En los Estados Unidos se suele llamar liberalismo a una visión de la sociedad en la que el estado tiene un papel relevante en casi cualquier ámbito de acción de la conducta humana; en cambio, el liberalismo clásico aboga por un estado relativamente pequeño y sujeto a restricciones o limitaciones en su área de actuación, para que los ciudadanos puedan tener el mayor grado posible de libertad.
Así las cosas, el término conservador que exhibe el título de este comentario se refiere al inmovilismo propio del statu quo, no a lo que se entiende por conservadurismo en EEUU; es decir, no al encarnado por Edmund Burke, a quien en EEUU se considera el pensador conservador por excelencia.
Los socialistas (así como sus pares intelectuales, los fascistas) y los estatistas más bien suelen ser partidarios del conservadurismo, pues con frecuencia se oponen al cambio que surgiría en las sociedades libres. No es extraño que a los regímenes de Corea del Norte y Cuba les preocupe profundamente cualquier disidencia que pueda alterar, y de hecho Kim Jong-Il y Fidel Castro (y su heredero Raúl) son quienes en última instancia definen el grado de cambio permisible en esas sociedades: obviamente, casi ninguno.
Una vez hubo concluido su famoso libro Los fundamentos de la libertad, el liberal clásico Friedrich Hayek decidió añadir un capítulo, titulado "Por qué no soy conservador", en el que explicaba claramente las diferencias entre un liberal clásico y un conservador partidario del statu quo. Tomo como base dicho post scriptum para exponerlas.
En primer lugar, en tanto que el conservador tiene un temor a la mutación y el cambio, un miedo a lo que es nuevo por el mero hecho de serlo, el liberal mantiene una actitud abierta y confiada en el cambio que surge libremente y como resultado de la evolución de las cosas, si bien es consciente de que a veces el hombre procede a ciegas. Mientras que el gobernante conservador tiende a paralizar la evolución porque desconoce sus resultados finales, el gobernante liberal la acepta, confiando en que, de manera espontánea, el orden político liberal clásico acomodará las nuevas circunstancias.
El conservador pide una mente superior, alguna autoridad que vigile los cambios; el liberal clásico no, si bien acepta que hay personas que poseen cierto grado de superioridad. Como dice Hayek, "quienes pretenden ocupar en la sociedad una posición preponderante deben demostrar esa pretendida superioridad acatando las mismas normas que se aplican a los demás"; esto es, debe someterse al principio de igualdad ante la ley.
El conservador se opone a todo nuevo conocimiento, pues teme que tenga consecuencias para él indeseables, en tanto que el liberal clásico acepta como principio la crítica racional de ideas que pueden o no ir en contra de las suyas. Por ello eso el conservador suele estar inmerso en un ambiente oscurantista, y caer en el nacionalismo patriotero.
Hay, sí, un punto en que el liberal se acerca al conservador: ambos desconfían del racionalismo que considera que las instituciones humanas sólo pueden existir si han sido diseñadas por el hombre. Los liberales clásicos son conscientes de las limitaciones humanas, de la "la humana ignorancia", que diría Hayek; pero igual se aleja de las creencias de naturaleza sobrenatural o de índole autoritaria cuando la razón no brinda argumentos en uno u otro sentido. Por cierto, el liberal clásico no pretende imponer sus creencias a terceros, pues con claridad separa los ámbitos espirituales de los temporales.
El liberal respeta la tradición y las costumbres en tanto sean convenientes y apunten hacia los fines que el liberal desea conseguir, y no por su mera antigüedad. Las respeta cuando son el resultado del devenir humano, que ha segregado instituciones, actitudes y comportamientos que les son útiles a los individuos para vivir libremente en sociedad; cuando facilitan la adaptación de las personas a los acontecimientos. Claro que dicha adaptación no es perfecta; pero esa misma imperfección da lugar a la posibilidad del cambio: y ahí es donde difieren radicalmente el conservador y el liberal clásico: mientras el primero quiere mantener el statu quo, el segundo no se opone a la evolución y al progreso.
Por lo expuesto, considero que no es correcta la crítica que dice que el conservadurismo partidario del statu quo y el liberalismo clásico son lo mismo, si bien en el liberalismo hay elementos conservadores, como el respeto a la tradición; pero, repito, el liberal siempre tiene campo para que varíen las cosas, para que el individuo se pueda adaptar a las nuevas circunstancias, siempre cambiantes, en que se desenvuelve.
© El Cato
CARLOS FEDERICO SMITH, colaborador de la Asociación Nacional de Fomento Económico (Costa Rica).
Así las cosas, el término conservador que exhibe el título de este comentario se refiere al inmovilismo propio del statu quo, no a lo que se entiende por conservadurismo en EEUU; es decir, no al encarnado por Edmund Burke, a quien en EEUU se considera el pensador conservador por excelencia.
Los socialistas (así como sus pares intelectuales, los fascistas) y los estatistas más bien suelen ser partidarios del conservadurismo, pues con frecuencia se oponen al cambio que surgiría en las sociedades libres. No es extraño que a los regímenes de Corea del Norte y Cuba les preocupe profundamente cualquier disidencia que pueda alterar, y de hecho Kim Jong-Il y Fidel Castro (y su heredero Raúl) son quienes en última instancia definen el grado de cambio permisible en esas sociedades: obviamente, casi ninguno.
Una vez hubo concluido su famoso libro Los fundamentos de la libertad, el liberal clásico Friedrich Hayek decidió añadir un capítulo, titulado "Por qué no soy conservador", en el que explicaba claramente las diferencias entre un liberal clásico y un conservador partidario del statu quo. Tomo como base dicho post scriptum para exponerlas.
En primer lugar, en tanto que el conservador tiene un temor a la mutación y el cambio, un miedo a lo que es nuevo por el mero hecho de serlo, el liberal mantiene una actitud abierta y confiada en el cambio que surge libremente y como resultado de la evolución de las cosas, si bien es consciente de que a veces el hombre procede a ciegas. Mientras que el gobernante conservador tiende a paralizar la evolución porque desconoce sus resultados finales, el gobernante liberal la acepta, confiando en que, de manera espontánea, el orden político liberal clásico acomodará las nuevas circunstancias.
El conservador pide una mente superior, alguna autoridad que vigile los cambios; el liberal clásico no, si bien acepta que hay personas que poseen cierto grado de superioridad. Como dice Hayek, "quienes pretenden ocupar en la sociedad una posición preponderante deben demostrar esa pretendida superioridad acatando las mismas normas que se aplican a los demás"; esto es, debe someterse al principio de igualdad ante la ley.
El conservador se opone a todo nuevo conocimiento, pues teme que tenga consecuencias para él indeseables, en tanto que el liberal clásico acepta como principio la crítica racional de ideas que pueden o no ir en contra de las suyas. Por ello eso el conservador suele estar inmerso en un ambiente oscurantista, y caer en el nacionalismo patriotero.
Hay, sí, un punto en que el liberal se acerca al conservador: ambos desconfían del racionalismo que considera que las instituciones humanas sólo pueden existir si han sido diseñadas por el hombre. Los liberales clásicos son conscientes de las limitaciones humanas, de la "la humana ignorancia", que diría Hayek; pero igual se aleja de las creencias de naturaleza sobrenatural o de índole autoritaria cuando la razón no brinda argumentos en uno u otro sentido. Por cierto, el liberal clásico no pretende imponer sus creencias a terceros, pues con claridad separa los ámbitos espirituales de los temporales.
El liberal respeta la tradición y las costumbres en tanto sean convenientes y apunten hacia los fines que el liberal desea conseguir, y no por su mera antigüedad. Las respeta cuando son el resultado del devenir humano, que ha segregado instituciones, actitudes y comportamientos que les son útiles a los individuos para vivir libremente en sociedad; cuando facilitan la adaptación de las personas a los acontecimientos. Claro que dicha adaptación no es perfecta; pero esa misma imperfección da lugar a la posibilidad del cambio: y ahí es donde difieren radicalmente el conservador y el liberal clásico: mientras el primero quiere mantener el statu quo, el segundo no se opone a la evolución y al progreso.
Por lo expuesto, considero que no es correcta la crítica que dice que el conservadurismo partidario del statu quo y el liberalismo clásico son lo mismo, si bien en el liberalismo hay elementos conservadores, como el respeto a la tradición; pero, repito, el liberal siempre tiene campo para que varíen las cosas, para que el individuo se pueda adaptar a las nuevas circunstancias, siempre cambiantes, en que se desenvuelve.
© El Cato
CARLOS FEDERICO SMITH, colaborador de la Asociación Nacional de Fomento Económico (Costa Rica).