Y es que cuando el Estado hace exactamente lo mismo, con los sistemas de retiro de reparto, nadie es enjuiciado ni enviado a la cárcel. Por lo demás, cuando se produce, no se reconoce el colapso del sistema ni se procede a reformarlo, sino que, simplemente, se aumenta la edad de jubilación, o se suben los impuestos, o se reducen los beneficios, o todo lo anterior junto; en otras palabras: se incumplen las promesas hechas.
A las prácticas como las de Madoff o la Seguridad Social se las denomina esquemas Ponzi, en alusión al italiano Carlo Ponzi, autor de uno de los mayores fraudes de la historia... hasta 1920.
¿De dónde sacaría la idea el señor Ponzi? Se podría decir que del canciller alemán Otto von Bismarck, artífice del primer sistema de seguridad social estatal (1889). El plan de Bismarck descansaba en captar dinero de los trabajadores para financiar las pensiones de los jubilados. La intención era buena, y se hizo en un momento en que la edad de jubilación era superior a la esperanza de vida, por lo que se financiaba el retiro de un número muy reducido de personas.
El esquema piramidal de Madoff procuró jugosos beneficios a mucha gente durante muchos años, pero acabó colapsando y dejando un agujero de 50.000 millones de dólares. Los esquemas Ponzi estatales también quiebran; por ejemplo, cuando la población envejece o cuando la Seguridad Social es utilizada como caja chica por los gobernantes de turno. Hoy, Occidente se enfrenta a una inminente bancarrota fiscal. En 2008 Estados Unidos tenía comprometidos 100 billones de dólares en pagos relacionados con la Seguridad Social, el seguro médico y la sanidad.
El problema fundamental es la desconexión entre lo que la gente quiere que el Estado le dé (o lo que los políticos están dispuestos a prometer a la gente en tiempo de elecciones) y lo que la gente está dispuesta a pagar vía impuestos. Más temprano que tarde, los trabajadores empiezan a considerar la contribución al seguro social otro impuesto más, ya que intuye que sus aportes no guardan la menor relación con lo que percibirá cuando le llegue la hora de retirarse.
Este sistema, incluso cuando no genera pensiones misérrimas, quita a la mayoría de los trabajadores la oportunidad de capitalizar sus ahorros y está condenado a la quiebra. Muchas autoridades del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) se jactan de la rentabilidad de las inversiones que han hecho, igual que Madoff en sus buenos tiempos...
Deberíamos adoptar un sistema que restablezca el nexo entre el esfuerzo individual durante toda una vida de trabajo y la pensión recibida. Un sistema que permita a los trabajadores decidir cuándo jubilarse y a quién confiar la administración de sus ahorros. Es profundamente injusto que solo los trabajadores de ingresos más altos puedan contratar un fondo para su jubilación, mientras los de ingresos más bajos siguen cautivos del monopolio estatal.
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GABRIELA CALDERÓN DE BURGOS, editora de El Cato.