Progresismo y socialismo nacieron del mismo óvulo. Su variante civilizada, la socialdemocracia, que se aprovecha del capitalismo para apuntarse sus beneficios, también conduce a la pobreza o al estancamiento económico y confunde los valores morales y culturales.
El progresismo es un marxismo dosificado: se administra lentamente para que no se perciba su brutalidad. En vez de acudir a la revolución violenta y la lucha de clases para implantar un gobierno centralista ultrapoderoso, que controle todas las acciones del individuo y coarte su libertad, aboga por el cambio gradual, sin revolución; por destruir de a poco la constitución y los principios éticos de una sociedad hasta la final imposición de una dictadura. La progresía cambió revolución por evolución para así poder penetrar en el sistema, usando y abusando de la democracia.
El progresismo surgió en Estados Unidos a comienzos del siglo XX con el presidente demócrata Woodrow Wilson, un racista que ordenó la segregación de los negros en las Fuerzas Armadas. Otro progresista de la época, George Bernard Shaw, propuso la eliminación de quienes no generaban superávit aplicándoles un gas letal. Shaw fue el precursor de las cámaras de gas nazis. Según este escritor, cada cinco o seis años había que hacer un cómputo para saber quiénes habían producido más de lo que habían consumido: esos merecerían seguir viviendo; los demás debían ser aniquilados. El mismo concepto era aplicable a los enfermos y minusválidos. Los partidarios de la eugenesia postulaban que sólo tuvieran derecho a la vida los físicamente capacitados. La idea fue ampliada por Hitler, que la aplicó contra los no arios.
Hitler era progresista. No se diferenciaba ideológicamente de Stalin o Mao, y hablaba del socialismo como su meta. El Partido Nacional Socialista Alemán, lo decía claramente, era "socialista y obrero". Los nazis diferían de los socialistas tradicionales en que no eran internacionalistas, sino nacionalistas, y a Hitler no le gustaba reconocer que su ideología derivaba de Karl Marx, un judío renegado.
Hitler fue tildado de derechista por no permitir los sindicatos. Pero ¿qué sindicato existió alguna vez bajo el reinado de Mao, Stalin o Castro?
La razón de ser de la filosofía progresista es la "redistribución de la riqueza". Quitar a unos para satisfacer a otros. Los nazis saquearon principalmente a los judíos. Los progresistas no admiten los límites legales ni el individualismo. Consideran que pueden sortear los preceptos establecidos y los derechos naturales de las personas. Dictar qué debemos leer, ver o escuchar. Qué podemos divulgar o escribir. Establecer si podemos creer en Dios, en la astrología o en nada. Hasta qué podemos vestir, tal como hizo Mao.
Los progres consideran a los demás incapaces de regir su propia vida. Sin embargo, sostienen que el hombre es perfectible; pero no por medio de la introspección, la empatía con el prójimo o la elevación espiritual, sino por medio de la imposición. Según ellos, el estado puede crear individuos superiores si se pone la obediencia por encima de todo. En eso concordaban Marx, Hitler, Stalin y Mao.
Decirse progresista suena bien, armoniza con progreso; mientras que proclamarse marxista es demodé. El actual totalitarismo cibernético no es publicitado por un obrero de overol con un martillo en la mano, sino por un ejecutivo vestido de Armani que conduce un BMW, o una modelo con la imagen del Che Guevara en el calzón. El trabajador, el yuppie y la modelo tienen algo en común: el materialismo es su Dios.
El progresismo es socialismo conservador, también llamado comunismo. En América Latina lo rebautizaron socialismo del siglo XXI. Es la forma más abusiva de gobierno que ideó el demonio humano, porque casi siempre degenera en totalitarismo. Si no te fuerzan a cumplir con sus normas, con el tiempo y sin que lo notes, igual te encontrarás restringido en tus opciones de vida, porque el estado lo es todo.
Para acabar con la progresía, antes de que ella lo haga con nosotros, hay que luchar por la libertad individual; por la propiedad privada; por la justicia; por la libre empresa y la no injerencia del estado en los asuntos y negocios de las personas. Los gobernantes deben someterse y rendirle cuentas al ciudadano. Hay que reducir la estructura estatal, bregar por leyes ecuánimes, la eliminación de los aranceles y la disminución de los impuestos; exigir seguridad jurídica y física. No debemos permitir subsidios de ninguna clase, ni que las leyes se cambien según convenga a los gobernantes.
Para quienes están aturdidos en la verbena ideológica, la respuesta es simple: lo opuesto al progresismo es el capitalismo y la libertad, y está apropiadamente representado por el movimiento libertario.
© Diario de América
JOSÉ BRECHNER, ex diputado boliviano.
El progresismo es un marxismo dosificado: se administra lentamente para que no se perciba su brutalidad. En vez de acudir a la revolución violenta y la lucha de clases para implantar un gobierno centralista ultrapoderoso, que controle todas las acciones del individuo y coarte su libertad, aboga por el cambio gradual, sin revolución; por destruir de a poco la constitución y los principios éticos de una sociedad hasta la final imposición de una dictadura. La progresía cambió revolución por evolución para así poder penetrar en el sistema, usando y abusando de la democracia.
El progresismo surgió en Estados Unidos a comienzos del siglo XX con el presidente demócrata Woodrow Wilson, un racista que ordenó la segregación de los negros en las Fuerzas Armadas. Otro progresista de la época, George Bernard Shaw, propuso la eliminación de quienes no generaban superávit aplicándoles un gas letal. Shaw fue el precursor de las cámaras de gas nazis. Según este escritor, cada cinco o seis años había que hacer un cómputo para saber quiénes habían producido más de lo que habían consumido: esos merecerían seguir viviendo; los demás debían ser aniquilados. El mismo concepto era aplicable a los enfermos y minusválidos. Los partidarios de la eugenesia postulaban que sólo tuvieran derecho a la vida los físicamente capacitados. La idea fue ampliada por Hitler, que la aplicó contra los no arios.
Hitler era progresista. No se diferenciaba ideológicamente de Stalin o Mao, y hablaba del socialismo como su meta. El Partido Nacional Socialista Alemán, lo decía claramente, era "socialista y obrero". Los nazis diferían de los socialistas tradicionales en que no eran internacionalistas, sino nacionalistas, y a Hitler no le gustaba reconocer que su ideología derivaba de Karl Marx, un judío renegado.
Hitler fue tildado de derechista por no permitir los sindicatos. Pero ¿qué sindicato existió alguna vez bajo el reinado de Mao, Stalin o Castro?
La razón de ser de la filosofía progresista es la "redistribución de la riqueza". Quitar a unos para satisfacer a otros. Los nazis saquearon principalmente a los judíos. Los progresistas no admiten los límites legales ni el individualismo. Consideran que pueden sortear los preceptos establecidos y los derechos naturales de las personas. Dictar qué debemos leer, ver o escuchar. Qué podemos divulgar o escribir. Establecer si podemos creer en Dios, en la astrología o en nada. Hasta qué podemos vestir, tal como hizo Mao.
Los progres consideran a los demás incapaces de regir su propia vida. Sin embargo, sostienen que el hombre es perfectible; pero no por medio de la introspección, la empatía con el prójimo o la elevación espiritual, sino por medio de la imposición. Según ellos, el estado puede crear individuos superiores si se pone la obediencia por encima de todo. En eso concordaban Marx, Hitler, Stalin y Mao.
Decirse progresista suena bien, armoniza con progreso; mientras que proclamarse marxista es demodé. El actual totalitarismo cibernético no es publicitado por un obrero de overol con un martillo en la mano, sino por un ejecutivo vestido de Armani que conduce un BMW, o una modelo con la imagen del Che Guevara en el calzón. El trabajador, el yuppie y la modelo tienen algo en común: el materialismo es su Dios.
El progresismo es socialismo conservador, también llamado comunismo. En América Latina lo rebautizaron socialismo del siglo XXI. Es la forma más abusiva de gobierno que ideó el demonio humano, porque casi siempre degenera en totalitarismo. Si no te fuerzan a cumplir con sus normas, con el tiempo y sin que lo notes, igual te encontrarás restringido en tus opciones de vida, porque el estado lo es todo.
Para acabar con la progresía, antes de que ella lo haga con nosotros, hay que luchar por la libertad individual; por la propiedad privada; por la justicia; por la libre empresa y la no injerencia del estado en los asuntos y negocios de las personas. Los gobernantes deben someterse y rendirle cuentas al ciudadano. Hay que reducir la estructura estatal, bregar por leyes ecuánimes, la eliminación de los aranceles y la disminución de los impuestos; exigir seguridad jurídica y física. No debemos permitir subsidios de ninguna clase, ni que las leyes se cambien según convenga a los gobernantes.
Para quienes están aturdidos en la verbena ideológica, la respuesta es simple: lo opuesto al progresismo es el capitalismo y la libertad, y está apropiadamente representado por el movimiento libertario.
© Diario de América
JOSÉ BRECHNER, ex diputado boliviano.