quizá no importe esto mucho a quien se ha contentado con comentar de esta manera la irrupción gubernamental de Acciona y Enel: "El Gobierno respeta las decisiones empresariales, como siempre".
Recordemos lo esencial del escándalo. Al parecer amparada por una confabulación de los Gobiernos catalán y español, la compañía Catalana de Gas planteó una OPA sobre Endesa con el apoyo de su principal accionista, La Caixa, a 19,5 euros la acción, pagaderos principalmente con papel de la compradora. El presidente de la eléctrica, Manuel Pizarro, a la cabeza de su Consejo de Administración, rechazó ese monto por demasiado bajo. Con ello estropeó la maniobra de Zapatero, siempre dispuesto a entregar lo que no es suyo, en este caso Endesa, por poco precio para conseguir simpatías en Barcelona.
Había que oír en los pasillos del Palacio de la Moncloa los gritos de indignación del presidente del Gobierno ante el crimen de lesa majestad de un mero ciudadano que se atrevía a desobedecer sus deseos. Entró en liza un nuevo comprador, la alemana E-On, que gracias a la firmeza de Pizarro fue elevando la oferta hasta los 40 euros. Mas entonces el Gobierno de España dejó saber que prefería un adquirente español que mantuviera la compañía como una unidad y forzó al Tribunal de la Competencia y a la Comisión Nacional de la Energía a que impusiesen tan severas condiciones a la alemana que la operación no le resultara atractiva. Sólo consiguió que la Comisión Europea mandase la retirada de todas estas condiciones, menos una.
En vista de ello, la constructora española Acciona se puso de acuerdo con la eléctrica estatal italiana Enel para comprar opciones sobre acciones de Endesa y así hacerse con una porción del capital de ésta que bastara para cerrar el paso a E-On. La italiana ya había mostrado interés en el pasado por la adquisición de Endesa. Zapatero, al tanto de este interés y de los planes de Acciona, comunicó al primer ministro italiano, Romano Prodi, que estaba de acuerdo, a cambio de que il Professore permitiera la entrada de capital español en las autopistas italianas.
Así pudieron los rivales de E-On hacerse con el 46% de Endesa, sin declarar oficialmente su intención de presentar una OPA. Sin embargo, Manuel Conthe, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, consideró que esta OPA subrepticia era en fraude de la ley de opas y determinó que los coaligados no pudieran presentar una oferta hasta dos meses después de haber culminado o fracasado la de E-On. Las presiones del Gobierno sobre el resto de los comisionados fueron tales que Conthe quedó en minoría y decidió presentar su dimisión en cuanto le dejaran explicarse en el Congreso.
El acuerdo que la compañía alemana se ha visto forzada a aceptar deja vía libre a una oferta ítalo-española, que resultará en un buen precio para los accionistas de Endesa. La eléctrica pasará a ser gobernada por una semi-pública italiana, cederá a E-On sus activos en Italia, Francia, Polonia y Turquía y probablemente entregará, en un futuro no muy lejano, su parque de generación de energía renovable a Acciona. El gran derrotado es el Gobierno español, que ve esfumarse su discutible intento de crear un "campeón nacional" y ha dejado en ruinas el sistema de regulación español.
Los defensores del capitalismo democrático mantenemos que hay dos maneras de conducir los asuntos sociales, y sólo una de ellas es aceptable: fijar las reglas dentro de las cuales los individuos son libres de buscar su beneficio, o bien cambiar las reglas para conseguir los resultados que se desean. Los demócratas buscan la libre competencia dentro de un marco de reglas previamente acordado. Los partidarios de la intervención socialista sólo mantienen las reglas si les gusta el resultado.
Frente a la prepotencia de Zapatero y el cinismo de Solbes, los españoles sólo podemos consolarnos con la valentía y honorabilidad de Manuel Pizarro y Manuel Conthe.
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