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LOE

Educar para la libertad

Los principios que inspiran una ley se recogen, generalmente, en lo que administrativamente se llama "exposición de motivos". De las aproximadamente 15 páginas que constituyen la Exposición de motivos del anteproyecto de la nueva Ley de Educación que prepara el Gobierno socialista, la LOE, merece la pena destacar un pequeño párrafo que resulta bastante representativo del pensamiento educativo socialista.

Los principios que inspiran una ley se recogen, generalmente, en lo que administrativamente se llama "exposición de motivos". De las aproximadamente 15 páginas que constituyen la Exposición de motivos del anteproyecto de la nueva Ley de Educación que prepara el Gobierno socialista, la LOE, merece la pena destacar un pequeño párrafo que resulta bastante representativo del pensamiento educativo socialista.
María Jesús Sansegundo, ministra de Educación.
El párrafo en cuestión, que viene a criticar el empeño que pusieron los elaboradores de esa Ley fantasma que está vigente pero que no se permite aplicar, la LOCE, por resucitar el valor del esfuerzo individual del alumno, dice exactamente así:
 
"Pero la responsabilidad del éxito escolar de todo el alumnado no sólo recae sobre los alumnos y las alumnas (sic) individualmente considerados, sino también sobre sus familias, el profesorado, los centros docentes, las Administraciones educativas y, en última instancia, sobre la sociedad en su conjunto".
 
El alumnado, en castellano, no es otra cosa que el conjunto de los alumnos y las alumnas individualmente considerados. Por tanto, el éxito escolar de todo el alumnado sólo puede entenderse como el de todos los alumnos, individualmente considerados.
 
Individualmente se deben considerar también los padres, los profesores y los burócratas de la Administración. Por tanto, sólo se entiende eso de la "responsabilidad de la sociedad en su conjunto" como la suma de las responsabilidades individuales de todos los ciudadanos que la constituyen.
 
Bien es verdad que hacen enormes esfuerzos por disimularlo y rodean sus escritos de palabras biensonantes, pero en cuanto se rasca un poco, en cuanto se pide una mejor explicación de sus principios, surge esa repugnancia que sienten los socialistas al hablar de responsabilidad individual, una repugnancia que está íntimamente relacionada con el desprecio que, en el fondo, tienen por la libertad.
 
Hay que recordar que la base del pensamiento socialista es profundamente antiindividualista, porque para alcanzar la aspiración de un cambio social se precisa el control de la sociedad. Y para ejercer ese control los socialistas necesitan que los individuos renuncien a ejercer su libertad y a pensar por sí mismos. Pero es que, además, han conseguido convencer a casi todo el mundo de que individualismo y egoísmo son la misma cosa y de que una sociedad solidaria pasa necesariamente por ser una sociedad colectivizada.
 
Portada de una edición en español de CAMINO DE SERVIDUMBRE.En los primeros años 40, cuando sobre Europa planeaba la sombra de los totalitarismos más feroces, pocas personas fueron capaces de darse cuenta de que una sociedad colectivizada en la que la conciencia individual había sucumbido al pensamiento colectivo era presa fácil para cualquier totalitario oportunista.
 
En 1940 el economista austriaco Friedrich August von Hayek comenzó a escribir su libro The road to serfdom (Camino de servidumbre), que, según él mismo dijo 35 años más tarde, había nacido de su disgusto "ante la completa confusión en los círculos ‘progresistas’ ingleses sobre el carácter del movimiento nazi".
 
En ese libro, madurado y terminado en plena guerra mundial, Hayek alertaba de la persecución que estaba sufriendo lo que suponía la piedra angular sobre la que los hombres del Renacimiento habían edificado la civilización occidental: el individualismo.
 
La revolución nacionalsocialista, decía Hayek, fue un paso definitivo en la ruina de aquella civilización que el hombre moderno venía construyendo desde la época del Renacimiento, y que era, sobre todo, una civilización individualista.
 
"Individualismo es hoy una palabra mal vista, y ha llegado a asociarse con egotismo y egoísmo. Pero el individualismo del que hablamos, contrariamente al socialismo y las demás formas de colectivismo, no está en conexión necesaria con ellos. (…) Los rasgos esenciales de aquel individualismo son el respeto por el hombre individual qua hombre, es decir, el reconocimiento de sus propias opiniones y gustos como supremos en su propia esfera, por mucho que se estreche ésta, y la creencia en que es deseable que los hombres puedan desarrollar sus propias dotes e inclinaciones individuales".
 
George Orwell (retrato de Lynn Roberts).Cuando en 1944 se publicó el libro de Hayek hubo al menos un intelectual británico, Eric Blair, conocido como George Orwell, que comprendió bien la tesis política del austriaco. Christopher Hitchens, en su obra La victoria de Orwell, recoge unos párrafos de la reseña que Orwell escribió a la obra de Hayek:
 
"En resumen, la tesis del profesor Hayek es que el socialismo lleva inmediatamente al despotismo y que en Alemania los nazis pudieron tener éxito debido a que los socialistas ya habían hecho la mayor parte del trabajo en su lugar: en especial el trabajo intelectual de debilitar el deseo de libertad".
 
"Al poner la totalidad de la vida bajo control del Estado, el socialismo necesariamente da poder a un círculo interno de burócratas, que en casi todos los casos son hombres que quieren el poder por sí mismo y no reparan en nada con tal de conservarlo (...) No se dice con la frecuencia suficiente que el colectivismo no es inherentemente democrático, sino que, por el contrario, le otorga a una minoría tiránica poderes tales que los inquisidores españoles jamás soñaron poseer".
 
Desde hace muchos años la izquierda presume de defender una pedagogía a la que califica de liberal. Llevada de ese supuesto amor por la libertad, predica que los centros de enseñanza sean lugares "democráticos" en los que no se impongan reglas, sino que sean aceptadas por consenso de padres, profesores y alumnos; donde no haya jerarquías, ni en razón de las distintas responsabilidades ni en razón de la distinta sabiduría. Para esa izquierda, educar para la libertad significa que no se debe exigir que el niño se adapte al funcionamiento y a las normas de un centro escolar; antes bien, ha de ser el colegio el que se adapte al niño. En las escuelas donde reina esa pedagogía "liberal" está totalmente prohibido prohibir.
 
La experiencia en muchos países ha demostrado ya sobradamente que ese "liberalismo pedagógico", que quizás haya funcionado en algunos momentos para pequeños y elitistas grupos escolares, extendido a toda la sociedad, a toda la escuela pública, ha convertido los centros escolares en lugares donde reina la anarquía, se desprecia la cultura y se impone la ley del más fuerte, que no suele ser ni el más sabio ni el mejor en el sentido moral del término.
 
Pero es que, además, como consecuencia de esta educación "liberal", la pubertad se ha convertido en una enfermedad interminable. Cada vez la adolescencia de nuestros jóvenes es más larga, cada vez son más los adolescentes que precisan de ayuda psicológica para construir su personalidad de individuos adultos. Esta eterna adolescencia es consecuencia de esa mala educación que no sólo hace difícil a los jóvenes tomar sobre sí mismos la responsabilidad de su vida para hacerse protagonistas de su propia biografía, sino que, además, les está dejando inermes ante las dificultades que antes o después van a encontrar en su vida.
 
El objetivo de la educación ha de ser ayudar al niño a desarrollar su personalidad, a convertirse en un ciudadano responsable de sus actos, y para ello la escuela debe enseñarle a tomar decisiones, debe darle la oportunidad de cometer errores y de aprender de ellos. Eso, entiendo yo, es educar para ser capaz de ejercer el derecho a la libertad.
 
Cuando lo que se pretende es hacer individuos incapaces de decidir por sí mismos y de asumir sus propias responsabilidades, cuando, además, se resta importancia a la formación intelectual y se proponen medidas para resolver el fracaso escolar que sólo pueden conducir a una generalización de la ignorancia, que no digan que se quiere educar para la libertad, porque lo que se está haciendo con la juventud es prepararla para la servidumbre.
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