Recientemente, Ciutadans-Partido de la Ciudadanía propuso la comparecencia de cinco intelectuales catalanes ante una comisión de la Corporación Catalana de Medios de Comunicación. No lo consiguieron, dada la oposición de los representantes de PSC, CiU, ERC e ICV.
Por lo general, la cortesía parlamentaria y la conveniencia de contrastar distintos puntos de vista inmediatamente antes de llevar a trámite una ley hacen posible que pasen todas las propuestas de comparecencia. En este caso no. ¿Por qué? Porque los intelectuales presentados por C’s eran Félix de Azúa, Xavier Pericay, Francesc de Carreras, Félix Ovejero, Carlos Feliu y María T. Barbat, precisamente los únicos que podían enriquecer el debate por su distinta percepción, no nacionalista, de la realidad catalana.
Y lo peor no fue que votaran en contra. La diputada Joana Ortega, de CiU, se opuso alegando que los medios de comunicación han sido siempre "una herramienta de construcción nacional y de la lengua catalana". Como portavoz de C’s, les repliqué que los medios "sólo deben servir a una información objetiva y plural". No sirvió de nada. Todos sabían a qué jugaban. Y los intelectuales propuestos debían ser excluidos del juego del Oasis, donde todo es idéntico a sí mismo. De fondo, la futura Ley de la Corporación Catalana de Medios de Comunicación, al servicio de la construcción nacional.
Nada tenía que ver este incidente con la Feria del Libro de Frankfurt, pero forma parte de la misma exclusión nacionalista. Me intentaré explicar.
"L’organització de la Fira del Llibre de Frankfurt designa cada any un Estat o un país o una cultura… Enguany, la cultura convidada és la cultura catalana", declaró el vicepresidente de la Generalitat, Sr. Carod Rovira, en el Parlament el pasado 30 de mayo. O sea, que el invitado es la cultura catalana, no la lengua.
Estamos acostumbrados a ver cómo el nacional-catalanismo exige a España que respete el pluralismo existente en su territorio y cómo torna la exigencia en reproche cuando alguien reclama que se respete el pluralismo en Cataluña. En cuanto a la Feria del Libro de Frankfurt, la diputada de CiU Carme Vidal i Huguet ha declarado: "De cultura catalana només n’hi ha una, i… la llengua de la cultura catalana escrita és el català".
¿Qué diferencia hay entre ese argumento y quienes piensan que Cataluña será cristiana o no será? ¿Qué diferencia hay entre ese argumento y el que impuso Franco durante cuarenta años de dictadura?
Lo que sigue es cosecha de la diputada de ERC María Merçè Roca: "Quan s’esgrimeix la cultura sempre hi sortim perdent..., és la llengua la que dóna carta de naturalesa, no només a la literatura, sinó a tota la cultura".
Detrás de todas estas sentencias excluyentes enseña la patita la obsesiva nación romántica pura, con una sola lengua y una sola cultura. El propio vicepresidente de la Generalitat y líder de ERC ha extendido la invitación a la feria de marras a escritores del ámbito de los "Païssos Catalans"; mientras, han ninguneado a los catalanes que tienen la odiosa manía de crear en castellano.
Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Javier Cercas, Enrique de Hériz, Carlos Ruiz-Zafón, Enrique Vila-Matas, Nuria Amat… no representarán a la cultura catalana. No por no ser catalanes, que lo son, no por ser mediocres, porque son auténticos cracks, sino por escribir en castellano. Algo así como si en la final de la Copa de Europa Frank Rijkaard no convocara a Ronaldinho, ni a Lionel Messi, ni a Márquez ni a Eto'o. ¿Qué está pasando en Cataluña, para que se vote a políticos capaces de diezmarla de tal manera?
Desde el principio, la intención del Govern d'Entessa fue no invitar a ningún autor cuya lengua creativa sea la castellana. Más tarde, las presiones alemanas obligaron al Institut Ramon Llull y a su director, Sr. Bargalló, a incluir autores catalanes en castellano; pero su función no sería representar a la cultura catalana, sino darle soporte. Puros comparsas, vamos; como Manolo el del Bombo.
La intención era evidente: engañarnos y taparnos la boca. Por una parte, nadie podría decir que habían sido prohibidos los autores en castellano; por otra, se utilizaba a éstos como teloneros para legalizar a muchos autores mediocres que sólo irán a Frankfurt porque escriben en catalán, no porque sean buenos creadores en lengua alguna.
Los mejores escritores catalanes dejaban de ser escritores catalanes. La verdad es que Bargalló no especificó cuál de las dos condiciones incumplían. Nos quedamos con la duda de si no los considera escritores o es que no los considera catalanes.
Puede uno haber nacido aquí, haberse construido aquí como persona, haber vivido aquí de manera permanente, haberse sumergido en dimensiones sociales, psicológicas, políticas, históricas o geográficas de aquí. Puede, incluso, ser uno de los autores más leídos aquí, haber ayudado a otros a descubrir infinidad de matices de la existencia, a abrirse a otros mundos, a estimular su pensamiento crítico o, simplemente, a disfrutar. Da igual: si no ha utilizado el idioma catalán, todo esto no tiene ningún valor. No es un escritor catalán. O, cuanto menos, no es un escritor que merezca ser mostrado al público internacional, no sea que vaya éste a pensar que la lengua en que se expresa tiene algo que ver con Cataluña.
Para ellos, se trata de una de esas realidades vergonzosas que se aceptan de puertas adentro porque no hay más remedio pero que nunca se exponen de puertas afuera, no sea que los vecinos descubran nuestro secreto inconfesable: somos lingüísticamente impuros.
En el trasfondo aletea la xenofobia cultural. Pero cuando tienes poder para escribir la historia, dirigir los periódicos del país, poner y quitar maestros, dominar subvenciones y estudios sociológicos, entonces son los otros los moralmente inferiores, aunque sean las propias las únicas acciones abyectas.
El responsable de la selección para Frankfurt, el Sr. Bargalló, ha afirmado: "La protagonista tiene que ser la literatura catalana, escrita en catalán. Aun así, me entrevisté cordialmente con Goytisolo, Cercas, Mendoza, Marsé, Vila-Matas, Zafón, etcétera, y bajo fórmulas distintas declinaron, al considerar que el protagonismo ha de recaer en la cultura catalana escrita en catalán, en unas respuestas que entiendo, comparto y agradezco".
Extraordinario. Uno tiene la sensación –impagable– de haber sucumbido a un hechizo temporal y haber sido transportado al Moscú de los años 30, donde se celebraban aquellos memorables procesos públicos en los que los acusados se inculpaban espontáneamente de actos de traición a la patria decididamente increíbles. Han sido los propios escritores quienes han reconocido su culpa lingüística, su traición a la patria monolingüe, y renunciado a usurpar un lugar que, en justicia, no les corresponde.
Extraordinario: me acuso de escribir en castellano y cedo mi puesto, gustosamente, a quien se declare limpio de culpa. Yo no lo merezco. Gracias, Bargalló, por hablar en su nombre, por traducirlos, por ejecutar la sentencia.
El director del Institut Ramon Llull aplica una política de un unilingüismo tan ruin, un monoculturalismo uniformizador tan frustrante, que uno no puede dejar de pensar, por contraste, en la actitud del propio Ramon Llull, aquel magnifico filósofo medieval que tan apasionadamente defendió la idea de que las lenguas no deben constituir nunca una barrera, sino una oportunidad para el encuentro.
Convencido de que la lengua sirve para entenderse, Llull dominaba el catalán, el castellano, el latín, el caldeo, el hebreo, el francés y el árabe. Era conocido por responder siempre a quien le interpelaba en la lengua que éste había empleado. Era su manera de dar una oportunidad al encuentro personal. La lengua como herramienta de comunicación amistosa y no como arma de confrontación identitaria.
Extraordinario novelista –el primero en catalán–, filósofo, poeta, científico, místico y teólogo, escribió más de 300 obras, en catalán (como el bellísimo Libre d´amic e amat), en latín (Liber de maiore fine intellectus amoris et honoris), en árabe (como el extraordinario El arte de la contemplación). Habitualmente, él mismo traducía sus propias obras inmediatamente después de concluirlas.
Es paradójico cómo el pensamiento de alguien puede pervertirse hasta el extremo de considerarlo el paradigma de unos planteamientos totalmente antagónicos. Auténtica metáfora de la Cataluña nacionalista.
Actuaciones como la del Institut Ramon Llull me traen a la memoria aquella frase de Atila: "Por donde pasa mi caballo no vuelve a crecer la hierba". Que dicha institución, presidida por Josep Bargalló, lleve el nombre del filósofo mallorquín es tan alucinante como si el Instituto de Medio Ambiente llevara el del rey de los hunos.
ANTONIO ROBLES, secretario general de Ciudadanos y diputado en el Parlamento de Cataluña.