Estamos ante el enésimo intento buenista por dar con una alternativa al choque de civilizaciones entre Occidente y el Islam. Estos exploradores a lo Lawrence de Arabia llevan años tratando de separar a los yihadistas sanguinarios como Osama ben Laden o Aymán al Zauahiri (antaño líder de la Hermandad Musulmana) de los más dóciles miembros de la Hermandad, que saben inglés, van trajeados y viven en apartamentos en vez de en cuevas. Algunos de ellos incluso admiran a Shakespeare, podemos leer en Foreign Affairs.
Robert S. Leiken y Steven Brooke, los autores de "The Moderate Muslim Brotherhood", sostienen, tras entrevistar a decenas de líderes de la Hermandad en Europa y el mundo árabe, que dicha organización "cumpliría con los procesos democráticos" una vez instalada en el poder, a diferencia de lo que hicieron los nazis, los bolcheviques y los baazistas. "Su vía hacia el poder no es revolucionaria, (...) depende de ganarse el corazón de la gente mediante un proceso de islamización gradual y pacifíco", escribe Leiken, director del Programa de Seguridad Nacional e Inmigración del Nixon Center y experto en… Latinoamérica.
Cuando uno lee ensayos de este tipo se encuentra siempre con lo mismo, con conclusiones que derivan de la lógica, no de los hechos. Quienes así proceden son, de una manera retorcida, profundamente condescendientes con los terroristas musulmanes, a los que declaran gente aceptable porque algunos dicen escuchar música clásica o leer literatura inglesa; o sea, porque comparten aficiones con ellos.
Dejemos de lado las loas a Shakespeare y demás zarandajas y analicemos algunos hechos.
La Hermandad Musulmana se fundó en Egipto en la década de los 20. Cualquier experto digno de tal nombre sabe que engendró la plétora de organizaciones fundamentalistas islámicas que operan hoy en todo el mundo, desde las islas Filipinas hasta las cuevas de Tora Bora. Durante todo este tiempo, la jerarquía de la Hermandad ha sancionado, glorificado y ensalzado la yihad. No ha habido un solo líder de la Hermandad que haya renunciado a este tipo de violencia. De hecho, Leiken y Brooke reconocen que la Hermandad sanciona el empleo de la misma, pero –añaden– sólo en "países y territorios ocupados por una potencia extranjera".
El jeque egipcio Yusuf al Qaradaui, asentado en Qatar, es uno de los más eminentes líderes de la Hermandad. Interviene todas las semanas en el programa de Al Yazira La sharia y la vida. Qaradaui ha dictaminado que los norteamericanos –en Irak– y los israelíes –en todo el mundo– deben ser considerados objetivos legítimos por los terroristas suicidas (que, matándolos, acceden a la categoría de mártires y héroes). Curiosamente, Qaradaui no fue entrevistado por Leiken y Brooke, que ni siquiera lo incluyen entre los diez líderes más importantes de la Hermandad.
Los eruditos suelen quitarse de encima los pronunciamientos extremistas de gente como Qaradaui diciendo que, en la "moderada Hermandad Musulmana", esa manera de hablar es "el equivalente funcional islámico a la doctrina cristiana de la guerra justa".
Por desgracia, los tipos como Leiken y Brooke, con su periodismo deleznable y su eruditismo del tres al cuarto, siempre pueden echar el freno y decir: "Uy, lo siento". Por de nada les serviría ese "uy, lo siento" a los miles, tal vez millones, de personas (musulmanes laicos o moderados, cristianos, chiitas, etcétera) que pagarían las consecuencias del acceso de la Hermandad al poder en países como Egipcio, Jordania, el Líbano, Argelia o Siria.
¿Que no es lo mismo Ben Laden, que mata en nombre de Alá y de un estupefaciente Califato celestial, que la Hermandad Musulmana, que pretende gobernar aquí abajo, en la Tierra? Ya. Que se lo pregunten a los que acabarán enterrados en una fosa común. Quizá no acaben de captar la diferencia...