El último aldabonazo lo ha dado, desde mi punto de vista, un artículo de Josep Piqué titulado "Política exterior y fortaleza interna" (La Vanguardia,12/5). En él aborda la insolencia con que los Gobiernos fallidos de Cristina Fernández de Kirchner y Evo Morales se atreven a arremeter desde sus feudos tercermundistas contra empresas españolas, con olímpico desprecio por las reglas del derecho internacional. Ve en ello la prueba de que "España parece, hoy, más débil que hace unos años", como consecuencia de "una política interna que nos ha debilitado económicamente y en términos de cohesión nacional".
Pragmatismo y posibilismo
El mantra de la "cohesión nacional" se repite hasta seis veces a lo largo de todo el texto, lo cual no es un testimonio de pobreza del lenguaje sino de preocupación por la realidad acuciante, que está marcada, precisamente, por la destrucción sistemática de esta cohesión. Las fuerzas centrífugas, encarnadas en los secesionismos vasco y catalán, son las que pueden convertir a España en terreno abonado para el caos y la decadencia, y en blanco de las chulerías de cualquier mandamás ensoberbecido.
Hago hincapié en este enfático alegato a favor de la cohesión nacional porque su autor, Josep Piqué, es un miembro conspicuo del establishment catalán cuya resistencia a las presiones de sus conciudadanos secesionistas no han sido suficientemente valoradas, incluso han sido subestimadas por quienes deberíamos poner la defensa de esa cohesión nacional por delante de otros resquemores políticos.
Es verdad que Piqué, a quien no conozco personalmente, y a quien no me unen vínculos partidarios ni de ningún otro tipo, fue uno de los sucesores de Aleix Vidal-Quadras cuando a éste lo defenestró José María Aznar, tras el desdichado pacto del Majestic, que se fraguó para debilitar la oposición rigurosa al pujolismo. Pero actualmente la amenaza del caos obliga a aplicar el mantra de la cohesión no sólo a la viabilidad de España, sino a la convergencia, con perdón de la palabra, entre todas las personas u organizaciones cuyas ideas, cuya trayectoria política o cuyos intereses las coloquen en el bando opuesto al de los secesionistas. En la emergencia deben operar, más que nunca, el pragmatismo y el posibilismo que hace mucho tiempo adopté como normas para la conducta política.
Arrecia la ofensiva
Volviendo al papel que Josep Piqué desempeña en la sociedad catalana actualmente conmocionada por la demagogia que cabalga sobre la crisis económica, me parece indispensable reproducir lo que escribí en mi artículo "Un fracaso rotundo":
Lo que los jerarcas secesionistas no pudieron digerir fue que una entidad de tanta jerarquía académica y tan representativa como es el Cercle de Economia de Cataluña no se sumara al coro de las corporaciones dóciles que reclamaban el famoso pacto fiscal. Sobre el presidente del Cercle, Josep Piqué, tan catalán como el que más, recayó el anatema de los talibanes que (...) se sienten con derecho a acaparar legitimidades y privatizar el patriotismo.
Piqué respondió a esos talibanes en un artículo impecable titulado "Las barbas del vecino" (LV, 12/11/2011):
Y la misma demagogia es hablar de recortes indiscriminados cuando se es responsable de enormes despilfarros, o hablar de que hay que recortar servicios esenciales porque no hay "pacto fiscal". Seamos serios.
(...)
Ahora el reto es no descolgarse del euro y seguir estando en el primer vagón del tren. Con Alemania y con Francia. Y permítanme un comentario adicional. En ese escenario es donde Catalunya se inscribe. En más Europa y no en menos. En más federalismo fiscal y no en menos. En mayor renuncia a soberanía y no en mayor reivindicación de la misma. Si España pierde con menos Europa, Catalunya pierde con menos España y con menos Europa.
Dudo que algunos lo entiendan. Porque algunos sólo desean que hablemos de su libro, como Umbral. Y si no, nos condenan a los infiernos, porque su particular religión les lleva a pensar que si no hablamos de su tema –por ejemplo, el famoso pacto fiscal– no somos patriotas. Pero el infierno está en otro sitio. Está fuera de Europa.
El 12 de mayo La Vanguardia informó de que arrecia la ofensiva de los talibanes sobre el Cercle de Economia para que éste se pronuncie a favor del pacto fiscal. Pero Piqué no da su brazo a torcer.
"Hablaremos del pacto fiscal cuando quiera el Cercle", dijo el presidente, Josep Piqué, quien añadió que la institución ha entendido que hoy hay que tratar asuntos más graves y urgentes.
Antoni Puigvert amonesta al Cercle con ánimo bipolar (LV, 18/5):
Si, a veces, un sentido casi enfermizo de la prudencia impide a dicha institución apoyar las reivindicaciones del catalanismo, el pragmatismo y la exigencia intelectual la convierten en un salón muy abierto.
¡Chapeau, señores del Cercle! Y que les dure la racionalidad, racionalidad que los viscerales confunden con "un sentido casi enfermizo de la prudencia".
Arsenal de amenazas
Mientras tanto, los secesionistas, ya sean los duros de CDC o los simpáticos de UDC, continúan potenciando su arsenal de amenazas contra la cohesión de España, para mayor regocijo de los depredadores externos e internos. El fantasma de la desobediencia fiscal planea sobre Cataluña, convocado desde las esferas oficiales. Francesc de Carreras denunció (LV,17/3):
El pleno del Ayuntamiento de Girona aprobó esta semana una moción cuyo objetivo es dejar de pagar impuestos a la Agencia Tributaria y liquidarlos sólo a la Generalitat, así como establecer los "mecanismos necesarios para asesorar y dar cobertura a aquellos ciudadanos o empresas de Girona que quieran acogerse a esta práctica a nivel particular".
Francesc de Carreras cita a continuación las sentencias del Tribunal Constitucional que el presidente de la Generalitat y el Parlament consideran "papel mojado" porque traspasan las "líneas rojas" que ellos han fijado arbitrariamente, y pregunta:
Si las autoridades no cumplen con la legalidad, ¿por qué deben hacerlo los ciudadanos? En el caso del Ayuntamiento de Girona se toca un asunto sensible: los impuestos. ¿Y si algunos ciudadanos consideran que no quieren pagar impuestos a la Generalitat, sino que desean pagarlos todos al Estado? Esta transición nacional que nos está anunciando CiU parece ser un camino que nos conduce a un cierto caos cívico y moral.
Poco tiempo después, el mismo Francesc de Carreras dio la voz de alarma ante una transgresión de mayor envergadura (LV, 12/5):
Esta semana Artur Mas ha dado un nuevo paso en esta dirección: si no se llega a un acuerdo para el concierto económico, la Generalitat decidirá crear una hacienda propia depositaria de todos los impuestos que se recauden en Catalunya, algo obviamente también irrealizable dentro de nuestro sistema constitucional. Que un poder público como la Generalitat declare que va a incumplir las leyes tiene consecuencias inevitables. Nos estamos deslizando hacia un nuevo 6 de octubre.
Pésimo augurio. El 6 de octubre de 1934 el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el "Estado catalán dentro de la República Federal Española". La algarada duró pocas horas: Companys fue arrestado y José Dencàs, consejero de Orden Público de la Generalitat y jefe de los escamots (pelotones) de camisas verdes, huyó, literalmente, por las alcantarillas, y fue a refugiarse a la Italia fascista de Mussolini.
Barreras contra el caos
Frente a esta epidemia de iniciativas preñadas de ingredientes desestabilizadores, es indispensable movilizar a todos los ciudadanos responsables para levantar barreras contra el caos y la anarquía incipientes. No falta material humano para ello. En el artículo antes citado, Francesc de Carreras advertía: "Pero CiU sabe que buena parte de sus votantes son gente conservadora, catalanistas moderados que no están para aventuras arriesgadas". Hasta Josep Antoni Duran Lleida, partero de un imposible Estado confederal que sacó de la chistera como último subterfugio para avanzar hacia la independencia sin asustar al respetable, lo tiene claro (LV, 13/5):
Duran se mostró convencido de que con la bandera de la independencia CiU no sólo retrocedería posiciones, sino que incluso perdería las elecciones en Catalunya, por ser una vía que, a su entender, crea división.
Para dar frutos en España, la cohesión también debe manifestarse en la actitud mental y en el comportamiento de los ciudadanos y movimientos cívicos que rechazan la balcanización. Si no los unen otros elementos, que los una, por lo menos, el espanto. Escribo esto porque nunca he terminado de entender la dispersión de esfuerzos que observo entre quienes persiguen dicho objetivo cohesionador en Cataluña.
Los movimientos consagrados a la defensa insobornable de la enseñanza bilingüe y a la lucha contra la discriminación identitaria están debilitados por una incomprensible fragmentación. Son tres –PP, C's y UpyD– los partidos políticos que rechazan el secesionismo, del que socialistas y comunistas son cómplices. Mi crítica a esta dispersión se halla mitigada por el hecho de que nunca hice el esfuerzo de participar en la actividad de ninguna de esas organizaciones. La única entidad a la que estoy afiliado formalmente, pagando una cuota anual, es de otra naturaleza: la Asociación por el Derecho a Morir Dignamente, que, como su nombre lo indica, promueve la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido. Colaboro con ella por motivos tanto ideológicos como egoístas, pensando en mis vulnerables ochenta y un años.
La prueba del algodón
Sin embargo, tampoco soy un intruso. Me he comprometido, desde el periodismo y el ensayo, con los objetivos de todas esas entidades cuya dispersión me duele, y también es cierto que, en razón del entrañable afecto y la gratitud que siento por Marita Rodríguez y Antonio Roig, me he vinculado más estrechamente con la Asociación por la Tolerancia, que lleva la impronta de ambos. Lo cual me concede cierto derecho a opinar. Desde mi posición de observador relativamente imparcial, he acumulado idéntico respeto y admiración por Marita y Antonio, y por Francesc de Carreras, Antonio Robles, José Domingo, Arcadi Espada, Francisco Caja, Albert Boadella y muchos otros que han aportado su trabajo, su inteligencia y sus sacrificios desde los tiempos del Manifiesto de los 2.300, de la cena en el Mogambo, de la Cervantina o del Foro Babel. Creo que el desiderátum sería verlos cohesionados y no dispersos.
Lo mismo vale, a mi juicio, para los partidos políticos que defienden la cohesión. Y para las instituciones que no caen en las trampas secesionistas. Por eso empecé por la extensa mención a Josep Piqué y el Cercle de Economia. Sé, por experiencia, que la política está plagada de transacciones chocantes entre extraños compañeros de cama, impuestas, ¡ay!, por el pragmatismo y el posibilismo que siempre alabo. Pienso, asimismo, que en aras de la cohesión hay que limar diferencias, y por eso coloco en el mismo podio a Aleix Vidal-Quadras y a Josep Piqué, a Alicia Sánchez-Camacho y a Albert Rivera, sin que ello implique dejar de vigilarlos para que no se pasen de rosca con los tejemanejes de la política.
¿La prueba del algodón? Verifiquemos que los talibanes del somatén mediático siguen abominando de ellos, como hasta ahora. Esta es la señal de que van por buen camino.