Desafortunadamente, el descenso del Reino Unido a la dhimmitud está más allá de la parodia. El Consejo Metropolitano Civil de Dudley (controlado por los tories) ha anunciado que, debido a una queja de un empleado musulmán, todos los dibujos y artículos de cafetería con pequeños cerditos y "artículos relacionados con cerdos" estarán prohibidos. Entre los objetos censurados se encuentran una caja de pañuelos de otro empleado, porque muestra un dibujo del osito Winnie de Pooh y Piglet [1]. Y, como sabemos, los musulmanes clasifican a los cerdos como "impuros", incluido un cerdito humanizado de dibujos animados que lleva una bufanda y una camiseta reluciente y colorida.
Cllr Mahbubur Rahmán está a favor de ocultar al cerdo. "Es algo bueno, es tolerancia y aceptación de sus creencias y comprensión", declaró. Eso es todo, amigos, como solía balbucear el cerdito Porky al final de los Looney Tunes. Apenas un poco de provechosa censura en aras de la tolerancia y la aceptación.
¿Y qué hay de malo en eso? Como decía el pastor Niemöller, primero vinieron a por Piglet y no dije nada porque yo no era un personaje de Disney, y además, si lo fuera, me parecería más a Eeyore [2].
¿Y no lo somos todos? Cuando la reina nombra caballero a un "líder de la comunidad musulmana" cuya opinión acerca de la fatwa contra Rushdie era que "la muerte es quizá demasiado fácil", y cuando el primer ministro tiene un "consejero" musulmán que niega el Holocausto y piensa que la guerra de Irak fue inventada por una conspiración judeomasónica, y cuando la mujer del primer ministro lidera la batalla legal en favor de un código de vestimenta talibanesco en las escuelas británicas, no necesitas un cerdo para saber qué lado se está llevando el beicon.
Hace un par de años, cuando un profesor director de Batley, loco por complacer, prohibía "los libros centrados en cerdos", Inayat Bunglawala, del Consejo Musulmán de Gran Bretaña, comentaba: "No existe categóricamente ninguna decisión escrita en favor de esta opinión. Es una malinterpretación de la orden coránica de que los musulmanes no deben comer cerdo". Bunglawala es el musulmán "moderado" típico –cree que los medios británicos "están controlados por los sionistas", etcétera–, pero en el tema del cerdo seguramente tiene razón. Parece improbable que ni siquiera las prohibiciones más estrictas del Corán digan algo acerca de Piglet.
Así que estas pocas noticias que aparecen cada semana son significativas, en su mayoría, como muestra de la apremiante necesidad de los progresistas por rebajarse y de la siempre creciente agresividad de los musulmanes occidentales al poner a prueba su influencia política.
Después de todo, ¿cuán chiflada tiene que estar la voluntad de ofenderse de un musulmán como para ser rechazado fuera de los tribunales? El otro día Burger King retiró los conos de helado de sus locales británicos porque el señor Rashad Akhtar, de High Wycombe, tras una visita a la filial de Park Royal, se quejó de que el remolino cremoso de la tapa se asemejaba a la palabra "Alá" escrita en árabe.
En realidad no se parece, al menos no más de lo que cualquier dibujo con motivos giratorios pueda parecer vagamente árabe. Después de todo, Burger King no es lo bastante suicida como para lanzar el "Helado Alá". Pero después de que el señor Akhtar animase a los musulmanes a boicotear la cadena y afirmase: "Ésta es mi yihad", Burger King retiró el helado y anunció que, por motivos de diseño, volvía al antiguo dibujo.
La ofensa se encuentra, por definición, en el ojo de quien se ofende. Una vez visité el Freud Museum en compañía de la célebre terapeuta sexual Dra. Ruth, que afirmaba poder ver un pene en todas las obras de arte y muebles del lugar. Aun así, cuando sugerí que una escultura se asemejaba vagamente a los genitales femeninos me puso verde sin piedad.
De igual manera, Piglet es profundamente ofensivo, y también lo es tu helado de chocolate, pero si una obra de teatro de West End abre con un Jesús homosexual, los cristianos han de ser menos doctrinarios y estirados. Probablemente, incluso los obispos de la Iglesia de Inglaterra estarían de acuerdo con eso si no estuvieran tan ocupados en su propio y desorientado intento de llegar a los musulmanes, disculpándose por derrocar a Sadam.
Cuando cada acto que hace una cultura transmite debilidad y pérdida de fe en uno mismo, con el tiempo te darán la razón. A largo plazo, estas concesiones triviales son victorias más significativas que volar a los infieles por los aires en el Metro o en los restaurantes de la playa de Bali. Un acto criminal exige al menos la pretensión de seriedad moral, incluso para los apaciguadores más atontados. Pero los pequeños actos de vandalismo cultural corroen el tejido de la libertad casi invisiblemente.
¿Decir que un empleado de un consistorio no puede tener una jarra de café de Piglet sobre su escritorio es realmente una victoria para "la tolerancia"? ¿Y la capacidad de no prestar atención a los cochinillos de los dibujos animados no es lo mínimo que puede esperar Occidente de sus ciudadanos musulmanes? Si el Islam no puede "coexistir" ni siquiera con el osito Pooh o el remolino abstracto de un helado de Burger King, ¿qué probabilidad hay de que pueda coexistir con los principios más básicos de una sociedad plural? Como A. A. Milne casi dijo: "Cambian la guardia de Buckingham Palace / la Ley de Su Majestad es reemplazada por la de Alá".
A propósito, ¿no es enormemente ofensivo para los wahabíes británicos tener un jefe de Estado que es mujer y que no se cubre la cabeza?
Dudo que la Oficina de Correos se dé prisa en sacar otra tirada de sellos conmemorativos del osito Pooh, o que la BBC reviva a Pinky y Perky [3]. Hace cuarenta años la minoría islámica de Gran Bretaña no tenía cifras como para prohibir a Piglet o cambiar el menú del Burger King. Hoy sí. ¿Qué será juzgado "inaceptable" en interés de "la tolerancia" dentro de veinte o, incluso, de cinco años?
Desde el 7 de Julio está claro que el Estado no sabe qué hacer para integrar a los elementos más rencorosos de su minoría de mayor crecimiento. Pero en algún momento los británicos tendrán que preguntarse –mientras aún esté permitido debatir la cuestión con mayor o menor libertad– cuánto están dispuestos a perder. El Bosque de los Cien Acres [4] no es el terreno sobre el que uno elegiría ponerse firme, pero de aquí en adelante sólo puede ser más difícil.
© Mark Steyn, 2005.
[1] El cochinillo del Bosque de los Cien Acres en los dibujos del osito Winnie.
[2] Otro de los personajes de los dibujos animados de Winnie, Eeyore el burro.
[3] Cerditos de guiñol que cantaban en los programas infantiles de TV en los años 60.
[4] Escenario de los dibujos animados de Winnie y Piglet.