Los sindicatos están descontentos, pero no por el dinero que se gasta su gobierno. Lo que les fastidia es que el logotipo simboliza según ellos la irremediable fractura social fruto del neoliberalismo (Le Monde, 26.11.03).
Leer Le Monde es como volver al pasado. Conviene hacerlo en pequeñas dosis y muy de vez en cuando. En el mismo número se puede encontrar una justificación del torpedeo del Pacto de Estabilidad por los franceses y los alemanes. A Le Monde le ha interesado conocer la opinión de una socialista llamada Pervenche (malva, en francés) Berès. Mme Pervenche Berès es una eurodiputada, es decir algo tan innecesario y tan absurdo como en su categoría lo son la ANPE y el INEM.
Pues bien, la eurodiputada socialista francesa Mme Pervenche Berès sostiene que lo ocurrido con el Pacto tiene su lógica. Y es que a los países pequeños como Irlanda, Luxemburgo, Portugal y los Países Bajos lo único que les preocupa es la competitividad. A Alemania y a Francia, en cambio, les preocupa la cohesión social. De ahí el déficit. ¿Solución? Subir los impuestos de sociedades, subir los impuestos sobre el ahorro e imponer mínimos sociales. Es de prever que con ese dinero se financiará otra de sus propuestas, que es nombrar un “Monsieur Euro”, que exprese el interés general y contrarreste a la Comisión Europea.
La propuesta de Pervenche Berès contrasta con lo que propone Gordon Brown, el Canciller de Hacienda inglés en The Wall Street Journal Europe del día anterior (25.11.03). La Unión Europea, según Brown, se debería preocupar de cómo responder a la globalización de la economía y no enfrascarse en temas de escolástica política como la Constitución.
Como Gran Bretaña no pertenece a la zona euro, el Gobierno inglés se siente bastante libre en esta materia y puede hablar con una soltura que no tienen los demás. Blair, en este aspecto, tiene un margen de maniobra envidiable, como se ha demostrado en la forma en que ha gestionado su compromiso con Francia para crear una defensa europea fuera de la OTAN. Por ahora, la famosa defensa europea, que debería llegar a ser uno de los varios pilares sobre los se iba a construir el magnífico edificio de la Unión se va a reducir prácticamente a una celebración más o menos espectacular del centenario de la entente cordiale, en aquellos felices años en que Inglaterra y Francia eran grandes potencias coloniales y que tan felizmente terminaron en la Primera Guerra Mundial. Algo parecido a la ANPE, al INEM y al Parlamento Europeo, ya saben.
En realidad, todo el mundo es consciente de que Bruselas, sus normas, sus burócratas y su Comisión, han sido en muy buena medida la coartada para aplicar reformas de liberalización y austeridad que los gobiernos nacionales no se atrevían a argumentar ante su electorado. Por eso no entraba en la categoría de cosas absurdas e innecesarias que tan abundantes son en Europa.
Pero ahora el “corazón de Europa”, es decir cinco de los seis miembros fundadores de la UE, han torpedeado el Pacto de Estabilidad. Lo del “corazón de Europa” lo dice Monsieur Francis Mer, ministro de Finanzas francés (International Herald Tribune, 26.11.03). En otras palabras, Bruselas y la Comisión ya no sirven ni de coartada. Los políticos tendrán que trabajar más y ser un poco más valientes. La Comisión ha quedado convertida en otro trasto inútil, y ya van cinco.
Nos queda el sexto y último, por ahora. Es la Constitución Europea, que según todos los indicios va camino de ser de las primeras víctimas del torpedeo del Pacto. Es difícil que se llegue a un consenso después del despliegue de prepotencia del que han hecho gala los franceses —más que los alemanes—, como lo expone el Financial Times en un editorial el 26.11.03. (El Financial Times siempre ha considerado, con razón, que las sanciones previstas en el Pacto de Estabilidad eran imposibles de imponer en caso de que el trasgresor fuera uno de los grandes países europeos.)
No es que haya que alegrarse de que al pobre Pacto de Estabilidad, tan útil, le haya ido tan mal, pero no deja de ser interesante comprobar cómo las cosas absurdas e innecesarias acaban siempre como lo que son: innecesarias, y absurdas.