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LIBRE COMERCIO

El beneficio de la globalización

La batalla sobre el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica (CAFTA) es una repetición de esquemas similares. Este moderno debate sobre las barreras al intercambio comercial lo podemos rastrear hasta el siglo XIX, cuando estaba dominado por los intereses de los terratenientes contra los comerciantes, mientras que ahora en Estados Unidos se trata de los sindicatos contra la Cámara de Comercio.

La batalla sobre el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica (CAFTA) es una repetición de esquemas similares. Este moderno debate sobre las barreras al intercambio comercial lo podemos rastrear hasta el siglo XIX, cuando estaba dominado por los intereses de los terratenientes contra los comerciantes, mientras que ahora en Estados Unidos se trata de los sindicatos contra la Cámara de Comercio.
No hay duda que la apertura del comercio crea ganadores y perdedores, por lo que aquellos que se sienten afectados tienen todo el derecho a defender su posición. Pero el Congreso debe considerar cómo el libre comercio afecta a la nación entera. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, EEUU ha sido el abanderado de la apertura comercial y de inversiones, reduciendo los aranceles de un promedio del 40% en 1946 al 4% de hoy. Otras naciones industrializadas han hecho lo mismo. ¿Cuál ha sido el resultado?
 
Utilizando cuatro métodos diferentes, estimamos tanto la combinación del acercamiento –gracias a los barcos de contenedores, las telecomunicaciones y otras nuevas tecnologías– como la reducción de las barreras a las inversiones y a las importaciones, que han generado un incremento en los ingresos de un billón de dólares al año, el equivalente al 10% del PIB de EEUU. Eso significa un ingreso adicional de 10.000 dólares anuales para cada familia.
 
Lamentablemente, la gente no recibe ese dinero en un cheque donde diga que se trata del beneficio de la globalización, sino que es dinero adicional proveniente de salarios más altos, precios más bajos y mucha mayor variedad de productos. Comparemos la variedad de teléfonos y celulares de hoy con el teléfono estándar, de plástico negro, de 1980.
 
Los cuatro métodos que utilizamos revelan beneficios. Primero estudiamos la relación del aumento del intercambio internacional con el crecimiento económico. Esto nos indica que el ingreso proveniente del comercio internacional equivale al 13,2% del PIB. Bajo el segundo método calculamos cómo los aranceles más bajos estimulan la productividad interna a través de la mayor competencia y la mayor variedad ofrecida a productores y consumidores de EEUU. El beneficio estimado equivale al 8,6% del PIB. Bajo el tercer método estimamos cómo reaccionaría la economía actual  ante el proteccionismo que prevalecía en los años 30, y concluimos que el 7,3% del PIB proviene de un comercio más libre. Por último, calculamos los beneficios en productividad provenientes de la utilización del componente importado: encontramos un beneficio del 9,6% del PIB.
 
Aunque ninguno de esos estimados sea perfecto, el resultado es claro: la liberación del comercio y de las inversiones es positiva y extensa.
 
Nuestras estimaciones sobre la profundización de la política de liberar el comercio, excluyendo futuros beneficios por mejores comunicaciones y transportes, el avance hacia el libre comercio global y la libertad en el flujo de inversiones producirían un aumento adicional en el ingreso en EEUU de 500.000 millones de dólares anuales, o sea de 5.000 dólares por familia al año. Gran parte del beneficio iría a los sectores que no han sido incluidos en las liberaciones anteriores: servicios, agricultura, transporte e intercambio comercial con países en desarrollo. A través de acuerdos como CAFTA se avanza hacia ese objetivo.
 
A pesar del inmenso beneficio, el apoyo político a la apertura comercial nunca ha sido fácil, porque las grandes ganancias se distribuyen entre muchos, mientras que las pérdidas están concentradas en unos pocos.
 
Estimamos pérdidas de unos 225.000 empleos al año, pero la mayoría de esas personas encontrarían trabajo en menos de seis meses. Algunos tendrían dificultad para conseguir otro empleo, y muchos tendrán que aceptar sueldos más bajos. Dichas pérdidas totalizan 54.000 millones de dólares, o 240.000 dólares por persona afectada. Esa es una inmensa pérdida a nivel personal, pero equivale a apenas el 5% de las ganancias generadas por la apertura. También significaría una caída de los precios de las tierras agrícolas de 27.000 millones de dólares al año. Esto explica la ruidosa oposición de los grandes azucareros.
 
A la nación le conviene seguir adelante con la liberación, pero es necesario tomar en cuenta a los perdedores. Dados los inmensos beneficios, se puede hacer más por compensar a quienes salen perdiendo. Mientras tanto, los subsidios agrícolas deben ayudar a los agricultores a adaptarse a los cambios, en lugar de fomentar que éstos se opongan a una política que beneficia a la nación entera.
 
 
© AIPE
 
Gary Clyde Hufbauer y Paul L. E. Grieco, miembros del Institute for International Economics.
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