La primera bienaventurada matanza a la que se refiere Elorza es la de los abogados comunistas, perpetrada a finales de enero de 1977 en la calle Atocha. Recuerdo que, la noche siguiente, iba yo en taxi desde Diario 16 (Padre Damián) a casa (General Martínez Campos); ante las calles absolutamente vacías, que reflejaban el pánico de la ciudad, mi taxista ironizó, con inconfundible gracejo madrileño: "Es como en una película del Oeste: se anuncia la llegada de los sioux y todo el mundo se esconde".
En la visión nacionalcomunista de Elorza, esa provocación de la extrema derecha tenía como objetivo que el PC sacara sus masas, sus armas y sus milicias a la calle, precipitando así un enfrentamiento que conduciría a una nueva guerra civil. Lo malo de este argumento rancio es que el PCE no tenía masas ni militantes, ni posibilidades de hacer nada, salvo esconderse bajo la cama, que es lo que hicieron.
Ahora bien, según Elorza, no hicieron nada porque eran los más fuertes; la suya era una fuerza tan considerable que quedó demostrado que "sin ese partido no podía haber democracia, y que además el Partido sería una fuerza de apoyo fundamental para construirla". Y todo ese autobombo embustero sólo porque hubo una manifestación para protestar por la matanza, a la que yo mismo asistí; pero fue después de, cuando el susto había pasado (como cuando el Tejerazo).
Afirmar que el primer paso fundamental de la Transición se logró debido al atentado, y porque el PC no levantó barricadas en las calles, es tomarnos el pelo, como diría mi peluquero. Antonio Elorza forma parte de esas capillas, que abundan en El País y en los ministerios, que afirman que el PC fue bueno cuando ellos estaban dentro y se hizo malo cuando se fueron para ingresar en la socialburocracia.
El PC fue malo de nacimiento. Una de las grandes estafas de nuestra historia reciente, de la que casi todos han tomado parte, empezando por el Rey, es ésa de considerar al PC un factor decisivo de la Transición no por lo que hizo, sino por lo que no hizo, o sea, por no lanzar sus masas a la calle y no empuñar las armas, cuando todo el mundo sabe que no tenía masas, a menos de consideremos "masas" a Paco Rabal y a Antonio Bardem, y las pocas armas que tenía ya se las había regalado –o vendido– a ETA.
La segunda matanza tan positiva y progresista, según Elorza, es la de los ataques terroristas de la estación de Atocha. No es que celebre los 192 muertos (como celebró Jean Baudrillard los casi 3.000 que se cobró el atentado contra las Torres Gemelas); lo que celebra es la respuesta de los españoles a ese crimen, y que podría resumirse con una frase: "Nos rendimos, no más atentados". Desde la "alianza de civilizaciones" hasta la "reforma de los belenes", todo son agasajos al islam.
"La respuesta ciudadana, de nuevo impresionante (?), supo conjugar el rechazo del terror con la exclusión de todo acto xenófobo", tiene la caradura de escribir, cuando la verdad es que no hubo rechazo ciudadano al terror, ni exclusión de actos xenófobos, sino un gigantesco síndrome de Estocolmo, que, como siempre, se resume en una rendición: hacer lo que queráis, pero, por favor, no matéis a mi abuela. Curioso "rechazo del terror", el de nuestros progres, consistente en rendirse antes de la batalla.
No es que yo sea partidario de hacer exactamente lo mismo que los islamistas radicales, o sea, poner bombas en las mezquitas, o degollar en la calle a Gema Martín Muñoz y a Juan Goytisolo, pero entre esos extremos y la cobardía existe algo que todo el mundo parece haber olvidado: la democracia del Estado de Derecho, que exige respeto a la Ley y castiga –o mejor dicho, debería castigar– a quienes consideran que la ley de Alá, o el irredentismo vasco, es superior a todo.
Pero el catedrático Elorza no se limita a exaltar la pasividad y el miedo de tantos españoles ante el terrorismo, sea éste de ETA o de Al Qaeda –con sus idas y vueltas–, sino que se permite insultar a los holandeses, que tan mal se portaron, hasta se atrevieron a indignarse, después del asesinato ritual de Theo van Gogh. Escribe "ritual", o sea, que según él no fue un crimen facineroso, facha o gangsteril, sino un crimen respetable, puesto que forma parte de los respetables ritos de otra "civilización", esa magnifica civilización musulmana que tiene la mesa puesta en todos los ministerios, universidades y bares de alterne ideológico de la progresía española.
Además, Elorza es ignorante: antes de que escribiera esas memeces, el nuevo Gobierno holandés había incorporado a dos ministros "de origen inmigrante", un marroquí y un turco, creo. A decir verdad, no conociendo a dichos ministros, no sé si es una medida liberal positiva o mera demagogia, pero lo que sí sé es que en Holanda, uno de los países con mayor tradición liberal de Europa, el asesinato de Theo van Gogh (no ritual, mequetrefe, sino fanático), por haber realizado una película sobre la violencia islámica contra las mujeres cuyo guión escribió quien mejor lo sabe y denuncia, mi admirada Ayaan Hirsi Ali, asimismo amenazada de muerte "ritual", armó un sano y justificado revuelo.
Pero no todos en ese país, en relación con ese crimen, o con Hirsi Ali, o con los problemas de una inmigración asfixiante, se comportaron como liberales: también los hubo, demasiados, que sucumbieron al miedo y a la tentación de rendirse. Pero infinitamente menos que en España. Bueno, menos que en la España oficial y sociata que Elorza defiende y que cada vez rechazan más españoles.
Los insultos al PP, queridísimos Elorza, Aguilar y Pradera, no os evitarán perder las próximas elecciones.