Si España se alejaba de la posición norteamericana, España se hubiera convertido probablemente, y para mucho tiempo, en algo irrelevante para esa importantísima comunidad. Curiosamente, el argumento se manejó poco en España. Pero bastaba con imaginar la posición del gobierno francés, si hubiera habido otros tantos millones de francoparlantes en Estados Unidos, para comprender su relevancia. En este punto, la cerrazón ideológica se aunaba con el desprecio, o el odio hacia lo español, tan característicos de nuestra cultura en el siglo XX.
En cualquier caso, es un riesgo que por ahora se ha podido descartar. Así lo ha demostrado el viaje de Aznar por los territorios más hispánicos, o latinos, de Estados Unidos. Ha sido un éxito político y personal de quien, como dice Los Angeles Times (10.07.03) “desafió la opinión pública española y europea” (europea occidental, subraya la prensa norteamericana) con su apoyo a la intervención en Irak”. En las reseñas de la gira, los periódicos norteamericanos han subrayado el empeño de Aznar en la lucha antiterrorista y el crecimiento económico de España, “una de las estrellas en ascenso en la Unión Europea”, según el mismo diario.
El periódico de Los Ángeles La Opinión (11.07.03) subraya que las inversiones españolas en California pasaron de 55 millones de dólares en 1990 a 200 en 2000 y El Nuevo Herald (10.07.03) insistía en la importancia comercial del viaje, que debe abrir nuevas relaciones y nuevas fuentes de riqueza. Así como el gobernador de California Gray Davis ha recibido al primer ministro español “con los brazos abiertos”, España tiene ahora un papel importante que jugar en Estados Unidos.
Del peligro que se ha corrido dan buena cuenta los errores que siguen esmaltando las informaciones sobre España. El más serio es que Aznar había sido reelegido en las elecciones del pasado mes de mayo (ver, por ejemplo, Los Angeles Times, 10.07.03). Evidentemente, las agencias norteamericanas confunden las elecciones legislativas con las últimas municipales. Pero el error resulta revelador, al menos por dos razones. La primera es que la posición política del gobierno ha resultado ser la ganadora. La segunda, que queda mucho trabajo por hacer ahora que la puerta ha quedado abierta.
En contraste con el viaje de Aznar, es sabido que Rodríguez Zapatero no acudió la conferencia de gobernantes progresistas auspiciada por Blair en Londres entre el 11 y el 13 de julio. No sabemos si le echarían mucho de menos, aunque tampoco se perdió gran cosa. The Financial Times (15.07.03) dedica al evento un suelto reticente en el que cuenta cómo Lula, después de “tres días escuchando trivialidades de Tercera Vía”, decidió alegrar el ambiente con sus comentarios sarcásticos acerca de Estados Unidos. Mathew Parris, en The Times (12.07.03) escribe que en cuanto al nuevo laborismo, aquello olía a muerto, más que a un proyecto de futuro.
A pesar de todo, a Rodríguez Zapatero no le habría venido mal una foto con el selecto grupo de “líderes progresistas globales” entre los que estaban Fabius y Schroeder. Y aunque no le guste, tampoco habría estado de más que escuchara lo que Blair les recordó: que la antiglobalización y el antiamericanismo son “un callejón sin salida” (ver el discurso de Blair en progressive-governance.net). Mejor que mejor si hubiera tenido ocasión de escuchar algo que se debió de comentar en una reunión a la que asistió Bill Clinton, como es la admiración que la esposa de este, Hillary, ha confesado sentir hacia Margaret Thatcher (The Washington Post, 09.07.03). Claro que para bromas, basta con escuchar la televisión gubernamental española. Hace pocos días, el presentador del parte nocturno de la 2 soltó que un grupo de manifestantes había interrumpido la etapa correspondiente del Tour de Francia para exigir la “liberalización” de José Bové. Y se quedó tan ancho.