De acuerdo con el Nashville Electric Service, el hogar dulce hogar del Ecomesías consume 20 veces más energía que la casa promedio norteamericana: ésta consume 10.656 kilovatios a la hora; la del Ecomesías, 221.000. ¿Doscientos veintiún mil kilovatios a la hora? Pero bueno, ¿qué es lo que hace este tipo, forrar de electrodos a su santa y ponerla a correr por el cuarto de los juguetes toda la noche? Frío, frío: por ahí no van los tiros. El Reverendo Al consume energía a espuertas porque está muy preocupado porque estamos agotando los recursos de la Tierra. Lo del "estamos" no va por Al, claro, sino por usted y el menda lerenda. Sí, usted, Don Perico de los Palotes, residente en la Calle del Hombre de la Ídem.
Y es que usted, en el colmo de la irresponsabilidad, está acabando con los recursos del planeta con esa manía suya de lavar la ropa en una lavadora eléctrica. ¿Tanto le cuesta irse a la orilla de un río y darle al friega que te friega, mientras entona, como las buenas mujeres de las mejores tribus, melodiosas cancioncillas tradicionales?
Allá en la Mansión Gore –esa mina para la compañía de la luz de Nashville, esa refulgente Catedral del Santo Al, ese pedazo de Palacio de Versalles tenesellesco– sí que se practica el consumo responsable. Y es que, como ha dicho el portavoz del Reverendo Al, el descomunal consumo energético de Gore no es sino la consecuencia de sus corajudos llamamientos a la moderación en el consumo energético. Se está fundiendo esa abracadabrante cantidad de energía a base de mandar cada dos minutos faxes en los que pide que el personal se modere a la hora de consumir energía.
Por cierto, el Ecomesías –si usted forma en las filas del Ecoapocalipsis, póstrese ante el cubo de reciclaje y haga la señal del HDPE– compra "emisiones de carbono". O, en palabras de su portavoz, Kalee Kreider (reparen en el detalle: el amigo Al, al dejar que otros hablen por él, contribuye sustancialmente a reducir las emisiones goreanas a la atmósfera), los Gore "también hacen lo de las emisiones de carbono".
Así que "hacen lo de las emisiones de carbono"... ¿Qué dice usted, querido lector, que no sabe lo que es eso? Preste atención. Supongamos que es usted un ex vicepresidente del Gobierno de los Estados Unidos que trata de reducir su "cuota de carbono" pero no puede porque el mujerío de la casa se pasa las noches tirando de secador. Bien, pues lo que puede hacer es acudir a una compañía de carbonocréditos y soltar algo de pasta para que le busquen a alguien por el ancho mundo que esté dispuesto a reducir sus emisiones. Total, que aunque usted no cierre el grifo, otro sí lo hará, y todos tan contentos. Es como cuando un ricacho se pega una comilona de aquí te espero y a los postres le suelta una moneda de dos euros al mendigo de turno para que pueda seguir pasando hambre un día más: la compensación salta a la vista, ¿no?
En fin, y por ceñirnos al caso del Reverendo Al: no importa que su mansión brille como Times Square en Nochevieja, porque el Reverendo Al ha pagado por sus emisiones. Tiene un carbonoagente –que, por supuesto, trabaja en una empresa respetuosa con el medio ambiente– que compra emisiones para Al a, pongamos, un jefe terrorista que se encuentra escondido en una cueva del Pakistán profundo y ha decidido reducir bastante su consumo de energía, más que nada porque, en cuanto prende el móvil o el ordenador, en Washington se enciende una luz y, en menos que canta un gallo, le mandan para allá un aparatejo no tripulado con aviesas intenciones.
El jefe terrorista no está, pues, para muchas alegrías energéticas: se conforma con una suscripción a la televisión por cable para regalarse los oídos cada vez que un senador americano habla en la CNN de "estrategias de salida". Mientras, en Gore House, Tipper puede seguir el enésimo discurso de su maridito en una megapantalla de plasma y no sentir remordimiento alguno de conciencia: ¡los consumos se compensan!
Las cosas como son: el Reverendo Al es un fenómeno. Compra sus carbonocréditos a Generation Investment Management LLP, una sociedad independiente, privada y con oficinas en Londres y Washington DC que invierte el dinero de sus clientes en "compañías de alto nivel" y promete beneficios excepcionales. Generation Investment no tiene que pagar impuestos en Estados Unidos. ¿Adivinan quién es su presidente? Un tal Al Gore.
O sea, que Al Gore puede comprar sus carbonoemisiones a Al Gore. Más chuli todavía: puede comprarlas con el dinero que obtiene de su antiquísima relación con Occidental Petroleum. ¿Ve lo fácil que resulta estar a bien con las carbonoemisiones? Sólo necesita tener un porrón de acciones en una compañía petrolera, montar una firma de ecoinversiones y usar parte de los beneficios de las acciones petroleras en comprar carbonoemisiones libres de impuestos a tu firma de ecoinversiones.
Un par de días antes de los Óscar, el Reverendo Al dio en la Universidad de Toronto uno de sus recitales. A Bruce Crofts, del East Toronto Climate Action Group, le dio por comparar al ex vicepresidente estadounidense con Jesucristo: no en vano ambos fueron "grandes líderes que dieron un paso al frente cuando les obligaron a ello las circunstancias".
Vale, el Ecomesías aún no puede andar sobre las aguas, pero sí puede supervisar la fusión de los casquetes polares y convertir el agua en torrentes de lágrimas. Una buena mujer que no había conseguido una entrada para el susodicho sarao suplicaba compungida a la universidad que Su Goricidad le concediese audiencia. Al decir del National Post, su hija no había podido pegar ojo desde que vio Una verdad incómoda, y estaba convencida de que la nena se pondría mejor si pudiera ver a Su Goricidad en persona.
Al Ecomesías le ha dado también por las comparaciones odiosas. Así, sostiene que estamos ante un "Holocausto ecológico", y que "las pruebas de una Kristallnacht ecológica son tan claras como el sonido de los cristales rotos aquella noche en Berlín". Pues si estamos ante un Holocausto ecológico, Gore House, con sus 221.000 kilovatios/hora, debe de ser Auschwitz. Claro, que lo mismo sale ahora su portavoz y dice que, a veces, sólo se pueden combatir los holocaustos ecológicos con hiroshimas igualmente ecológicas, porque la factura de la luz de los Gore es, digamos, la bomba ecoatómica.