Dejando de lado a Julio Verne y a sus seguidores, en el campo de las ciencias sociales habitualmente se citan tres libros como proféticos. "1984" de Eric Blair, más conocido como George Orwell, cuyo título es consecuencia de invertir los dos últimos dígitos del año en que lo escribió. "Un mundo feliz" (Brave New World) de Aldous Huxley publicado en 1932 que fue notablemente mejorado y parcialmente corregido en "Un mundo feliz revisitado" de 1958 y, por último, "La multitud solitaria" (The Lonely Crowd) de David Riesman (1949). Estas obras son ampliamente conocidas y resulta de gran provecho releerlas periódicamente para estar en guardia de lo que significa el totalitarismo.
Pero está el cuarto libro, que es de la excepcional escritora Taylor Calwell, titulado "El abogado del diablo" (The Devil's Advocate) que ha tenido un homónimo por parte de otro novelista, pero la novela de Caldwell pone de manifiesto una extraordinaria competencia y pericia en cuanto a la comprensión de la historia y la filosofía política. Este libro fue escrito en 1952 pero tiene varias reediciones en castellano por Grijalbo de Madrid y está disponible la versión inglesa de 1978 por Aeonian Press de New York. A pesar de que unos veinte libros de Taylor Caldwell están ampliamente difundidos, esta obra, por alguna razón misteriosa, no ha gozado de la difusión que se merece.
Es de desear que este libro de Caldwell sólo sirva de advertencia y que, para bien del mundo civilizado, esta ficción no se torne en realidad puesto que resultaría en una verdadera catástrofe. La novela trata de cuando Estados Unidos de Norteamérica se vuelve comunista. Describe los pasos por los que lentamente se fueron cediendo libertades. Señala las distintas etapas por las cuales los gobiernos fueron aumentando su poder. Apunta la importancia que tienen las acciones bélicas para ser explotadas políticamente. Dice textualmente: "Siempre se mantenía el estado de guerra. Siempre había un enemigo en alguna parte del mundo que debía ser vencido". Muestra la importancia –a la Gramsci– que se le da a la educación para "reeducar y confirmar la devoción y la lealtad" y todo eso, señala Caldwell, se hacía "en nombre de la democracia". Una democracia que no consistía ya en la obligación de los gobernantes de respetar y garantizar los derechos de los gobernados, sino que empezó a degradarse a través del voto ilimitado de las mayorías. Justamente el peligro que divisaban en el siglo XVIII los Padres Fundadores.
Caldwell se pregunta: "¿Qué es lo que hizo que se traicionara a Estados Unidos? [...] La Constitución de los Estados Unidos, la Declaración de la Independencia: ¡seguramente debía haber gente que se acordaba! ¿Por qué permitieron que la Constitución fuera puesta fuera de la ley? ¿Por qué no advirtieron que sus artículos uno por uno fueron devorados por las ratas? ¿No había momentos cuando pensaron en sublevarse como hombres y alzar sus voces en protesta?". Y más adelante: "¿Pensaron realmente que los gobiernos podrían resolver los problemas que antes habían sido resueltos muchas veces por sus padres? ¿Sus caracteres fueron tan desvastados y débiles que la limosna de los gobiernos fue más importantes que su libertad y su humanidad? ¿No sabían acaso que el poder delegado a los gobiernos constituye la herramienta de los tiranos?".
Los diálogos entre los distintos personajes creados por Caldwell resultan ilustrativos y, al mismo tiempo, encienden una enorme luz colorada mostrando el peligro que significa el jugar con fuego. Como sabiamente ha sentenciado George Mason, "un repaso permanente de los principios fundamentales es absolutamente necesario para preservar las bendiciones de la libertad".
Alberto Benegas Lynch (h) es vicepresidente-Investigador Senior de la Fundación Friedrich A. von Hayek de Argentina.