La décima enmienda de la Constitución pareciera apoyarlos, pero esa interpretación bien puede ser obsoleta ya que dejaría a los estados promulgar leyes permitiendo la esclavitud, lo cual iría contra los principios fundamentales de una sociedad libre. Resulta interesante que en este caso a los conservadores les parece bien que el gobierno decida lo que la gente puede hacer con sus vidas. En esto, los conservadores están dispuestos a darle la espalda al concepto de gobierno limitado. Obviamente que se requieren poderes draconianos en manos del gobierno para hacer cumplir una ley como la de Texas, pero a los conservadores no parece preocuparles ese poder de entrometimiento y fisgoneo que concede a funcionarios del gobierno.
En respuesta a la opinión, un funcionario de Texas declaró que su estado debe tener el derecho de fijar el estándar moral a la población, lo cual significaría que una mayoría legislativa debe poder dictarles normas morales a todos los habitantes. Claro que una mayoría siempre estará de acuerdo que la gente no debe mentir, engañar, traicionar a los amigos, irrespetar a sus padres, etc. Pero tales reglas morales no pueden ser impuestas por la ley, ya que una norma moral impuesta por la fuerza no suele ser respetada a menos que se trate de evitar un castigo. La conducta obligada no tiene mérito. Las leyes contra el asesinato, robos y asaltos sí protegen la libertad de otros, pero una ley contra la homosexualidad entre personas adultas no.
El reverendo Rob Schenck está confundido al afirmar que “la decisión de la Corte significa que lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral, ya no importa en las leyes”. Las leyes que protegen la libertad se basan siempre en fundamentos morales porque mantienen que la moralidad se debe practicar libremente. Si la sodomía es mala o buena no es la cuestión. El punto es si la gente está en libertad o no de efectuar actos homosexuales. Aun siendo ello malo, sería un error impedirlo por la fuerza, ya que las personas mismas y no el gobierno o los demás deben decidir lo que es bueno o malo para sí.
Una de las razones por la que confrontamos tantos problemas filosóficos es que muchos que defienden la libertad quieren hacer excepciones cuando no están de acuerdo con la manera como algunos hacen uso de esa libertad. Los próceres de la independencia declararon que tenemos el derecho –entre otros– a nuestras vidas, a nuestra libertad y a la búsqueda de nuestra felicidad. Eso no quiere decir que siempre haremos lo correcto al ejercer tales derechos. Pero en un país libre, el gobierno no obliga a la gente ni siquiera a hacer lo correcto, ni prohíbe hacer algo malo, a menos que con ello se esté violando el derecho de otro.
Es muy triste que ni los conservadores –quienes quieren que el gobierno nos imponga normas morales– ni los izquierdistas –quienes quieren que el gobierno decida todo lo que tenga que ver con nuestra propiedad y nuestro trabajo– entiendan realmente esa parte tan importante de nuestro patrimonio histórico y político.
© AIPE
Tibor R. Machanes profesor de Chapman University y académico asociado del Cato Institute.
LEGISLACIÓN EN TEXAS
El gobierno y la moral
La Corte Suprema de Estados Unidos acaba de derogar una ley de Texas prohibiendo la sodomía o conducta homosexual entre adultos, por ser inconstitucional. Algunos expertos insisten que la Corte Suprema está extralimitando su autoridad en relación a lo que las legislaturas estatales pueden o no legislar.
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