Siempre me es difícil hablar de tragedias privadas y por eso nada había dicho sobre el asesinato de Marie Trintignant, tan abundantemente comentado en la prensa gala, y no sólo gala. Si me meto en ello ahora no es por el hecho en sí, sino por los comentarios que acompañaron este trágico suceso. Y son dichos comentarios los que quiero brevemente comentar.
Por los motivos que sean, alcohol y demás drogas, el cantante del grupo “Noir Désir”, Bernard Cantat, mató a golpes a su compañera Marie Trintignant en un hotel de Vilno, Lituania. Es lógico que él diga que fue un accidente, es lógico que su familia y amigos afirmen que no es violento, el caso es que lo fue suficientemente como para matar a golpes. Y yo, francamente, no sé si una persona normalmente apacible puede convertirse en una bestia tal debido al alcohol y las anfetaminas, lo dudo.
No conocía personalmente a Marie Trintignant, me crucé un par de veces con su padre y su madre, por separado, pero con ella nuca. Como actriz, actuando en esas horrendas películas francesas que no logro ver hasta el final, me parecía nula, pero claro, esto no es motivo para asesinarla. Y además, teniendo en cuenta la mediocridad del cine francés actual, puede ser que en alguna ocasión haya sido menos mediocre que otras. No sé, no se trata de eso ahora.
Entiendo perfectamente que su muerte, tan sórdida como trágica, la haya convertido en actriz excepcional para los medios, los amigos, y no hablo de su familia, ya que su dolor evidente supera cualquier tipo de consideración, pero cuando se nos da a entender que su muerte es particularmente atroz porque Marie Trintignant es de izquierdas, entonces, lo siento, eso no. Lo siento, pero eso me indigna y, sin embargo, así fue. Se recordó que estaba muy comprometida en lo políticamente correcto de izquierdas, que figuró en las listas de intelectuales (?) que llamaban a votar a favor de Lionel Jospin en las presidenciales de 2002 y éste se personó en las ceremonias fúnebres, y otras cosas por el estilo.
Implícitamente se nos ha venido a decir que si la víctima hubiera sido, por ejemplo, Brigitte Bardot, que se casó ( no sé si sigue casada, porque es bastante casquivana) con un miembro del reaccionario FN, la tragedia hubiese sido menor. ¿Se dan realmente cuenta de lo que dicen y escriben estos señores, de su manera de querer rentabilizar “para la izquierda” una muerte sórdida? Y si su presunto, no tan presunto, asesino resulta ser mucho más de izquierdas, lo cual es muy probable, teniendo en cuenta la fama de su grupo “Noir Désir”, ¿qué pasa?
Pero las que fueron particularmente indecentes, como tantas veces, fueron ciertas feministas, que se abalanzaron con fruición sobre este triste suceso para convertir a la infeliz Marie Trintignant en héroe y mártir del feminismo, en Juana de Arco de la “cause des femmes”, proclamando: “Siempre es lo mismo, todo sigue igual, nos matan impunemente, hay que destruir la dictadura criminal de los machos”. Muchas de esas histéricas no han dicho ni mú, e incluso, peor, han defendido a los talibanes y otros integristas islámicos, sencillamente por ser antiyanquis, sin que pareciera inmutarlas el hecho de que lo que aquí se califica de “violencias domésticas”, y sería ridículo negar que existen, y, por lo visto, intentamos limitar y sancionar, allá es la ley coránica, y por lo tanto, la única ley. Lo que aquí es el Mal, allá es el Bien.
Pocos días después del asesinato de Marie Trintignant, y para citar solo sucesos ampliamente comentados en la prensa, son muchos más, en Estrasburgo (Europa), el niño Nicolás, de nueve años, moría víctima de malos tratos, yo diría, más bien, torturas. En este caso, los verdugos fueron cuatro: la madre, la abuela, el padre y el tío. Desde luego da escalofríos, y cosas semejantes ocurren todos los días en algún lugar de Europa ( y del mundo). El problema es qué hacer, cómo luchar para disminuir esas atrocidades domésticas, ya que así se califican.
No es nada sencillo porque como en el tremendo caso de Nicolás y otros parecidos ocurren en otras familias. ¿Habría que suprimir a las familias? O, como en el caso de Marie Trintignant, un hombre mata a golpes a su compañera, ¿significa que hay que suprimir a los hombres o sólo cortarnos los cojones? Desde luego hay que castigar. Pues ya está, Bernard Contat está detenido y será juzgado. Pero eso a las feministas radicales no les basta, quieren estrepitosos procesos, quieren comités de vigilancia revolucionaria feminista en cada casa, quieren imponer una censura drástica, hasta la gramática. A fin de cuentas no es la justicia lo que buscan sino el poder. En nombre de la liberación de la mujer quieren imponer un talibanismo femenino.
La macabra utilización de los muertos con fines políticos no es cosa nueva. Sin remontarnos a la Antigüedad, tenemos a Fidel Castro utilizando con cinismo ejemplar la muerte, por él programada, del Che Guevara, el siniestro guerrillero. Recuerdo por ejemplo las manifestaciones y la campaña de prensa que se desató en Italia –y otros países europeos– queriendo convertir el sórdido asesinato de Passolini en crimen político, lo que a todas lunes no era. También recuerdo al director de cine italiano Giuseppe de Santis, comunista entonces, explicar por televisión que en realidad el suicidio de Pavese no era suicidio, sino un crimen de la CIA y eso porque la mujer que tan locamente amaba y que le abandonó ¡era norteamericanaª
Chapado a la antigua, yo considero que lo primero que se merecen los muertos, todos los muertos, es respeto y en la medida de lo posible, silencio. Que la familia y los amigos expresen su pena como les dé la realísima gana, pero los partidos deberían tener un poco más de decencia. A fin de cuentas, rentabilizar los cadáveres debería ser cosa exclusiva de las funerarias. Está visto que no es así y tenemos un nuevo ejemplo con la muerte de Marie Trintignant.
CRÓNICAS COSMOPOLITAS
Dramas privados y demagogia política
Entiendo que la muerte de Marie Trintignant la haya convertido en actriz excepcional para los medios, los amigos, y no hablo de su familia. Pero cuando se nos da a entender que su muerte es particularmente atroz porque era de izquierdas, entonces, lo siento, eso no.
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