Y si se le sigue invitando por doquier es precisamente para tener la garantía de que todo terminará en agua de borrajas, o cosas peores, porque ese señor es gafe. Cuando fue presidente era peor, porque tenía muchísimo más poder, es obvio. Menester es precisar que para llegar a ser presidente de Estados Unidos varias cosas son necesarias: la primera, hacerse con el aparato electoral de un partido, en su caso el demócrata, y eso exige cierta habilidad, oportunismo, voluntad, tener o encontrar fortunas, y asimismo seducir con sus discursos a los electores, porque la abstención es gigantesca, ronda en torno a el 50 por ciento, y ni los electores demócratas, ni los republicanos, están atados a sus partidos; votan como quieren y pueden cambiar de opinión.
Pues sus discursos evangélicos y ñoños sedujeron, primero al partido demócrata, y luego a los electores, porque hay mucho de evangélico y ñoño en ese país. Pienso que he demostrado que no soy un antiyanqui sistemático, pero tampoco soy ciegamente proyanqui. El presidente Carter ayudó, sin enterarse, a las guerrillas castristas en América Latina, pensando que ayudaba a organizaciones caritativas (como la UE subvenciona a los terroristas palestinos, creyendo, o más bien fingiendo creer, que subvencionaba “la industria y el comercio”). Cuando los soviéticos invadieron Afganistán, Carter y sus consejeros se echaron a llorar: “Nos han engañado, nos afirmaban que querían la paz”, se lamentaban. Entre otros datos, tengo testigos directos de estas lágrimas, amigos periodistas acreditados entonces en la Casa Blanca. Hasta su operación de comando para el rescate de los rehenes en su Embajada de Teherán fue un chasco. Lo dicho, este señor es gafe.
El único éxito relativo que se le atribuye no es suyo, sino de Anuar el-Sadate. El presidente egipcio fue quien tomó la iniciativa de los únicos acuerdos de paz verdaderos que jamás existieron entre un país árabe e Israel, y Carter se limitó a ser el anfitrión de Sadat y Beguin. Digo y repito y seguiré repitiendo, porque enfrente, y con infinitamente más potencia mediática, se sigue mintiendo, que fueron los únicos verdaderos porqué existía, por ambas partes, real voluntad de paz, y que surtió efectos: Israel devolvió el Sinai a Egipto, se establecieron relaciones diplomáticas, comerciales, etcétera, normales entre ambos países. Y todo se fue al carajo porque los “hermanos musulmanes” asesinaron a Sadat, esa misma organización terrorista islámica que ha copado el consejo del Culto musulmán en Francia y cosas semejantes en otros países europeos.
Está visto que el actual presidente egipcio, Mubarak, se echó para atrás, reanudando la política “moderadamente” antiisraelí de Nasser y demás dirigentes árabes. Se me dirá que a Isaac Rabin también le asesinó un israelí, desde luego, ¿quién ha dicho que en Israel no había asesinos, fanáticos, cretinos o estafadores? Yo no, en todo caso. Pero lo que se nos quiere presentar como un empate, un asesinato político frente a otro, en realidad no lo es porque en Israel, pese al dolor de muchos, y, claro, de la familia, nada ha cambiado o nada esencial: la democracia persiste. Sin embargo, Egipto ha cambiado radicalmente su política exterior, alineándose Mubarak con el frente árabe anti israelí.
Sin demasiado entusiasmo mediático, las cosas como son, se ha intentado presentar la reunión o conferencia de Ginebra como la primera iniciativa de paz seria, con repercusiones mundiales, y la primera vez que palestinos e israelíes dialogaban juntos y ofrecían al universo la ilusión de que ese diálogo era el único camino hacia la paz definitiva. Eso es totalmente falso. Varias veces, en Camp David, en Oslo, en Madrid, y seguro que se me olvida alguna ciudad donde se han celebrado conferencias en la cumbre entre palestinos e israelíes bajo los auspicios de los USA, de la ONU, de la UE, sin el menor resultado. También hubo centenares de reuniones, no oficiales, casi diría privadas, entre israelíes y palestinos para buscar soluciones, sin encontrarlas.
La diferencia con ésta última de Ginebra es que se celebró a bombo y platillo, con presencia masiva de famosos y de los medios de información. Los resultados fueron los mismos, o sea, nada. Y no podía ser de otra manera, ya que estaba simbólicamente presidida por Jimmy Carter, el gafe. Y si hubiera salido algo, sólo podía tratarse de desastres. En realidad, en esta reunión hip-hop, si la búsqueda de la paz y la creación de dos estados, si no amigos, al menos no beligerantes, estaba en la mente de muchos participantes, la maniobra tenía otro objetivo: la de arrinconar a Ariel Sharon, aislarle internacionalmente. Puesto que ha vencido dos veces consecutivas en las elecciones, y pese a los gravísimos problemas que tiene hoy en día Israel, no se ve muy claro quién podría sustituirle a la cabeza del gobierno en un futuro inmediato. Se ha ideado esa gigantesca operación de propaganda para echarle de su cargo, desde fuera. No ha sido un éxito, salvo mediático, y muy relativo.
Los optimistas anti Sharon nos dicen que hasta Colin Powell ha recibido a los promotores israelíes y palestinos de esta conferencia, pues me parece muy bien y muy normal que el secretario de estado norteamericano se entreviste y discuta con todos aquellos que tienen, o piensan tener, ideas para salir del trágico atolladero actual, es su deber de informarse. Pero Powell ni quiere, y sobre todo ni puede, destituir a Sharon, porque eso está en manos de los electores israelíes y únicamente en sus manos. Y es el único veredicto que Sharon aceptaría. ¡Todavía hay clases! Los motivos por los cuales tantos famosos se han precipitado a Ginebra son, como siempre en estos guateques, muy variopintos: los hay capaces de cualquier cosa para salir en la foto, una foto humanista, se entiende, los hay quienes pensaban que podría ser útil para la paz, los hay, desesperados, que luchan contra su desesperación y se dicen que “algo hay que hacer, así no se puede seguir”, sin tener muy claro lo que ese “algo” pueda significar; y también los hay listos, que han visto el carácter anti Sharon de la operación y se apuntan con entusiasmo.
En la televisión francesa que informaba del evento, noté, dicho sea de paso, que en el mapa de la futura Jerusalén que salía en la pantalla, Jerusalén planeada por los conspiradores, y en los comentarios había desaparecido el barrio armenio, del que ya hablé, pero el barrio judío seguía siendo un gueto y las tres cuartas partes de Jerusalén estarían ocupadas por los palestinos.
Prácticamente al mismo tiempo que la reunión multitudinaria de Ginebra se celebraba en El Cairo una reunión de las organizaciones terroristas palestinas para saber si decidían una tregua en sus atentados. La conclusión fue tajante: nada de tregua. El cuento de nunca acabar. La guerra sucia continua y todo el resto no pasa de ser conversaciones de puerta de tierra. ¿Por qué le trato a Carter de manisero? Es bien sencillo, porque lo es.