Hablando del papel que juega un gobierno en la economía, Ronald Reagan destacó tres etapas: “si algo funciona, impóngale un impuesto. Si sigue funcionando, regúlelo. Si deja de funcionar, dele un subsidio.” Por desgracia, estas etapas describen bien las políticas de muchos gobiernos de países pobres. No es que sus ciudadanos no tengan capacidad para mejorar su nivel de vida, es que el gobierno no les deja.
La libertad económica permite al emprendedor hacer crecer la economía
Para empezar una pequeña empresa ―empresas que crean la mayoría de los nuevos empleos en el Tercer Mundo― lo cierto es que puede que no hagan falta grandes dosis de financiación (si realmente costara tanto crear una empresa qué sentido tendrían los exitosos micro-créditos). El problema es que para registrar esta nueva empresa, y así acceder a la protección y seguridad de la justicia, Sí es preciso tener dinero.
El coste y la duración de formalizar una empresa en América Latina
Coste (US$)
Coste (% de PIB por habitante)
Duración (días laborales)
Uruguay
2957,00
49,28%
29
Bolivia
1483,95
149,89%
104
Guatemala
1142,53
68,01%
41
México
1058,51
20,88%
51
Nicaragua
1025,00
256,25%
128
Panamá
948,34
29,09%
19
Ecuador
814,78
67,34%
90
Costa Rica
802,23
21,06%
80
Argentina
774,00
10,38%
63
Chile
616,80
13,44%
34
Honduras
570,30
66,31%
146
Perú
465,40
22,38%
114
Brasil
430,48
12,02%
90
Colombia
285,51
14,13%
81
EE.UU
210,00
0,69%
5
Canadá
125,62
0,59%
2
Fuente: Banco Mundial (BM)
En Bolivia, uno de los países más pobres de América Latina y donde el PIB por habitante es de 990 dólares (BM 2002), un emprendedor tiene que gastar casi el doble de su renta anual (si realmente ganara la media) y esperar entre cuatro y cinco meses solamente para completar los papeles de registro —y esto sin ninguna garantía de que vaya a ganar dinero con su nueva empresa una vez que consiga abrirla—. El empresario boliviano tiene que entregar 1.200 dólares, un 80 por ciento del coste total, a un abogado para que le prepare la solicitud oficial. Y esta preparación ni siquiera será muy laboriosa. Dura un día por el cual el abogado cobra mil doscientos dólares. Si el gobierno de Bolivia eliminara este paso y permitiera a la gente preparar su solicitud por su cuenta, el coste de registrar una empresa caería de 1.483,95 a tan sólo 283,95 dólares: todavía caro para un boliviano pero casi lo mismo que cuesta precio que en los Estados Unidos.
Tres cuartos de lo mismo ocurre en Nicaragua. Las gestiones de apertura de una empresa cuestan más del doble del PIB por habitante y tardan más de medio año. Sin embargo, 73 por ciento del coste viene del simple hecho de firmar unos papeles delante de un notario (unos 750 dólares para que una persona te mire firmar) y después, es preciso, esperar casi la mitad del tiempo total, sesenta días, a que el gobierno publique una notificación del registro de la empresa.
¿Quién puede arriesgarse así? ¿Quién puede pagar y esperar tanto para empezar su negocio? Sólo las personas que ya tienen mucho dinero. Esta situación aleja a la mayoría de la población aún más de la economía formal y les niega una oportunidad de acceder a la propiedad privada legal.
La situación parece aún más perversa si miramos a los Estados Unidos, la economía más grande y con mayor éxito del mundo. Allí un emprendedor sólo empleará una semana de su tiempo y 210 dólares en fundar su empresa —una cantidad accesible para cualquiera dado que se puede ganar esta suma en menos que una semana trabajando en McDonalds—. No hay necesidad de notarios, abogados, publicaciones o cualquier otro impedimento burocrático. Sólo se tiene que registrar la empresa, rellenar un formulario, y solicitar una identificación fiscal que es gratuita. Los otros pasos son también gratis y se pueden hacer por Internet sin hacer largas colas en horario laboral.
El emprendedor es el motor del crecimiento económico, el creador de nuevas ideas y métodos de producción. Es el que empuja a la sociedad hacia el futuro. El economista francés Jean-Baptiste Say, acuño el término “emprendedor” para definir a alguien que mueve recursos económicos de un área de baja productividad hacia otra de mayor productividad. Es decir, el emprendedor descubre dónde están las mejores oportunidades para crear empleo y riqueza. Sin él, la economía no crece.
Hace poco tiempo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo publicó un informe titulado, El Impulso del empresariado: el potencial de las empresas al servicio de los pobres, en el que destaca algunos éxitos de los emprendedores de los países pobres. Por ejemplo, en Guatemala “la Federación de Cooperativas Agrarias inició un proyecto mixto asociándose con una empresa canadiense. La sociedad resultante exporta ahora a Canadá verduras por un valor superior a 3 millones de dólares anuales, lo cual genera ingresos constantes para 100 mujeres indígenas y da salida a productos de más de 1.000 campesinos”.
Desde Brasil y México hasta la India y Mozambique, hay cientos de miles de personas pobres emprendiendo su propio camino hacia la prosperidad con creatividad y el conocimiento específico de sus circunstancias. Todos ellos demuestran que es mentira que la pobreza sea un círculo vicioso. El problema es que en muchos casos sus gobernantes no les permiten el acceso a la protección de su propiedad, sus vidas y sus ideas. Así, están “atados”: no pueden enriquecer su país.