Recuerdo, por ejemplo, cuando en Australia, país adulto y soberano desde hace decenios, algunos republicanos lograron organizar un referéndum para decidir si debían romper o no los lazos con la Corona británica; una mayoría de australianos votó a favor de mantener dichos lazos, simbólicos, culturales históricos, con el Reino Unido.
Ese prestigio, ese cariño popular, ese extraño carisma de que goza la Corona británica se lo ha ganado ésta a pulso. Cuando la madre de la actual reina, en plena guerra, y con los tremendos bombardeos nazis sobre Londres, se negó a marcharse, a refugiarse lejos; cuando su hija, después de los recientes ataques terroristas, recordó la resistencia británica a los ataques nazis y afirmó que no había muerto ese espíritu de resistencia y patriotismo, los vínculos de todo tipo, sentimentales, folclóricos, políticos, etc., entre los británicos y sus monarcas se reforzaron.
En España no ocurre lo mismo, auque algunos lo crean y a muchos les interese creerlo. Franco designó a Don Juan Carlos como su sucesor porque consideraba –y así lo dijo– que lo único que podía suceder a su tan ilustrada dictadura era la monarquía. Franco no se decantó por el heredero legítimo según los cánones monárquicos: Don Juan, sino por su hijo; y se decantó por éste porque le dio la real gana, y porque Don Juan no era lo suficientemente franquista, según su criterio.
No voy a descubrir mediterráneos diciendo que la cosa funcionó bastante bien. Nadie está siempre totalmente satisfecho, pero funcionó, y Juan Carlos, cuando el tejerazo, se portó como "gitano legítimo", que hubiera dicho Lorca. A estas alturas me parece secundario saber si es cierto que antes de hablar por televisión se había asegurado de que podía hacerlo, de que la mayoría del Ejército le apoyaba para rechazar el golpe militar; el caso es que lo hizo, y bien hecho. Pero desde entonces sólo ha hecho chorradas, paripés diplomáticos con todos los dictadores del mundo, o casi, y demostrado una frivolidad que raya en el aquelarre. Además, parece ser de esos que se creen que ponerse tejanos es moderno.
Todo el mundo sabe, aunque pocos lo digan, que, como buen monarca, vive más en el pasado que en el presente; y que el destino de su abuelo Alfonso XIII, que huyó de España espantado ante los resultados de unas elecciones municipales que la Monarquía no había perdido y que se encontró, por lo visto, en apuros económicos en el exilio, es algo que angustió a nuestro rey. Y para evitar ese destino se montó una fortuna que no tenía pero que ahora, gracias a cortesanos pudientes, ya tiene, aunque me dicen que huele demasiado a petróleo sucio, o sea árabe.
Eso de las fortunas escapa a mi entendimiento, y aún más a mi experiencia; por lo tanto, mis criticas son de otra índole. Por ejemplo: salvó a Felipe González de la cárcel, y hasta del menor proceso, echando toda su real carne en el asador para que no fueran tenidos en cuenta los asesinatos de los GAL, los desfalcos y robos de Filesa, y el bien conocido sinfín de mierdas y trapicheos del reino de Felipe. Los hay que consideran que todo esto no es demasiado grave, ya que, si exculpó a González, lo hizo a condición de que nunca más pretendiera ser presidente del Gobierno, ni siquiera ministro de "Cultura".
Con esto llegamos, a vuelapluma, al último periodo; a este periodo, de decadencia absoluta de España, de la dimisión del Rey ante su fundamental deber constitucional: obrar para que no se rompa la unidad de España. Todos los que hayan oído, o leído en la prensa, su discurso navideño se preguntarán legítimamente si, como en el Reino Unido, se lo habrá escrito su primer ministro. Con la diferencia abismal de que nunca jamás un primer ministro británico ha escrito tonterías como las pronunciadas por Su Majestad este 24 de diciembre. Se ha limitado a repetir el programa del PSOE en el Gobierno. Podrían, perfectamente, estar escritas por uno de sus negros, un tal Rodríguez.
Lo de exigir al PP que se sume a esa trágica estafa del "proceso de paz" con ETA: si lo hubiera escrito un plumífero gubernamental ya sería bastante triste, pero si lo ha escrito Su Majestad, o uno de sus cortesanos, merecería un motín, y multitudinarias manifestaciones contra el Rey. Porque todo el mundo sabe que ETA tiene la sartén por el mango: exige, sin crear verdadero escándalo, ni socialista ni real, una provincia francesa y Navarra; se reorganiza, se rearma, sigue imponiendo su impuesto revolucionario; y mantiene en alerta a sus cachorros, y les entrena en la guerrilla urbana, con continuas violencias callejeras (que nadie pretenda obligarme a emplear los barbarismos vascuences).
La política de ETA es evidente, y tiene su lógica. Dice al Gobierno: "Mientras cedáis a nuestras exigencias, no mataremos. Si traicionáis lo acordado, volveremos a matar; y más que nunca". Y para eso se están preparando. Desde luego, el Rey, en su mensaje navideño, se expresó desde su real altura y su real vaguedad. Exigir que todos los partidos se unan para lograr el fin del terrorismo etarra puede que suene muy bien; lo malo es que ni el Gobierno ni el PSOE obran por "el fin de ETA", sino todo lo contrario.
La policía y los jueces antiterroristas franceses alertan de que ETA se reorganiza y de que su peligrosidad aumenta. Reaccionan y detienen a seis responsables etarras, descubren depósitos de armas y explosivos. Y Rubalcaba declara que los franceses "exageran". Se descubren depósitos de armas y municiones en las Provincias Vascongadas, pero el jefe de la Guardia Civil declara que eso "no significa nada". ¿Hasta cuándo va a seguir la trampa? ¿Hasta cuándo va a seguir el Rey siendo el loro de Zapatero?
Se tragó, Su Majestad, la ignominia del estatuto de Cataluña, y deliró sobre la unidad de España en su pluralidad, mientras este Gobierno está destruyendo España, y ahora pretende que todos los españoles, y no sólo el Gobierno, se rindan ante las exigencias de ETA.
Está visto que este rey ya no nos sirve, es nefasto. ¡Que se vaya! Lo malo es que su hijo, el príncipe Felipe, es muchísimo peor; y que, hoy por hoy, los republicanos declarados, tomo Trevijano, o ERC, o Batasuna, son lo peor de lo peor. Este país se hunde, y a mí también "me duele España".
N. de la R.: Este artículo fue escrito el 29 de diciembre, antes del atentado de ETA contra la T4 de Barajas.