A un partido que ha sido uno de los grandes promotores del Partido Popular Europeo, con una representación importante en el Parlamento de Estrasburgo y con una vocación tan claramente europea como la que tiene el partido que gobernó España ocho años, le resultará muy complicado explicar en la Unión un posible no al tratado constitucional.
Ahora bien, ese tratado perjudica a España porque instaura un reparto de poder en el que nuestro país pierde capacidad de influencia para la toma de decisiones. Si esa "Constitución" sale adelante, los intereses de los españoles se van a ver perjudicados porque no podrán ser defendidos como hasta ahora. Esta línea de argumentación debería ser la clave de la posición del Partido Popular.
Hay otras. En primer lugar, no es cierto que España no estuviera dispuesta a renegociar el reparto de poder previamente establecido en el Tratado de Niza. Quienes no aceptaron la negociación fueron los alemanes y sobre todo, los franceses. El Gobierno español quiso negociar un reparto de poder distinto, que tuviera en cuenta la entrada de nuevos socios. Lo que no quiso es perder sin alguna clase de compensación las ventajas que había conseguido previamente en Ámsterdam y en Niza.
Eso es justamente lo que el Gobierno socialista ha aceptado. Lo ha hecho en uno de esos gestos característicos del actual Gobierno. Lo importante para el Gobierno del PSOE no es el fondo de la cuestión –es decir los intereses de los españoles-, sino distanciarse del PP y en particular de Aznar. La "Constitución" europea se convierte así en mera propaganda para adelantar una supuesta posición europeísta, en primer lugar, y para obligar al PP a apoyar la posición del Gobierno. El PSOE confía en que el PP no se atreverá a pedir un voto negativo porque eso sería como confesarse antieuropeo.
No hay ninguna razón para que el PP acepte este planteamiento, que es un puro y simple chantaje.
En primer lugar, el supuesto europeísmo del PSOE no es tal. Es una simple posición táctica en la que se desprecian los intereses nacionales. En un futuro, estos quedarán supeditados a lo que decidan los países grandes, en particular Francia y Alemania, un grupo del que España quedará excluida si esta "Constitución" entra en vigor.
Es posible, además, que el supuesto europeísmo del PSOE esconda lo que muchas veces ha disimulado el supuesto europeísmo del progresismo español, que es pura y simplemente complejo de inferioridad. Se podría incluso aducir, en vista de la actual política del Gobierno, que lo que quiere el Gobierno socialista es precisamente debilitar la posición de España, alimentar los complejos que el Gobierno del PP –y más en particular, Aznar- había empezado a despejar y minar el orgullo nacional de los españoles.
Si el PP acepta ese razonamiento estará fortaleciendo al PSOE, como ya ocurrió en el referéndum sobre la OTAN. Además, estará dando a entender que no se siente seguro de sus convicciones porque es capaz de sacrificar los intereses españoles a una imagen, una pura apariencia, con independencia del contenido real de la propuesta. La deducción, injusta para el PP, será la siguiente: durante la campaña del referéndum, cada vez que un representante del PP pida el sí a la "Constitución" europea, será la viva imagen de la debilidad. Y en el PP no deberían engañarse. La misma imagen de debilidad darán en Bruselas y en Estrasburgo, porque en la Unión Europea todo el mundo sabe que esta "Constitución" perjudica a España. Nadie espera del PSOE mucho más de lo que se dispone a hacer. Por eso mismo nadie se lo va a agradecer, dicho sea de paso. El PP, en cambio, habrá enviado un signo inequívoco de inconsistencia.
Pedir el no o la abstención en el referéndum sobre la "Constitución" obliga a un ejercicio arriesgado e inédito en la democracia española. No así en la Unión Europea. En la ya larga historia de la Unión hay numerosos ejemplos de posiciones claras y duras. Francia vetó a Gran Bretaña la entrada en la Comunidad y Gran Bretaña no participa en la moneda común, por poner sólo dos ejemplos de acciones protagonizadas por países que nadie se atrevería a calificar de no europeos.
El PP debería atreverse a hacer un ejercicio de audacia y de imaginación. Seguramente le vendría bien. Le obligaría a rejuvenecer el mensaje, a dinamizar sus actitudes, a recobrar la confianza y a comportarse como un partido de oposición sin perder su vocación de partido europeísta y de gobierno. Puede recordar la historia reciente. Puede declararse legítimo defensor de los intereses españoles. Puede ofrecer alternativas y pedir el respaldo a otro texto constitucional. Puede apelar a la responsabilidad y a la madurez de los españoles, confiando en que las personas, cuando son tratadas como seres adultos, responderán como tales.