¿Qué se dice en El timo del calentamiento global? Pues, para empezar, que las emisiones de dióxido de carbono de origen humano representan más o menos el 5% del total; el resto hay que apuntárselo a la naturaleza, por ejemplo, a los volcanes y a los seres vivos en proceso de descomposición. Los volcanes producen cada año más dióxido de carbono que todas las actividades humanas. Los gases de efecto invernadero son cosa, sobre todo, de los océanos.
Frente a lo que sostienen los ecologistas, los niveles de dióxido de carbono crecen a medida que aumenta la temperatura del planeta. O sea, que los niveles de dióxido de carbono son una consecuencia del cambio climático. Algunos de los científicos consultados para la elaboración de El timo del calentamiento global aseguran que lo que más influye en la temperatura de la Tierra es la actividad registrada en las manchas solares. Lo fundamental de todo esto es que, de acuerdo con la mayor parte de la evidencia disponible, lo que nos vienen contando los ecologistas es una chorrada de tomo y lomo.
Frente a lo que sostienen los ecologistas, los niveles de dióxido de carbono crecen a medida que aumenta la temperatura del planeta. O sea, que los niveles de dióxido de carbono son una consecuencia del cambio climático. Algunos de los científicos consultados para la elaboración de El timo del calentamiento global aseguran que lo que más influye en la temperatura de la Tierra es la actividad registrada en las manchas solares. Lo fundamental de todo esto es que, de acuerdo con la mayor parte de la evidencia disponible, lo que nos vienen contando los ecologistas es una chorrada de tomo y lomo.
La Tierra ha experimentado incontables periodos de calentamiento y enfriamiento en sus miles de millones de años de existencia. De hecho, hace mil años el clima era más cálido que ahora. Lo mismo hay que recordar que por aquel entonces no había todoterrenos... La mayor parte del calentamiento registrado en los últimos cien años tuvo lugar antes de 1940, y después de la II Guerra Mundial, cuando se produjo la industrialización masiva del planeta, hubo un enfriamiento que duró décadas.
El empeño de los ecologistas por erradicar las voces discordantes con su letanía representa un gravísimo peligro para la Humanidad. El pasado 11 de marzo el Sunday Telegraph británico informaba de que Timothy Ball, ex profesor de Climatología en la Universidad de Winnipeg (Canadá), había recibido cinco amenazas de muerte desde que empezara a cuestionar que las causas del cambio climático fueran antropogénicas. Por su parte, Richard Lindzen, profesor de Ciencias Atmosféricas en el MIT, ha declarado: "Los científicos que disienten del alarmismo han visto cómo desaparecían los fondos para sus investigaciones, cómo se ridiculizaba su labor y cómo se les calificaba de siervos de la industria". Y el ex editor de New Scientist Nigel Calder ha afirmado:
Los Gobiernos están tratando de alcanzar la unanimidad a base de asfixiar a todo aquel científico que se muestre disconforme. Einstein no hubiera recibido un duro bajo el sistema que rige en la actualidad.
Lo de suprimir voces discordantes no es nada nuevo, claro que no. Que se lo pregunten a Giordano Bruno. Este cosmólogo italiano predicaba que las estrellas se encontraban rodeadas de un espacio sin límite y a distancias distintas unas de otras. Encarcelado en 1592, ocho años más tarde fue condenado por hereje y quemado en la hoguera. Por lo que hace a Galileo, su descuerdo con la teoría geocéntrica estuvo a punto de costarle asimismo la vida. Fue juzgado por herejía en 1633, y aunque se retractó de sus ideas, pasó el resto de sus días bajo arresto domiciliario.
Entre los neoinquisidores de hoy se cuentan sujetos como la doctora Heidi Cullen, del Weather Channel, que se ha mostrado partidaria de que la Sociedad Meteorológica Americana (AMS) le quite la licencia a todo hombre del tiempo que muestre el menor escepticismo acerca del origen antropogénico del calentamiento global; o el columnista Dave Roberts, que ha llegado a escribir lo que sigue:
Cuando por fin nos tomemos en serio el calentamiento global, cuando sus efectos nos estén golpeando de lleno y estemos inmersos en un desesperada lucha mundial por paliar en la medida de lo posible las consecuencias, deberíamos abrir un juicio por crímenes de guerra, una especie de Nuremberg climático, contra estos cabrones.
Miles de millones de dólares salidos de los bolsillos de los contribuyentes están yendo a parar a las manos de los alarmistas del calentamiento global, que encima sueñan con poder controlar nuestras vidas y que ven amenazados sus planes por la existencia de disidentes. Los políticos les hacen caso. A nosotros, que pagaremos las consecuencias si consiguen salirse con la suya, no.