Primero, la “causa palestina” no es la causa del conjunto de los palestinos, sino la de las bandas terroristas y los oligarcas de Autoridad Nacional Palestina, dirigida por Arafat, el buen amigo de nuestro Moratinos. Son estos sujetos los que mantienen al conjunto de la población palestina en el desarraigo y en la pobreza. Si hubieran querido ya habría desde hace décadas, o por lo menos desde los tiempos del presidente Clinton, un Estado palestino con fronteras seguras y reconocidas por el Estado de Israel.
Segundo, bajo la “causa palestina” se disimula no el designio de crear un Estado palestino soberano, sino el de hacer desaparecer del mapa el Estado de Israel, expulsar a todos los habitantes judíos de la zona y suprimir la única democracia que existe en la zona.
Eso es lo que los jueces –los llamo así por llamarlos de alguna manera– del Tribunal de La Haya fingen desconocer en su escrito. De hecho, la palabra terrorismo no aparece en las 64 páginas del informe, excepto en lo estrictamente referido al Estado de Israel.
Hay que hacer notar varias cosas sobre este dictamen.
El Tribunal empieza argumentando su legitimidad para emitir una opinión. Lo tiene difícil, porque para ser legítima, la acción de este Tribunal debe ser reconocida por las partes en litigio y en este caso Israel no lo ha hecho. El Tribunal se refugia en altas consideraciones que tienen, en el fondo, una intención política bien clara: que el asunto llegue a ser discutido en la propia ONU, como ocurrirá sin duda dentro de poco tiempo. Los burócratas de Naciones Unidas nos proporcionarán así otro espectáculo de racismo.
El Tribunal habla de “Muro”, alegando que así lo ha denominado la “Opinión”. Eso de recurrir a la “Opinión” es un argumento un poco flojo para un Tribunal tan serio como debería ser el de La Haya. Lo es menos aún si se piensa que a pesar de las imágenes machaconamente repetidas en casi todos los medios de comunicación, el “muro” sólo lo es en un 10% de todo lo construida. Lo demás es una valla metálica con protección electrónica. Cualquier frontera en cualquier punto caliente del planeta, incluida la de Melilla, tiene las mismas características.
Como ya he dicho, el Tribunal no se pronuncia en la cuestión del terrorismo palestino, ni se refiere a los ataques suicidas, ni a los miles de muertos, los mutilados y los heridos israelíes causados desde el año 2000, cuando empezó la segunda intifada. Pone en cambio todo el peso en los daños que el “muro” está causando a la población palestina. Estos daños son lamentables, es cierto. Pero a los miembros del Tribunal de La Haya parece que no se les ha ocurrido pensar que si no hubiera ataques terroristas, no habría necesidad de “muro” y que la libertad de paso estaría garantizada, como de hecho lo estuvo antes.
Tampoco hace referencia alguna a que los ataques suicidas han desaparecido desde que se inició la construcción del “muro”. El escrito del Tribunal parece sugerir así que ignora los términos reales del conflicto, se levanta unos centímetros por encima de los contendientes y emite una opinión basada en el más generoso idealismo altruista, en pro del diálogo, la comprensión y la convivencia. No es así. El Tribunal omite un hecho capital: y es que el “muro” es el símbolo mismo del fracaso de ese diálogo, un símbolo amargo para los propios israelíes que han llegado definitivamente a la conclusión que la convivencia pacífica con sus vecinos es imposible. Sólo una separación clara, con controles estrictos, puede frenar la ola de violencia. La alternativa es la de la guerra abierta, con ataques masivos contra la población civil palestina a la que los terroristas y la ANP utilizan de rehén. Esa es la posibilidad que descarta la construcción del “Muro”. Al parecer, es la que les gustaría ver en práctica a los jueces del Tribunal de La Haya. El idealismo pacifista y dialogante tiene esas ironías.
El Tribunal utiliza también otro argumento descaradamente político. Afirma que el trazado del “muro” parece predeterminar unas futuras fronteras estables del Estado de Israel. Es una suposición subjetiva, muy arriesgada para fundar un informe jurídico. Además, el Tribunal de La Haya no tiene en cuenta la sentencia del Tribunal Supremo de Israel, emitida recientemente, según la cual el Estado de Israel no puede levantar barreras en territorio ocupado con la intención de anexionarse de territorios. Esa sentencia, como es sabido, sí ha sido acatada por el Gobierno de Israel y ha provocado cambios en el trazado de la valla de separación.
Finalmente, no deja de ser un chiste que el escrito del Tribunal de La Haya fuera leído por un “juez” chino, avalado por el gobierno de su país. Como es sabido, el Estado chino mantiene un exquisito respeto a los derechos humanos de sus ciudadanos y puede dar lecciones a una democracia como Israel. Otro de los “jueces” era alemán. Sin comentarios.