Como afirma su impulsor, Craig Venter, el mismo que creó una firma privada para competir con el consorcio público en la lectura del ADN humano, constituye un hito científico. Esta valiosa información hay que sumarla a la del ratón y la del hombre, que ya está en manos de los genetistas.
La secuencia del genoma canino, al compararla con la nuestra, será gran ayuda para identificar ciertos genes humanos y comprender las bases hereditarias del cáncer, la epilepsia, la narcolepsia, el trastorno obsesivo-compulsivo y otras enfermedades que nos afligen. En palabras de Gregory Acland, de la Universidad de Cornell, en Athica (Nueva York), "la mayoría de las enfermedades humanas tienen su equivalente canino, y los perros están más próximos a los humanos que los ratones en lo que se refiere a tamaño, estilo de vida y esperanza de vida". El genoma perruno también servirá para criar perros más sanos y conocer cómo ha sido su evolución desde que se cruzó en el camino del hombre hace 10.000 años o más, coincidiendo con el origen de la agricultura.
El ADN de nuestro fiel amigo tiene 2.400 millones de letras genéticas, 600 millones menos que el ADN humano. Ahora bien, nos superan en cromosomas: 39 pares frente a los 23 nuestros. Pero hombres y canes compartimos información genética: un primer análisis ha revelado que 18.473 genes caninos tienen un equivalente en la especie humana. No son muchos más de lo que compartimos con los ratones, que por otra parte están en un inferior escalafón evolutivo: 18.311. Los científicos también han confirmado la presencia de genes implicados directamente en el estilo de vida del perro: éste presenta un número mayor de genes que el hombre relacionados con su fino olfato. Era de esperar.
Para la secuencia, el equipo de Ewen Kirkness, del Instituto Nacional del Cáncer en Frederich (Maryland), ha utilizado el ADN extraído de un simpático caniche de Venter, llamado Shadow. Ajeno a la noticia, el perro se dedica a sus dos aficiones favoritas: comer y dormir. Mientras los científicos de Maryland dan los últimos retoques a la investigación, los competidores en esta carrera de perros andan secuenciando el ADN de otro can. Se llama Thasa y es de raza bóxer. Dicen que completarán la lectura antes de finales de año o principios del que viene.
A las secuencias del caniche y el bóxer les precederán otras de diferentes razas. En sólo 10.000 años, los criadores de perros han logrado mediante cruzamientos una diversidad anatómica y conductual fascinante. Basta asistir a una exposición para comprobar la amalgama de razas. Las diferencias morfológicas resulta de lo más divertido y sorprendente: el bulldog de cara aplastada, el galgo de hocico afilado, el pequinés de tamaño liliputiense, el enorme dogo, el tejonero con forma de salchicha o la bola peluda que es el pekinés. Las disimulitudes en los comportamientos de las diferentes razas son también manifiestas, eso sí, salvando los tópicos: el samoyedo es simpático y dócil; el husky, dominante y agresivo; el galgo, brusco; el pastor escocés tiene una habilidad especial para reunir el rebaño y todo lo que tenga a su alcance; el perdiguero adopta la llamada postura "haciendo la muestra" ante una posible presa; y el pit bull es la encarnación canina de la violencia. El carácter de cada perro no es producto del adiestramiento, sino de la estructura genética de la raza. Este punto es de gran interés para los genetistas de la conducta, que intentan descubrir el peso de los genes, frente al del ambiente, en los diferentes comportamientos.
El ADN canino les asistirá. Como ha revelado el genetista Jeff Sampson, del UK Kennel Club, "el genoma del perro podría revelarnos cómo ha sido la cría de perros a lo largo de los siglos". También servirá para conocer íntimamente al mejor amigo del hombre y cómo ha podido soportarnos durante tanto tiempo sin perder la fidelidad.