Esa práctica es dañina porque fomenta la lucha de clases, bajo el velo de ser una crítica científica de un problema real que debe enfocarse en forma rigurosa. El dudoso propósito es promover medidas redistributivas, cuyo verdadero efecto es fomentar mayor pobreza.
La reputación del Banco Mundial sufre cada día que suma fracasos a su historial, y quizá debido a ellos se opone a someterse a una auditoria externa. Habla contra la corrupción e ineficiencia, pero no deja que quienes eso sostienen permitan a terceros verificar su eficiencia y probidad: "Haz como digo y no como hago".
No debería extrañarnos, pues hasta ahora el Banco Mundial no logra superar la ideología izquierdizante que ha privado desde su fundación. Las diferencias de riqueza existen en el mundo real, y son mayores donde hay más pobres en relación a muy pocos ricos. Y allí donde las diferencias son menores es donde mayor número de personas se han vuelto ricas, pero los países que hoy son ricos no redistribuían la riqueza cuando eran pobres.
La pobreza es el estado natural del ser humano. La riqueza es artificial y precaria; se cura mediante producción y libre intercambio de bienes y servicios. Las relaciones contractuales de esos intercambios son cuentas saldadas, y el que unos sigan siendo pobres no es achacable a los que se enriquecieron, salvo cuando predomina el mercantilismo, excepción comentada más adelante. Insinuar indiscriminadamente que la riqueza es la causa de la pobreza es ignorancia necia e insidiosa.
Un honesto repudio a las desigualdades requeriría establecer una relación causal entre pobreza y diferencias. Esa relación sólo se da en una economía mercantilista, en la que las grandes fortunas se hacen empobreciendo a las mayorías. Y es muy importante enfatizar que en una economía de mercado esa relación no existe, pues precisamente los intercambios libres necesariamente hacen que ambas partes salgan ganando, ya que sólo por error alguien libremente escogería empobrecerse.
Es un hecho demostrable que en la economía de mercado una persona sólo se puede enriquecer enriqueciendo a los demás. Por el contrario, en el sistema mercantilista, con magníficos pero falaces argumentos, se utiliza el Gobierno para despojar a los ciudadanos de la libertad de comprar donde les conviene, y en la práctica se les obliga a comprar productos más caros a un grupo de privilegiados, quienes suben sus precios hasta donde la protección arancelaria se lo permite.
Cuando la gente se ve obligada a subsidiar a determinados productores, que por ser antieconómicos no pueden subsistir sin el subsidio del consumidor, la riqueza de unos sí es la causa de la pobreza de los demás. Esa pobreza inducida reduce también la productividad del país, porque desvía los recursos hacia actividades que artificialmente resultan rentables debido a los subsidios que empobrecen a todos los demás.
No he visto ningún pronunciamiento del Banco Mundial contra el mercantilismo; más bien suele fomentarlo.
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