
Para empezar, habla usted con un tono impropio de un demócrata, un tono revelador del desprecio profundo que, bajo sus grotescos halagos, le inspiran los vascos. Usted se siente "orgulloso del pueblo", dice con soberbia de demagogo tercermundista. Un poco de humildad, señor Ibarreche. ¿No debiera ser al revés? ¿No debiera ser el pueblo vasco el que se sintiera orgulloso, si fuera posible, de usted? Usted invierte los papeles hablando como el maestro que expresa su satisfacción por la aplicación de sus niños. Me parece que los vascos con criterio propio jamás aceptarán verse tratados así, ni podrán estar orgullosos de quien lo pretenda.
Y menos podrán estar orgullosos de alguien capaz de concentrar tantas mentiras y tonterías en tan pocas líneas. Menciona usted "nuestra lengua, el euskera". Pero, señor Ibarreche, el vascuence no es la única lengua de los vascos, no es la lengua de la mayoría ni tampoco la de usted mismo. La lengua de usted, su lengua materna, es el castellano, y su vascuence, aprendido a matacaballo, no es fluido ni usted se expresa en él con naturalidad. No es su idioma, o por lo menos no es su idioma principal, en el que pueda usted razonar con alguna soltura. Renegar de la lengua materna, sentirse avergonzado de ella, de la cultura de sus padres, tiene mucho de bellaquería, una de esas que ya califican a la persona. Si hubiéramos de hacerle caso, usted mismo no sería vasco, o sería un vasco deficiente, un vasco averiado. No me extrañaría que así se considerase íntimamente y que, por una típica reacción psicológica, quisiera compensar esa sensación de inferioridad exagerando la nota contraria.
Pero eso es asunto particular suyo. La cosa cambia, y revela nuevamente un espíritu antidemocrático, cuando quiere dar por sentado que todos los vascos, por las buenas o por las malas, deben acompañarle en esa bellaquería, si quieren ser vascos "auténticos". Cuando trata de definirlos por ese idioma, como hacen usted y su partido. Usted emplea ilegítimamente los resortes del poder para proyectar sobre la sociedad unas ambiciones tiránicas y envenenarla con sus propios sentimientos de insuficiencia. Esto es también profundamente antivasco, pues equivale a mutilar la cultura regional de la mayor y seguramente mejor parte de su cultura, que siempre se ha expresado en castellano. Usted quiere reducir a muy poco la tradición vasca, de modo similar a como los sicarios de la Revolución Cultural destrozaban la cultura china en aras de utopías "populares". ¿Ve usted como bajo sus beatos elogios a unos vascos ideales y futuros se descubre fácilmente el desprecio y la agresividad contra los vascos reales e históricos?
Aunque ustedes suelen etiquetar de nacionalistas españoles a quienes les llevan la contraria, fíjese usted, señor Ibarreche, que a mí, como "nacionalista español", no me molesta la existencia del vascuence, o que en ese idioma se escriba más y, sobre todo, mejor. Las leyes autonómicas, derivadas de una Constitución que ustedes quieren destruir, admiten el vascuence como idioma cooficial en las Vascongadas, y a ningún "nacionalista español" se nos ocurre pretender que el castellano defina en exclusiva a los vascos, pese a ser la lengua materna de la gran mayoría de ellos, pese a haberse expresado en este idioma, repito, casi toda la cultura vasca, sin excluir la misma literatura, si así queremos llamarla, del PNV.

Lo que demuestra este hecho, como tantos otros, es que ya en aquellos lejanos tiempos medievales los vascos no veían como extranjeros a los españoles ni al idioma predominante entre ellos. He aquí la historia real. Y los vascos reales, que se han sentido españoles durante siglos, prácticamente desde que existe España, no podrían estar orgullosos de quien, como usted, falsifica los hechos con tal descaro.
Precisamente por haber sido así la historia y sentimientos de los vascos, toda la doctrina, todo el empeño, toda la injuriosa prédica nacionalista queda sintetizada en las frecuentes lamentaciones de Arana, el "Maestro" de usted, señor Ibarreche, cuando clamaba furioso: "Ni parece que haya maketos y bizkaitarras, sino que todos somos hermanos", o bien: "El euskeriano y el maketo, ¿forman dos bandos contrarios? ¡Ca! Amigos son, se aman como hermanos, sin que haya quien pueda explicar esta unión de dos caracteres tan opuestos, de dos razas tan antagónicas". A crear ese antagonismo, a destruir la fraternidad entre "euskerianos y maketos" dedicó su vida aquel orate y han dedicado sus mayores esfuerzos sus seguidores, con tenacidad digna de mejor causa. Esa triste historia de fomento del odio es la única de la que gente como usted puede sentirse orgullosa.
Hoy Arana y sus seguidores, usted mismo, han alcanzado bastante éxito. Han convencido a muchos vascos –insuficientes para su designio, pero demasiados para la tranquilidad y la libertad de España– de constituir "una nación tan distinta de la española como de la china o de la zulú", una "raza singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo". Porque esto hay en el fondo de todas sus prédicas. Han fomentado sin tregua el agravio, la aversión, el sentimiento de una pretendida superioridad, y para ello han convertido ilegítimamente la enseñanza y los medios oficiales de masas en aparato de propaganda de su partido, costeado por todos los ciudadanos.

Entre la violencia etarra y la complacencia o connivencia de usted y su partido con ella, han llevado a la ruina la democracia en esa comunidad autónoma, donde cientos de personas han sido asesinadas, miles tienen que vivir con escolta policial, decenas de miles han debido huir de allí; donde sufren hostigamiento constante, no pocas veces mortal, los partidos no nacionalistas (excepto el comunista, y ya significa algo el dato). Mientras tanto ustedes afirman que "en Euskadi se vive muy bien". Y se come y se bebe muy bien, todo el mundo lo sabe, pero vivir significa algo más que eso. El PNV y la ETA, se ha dicho con justicia, han arrebatado a la mitad de los vascos su libertad y a la otra mitad su dignidad, sobornándola con eso de la "buena vida" o la "calidad de vida". Una "buena vida" muy similar a la proporcionada por los nazis mientras imponían su tiranía y su violencia en Alemania. Ese es el bien que han traído los nacionalistas a la sociedad vasca, de la que dice sentirse usted tan orgulloso. Si es verdad lo que usted afirma de la ETA, señor Ibarreche, usted es su primer cómplice político y moral, usted comparte el carácter dañino e inhumano del Terrorismo Nacionalista Vasco, usted es un enemigo del pueblo vasco, como han sido enemigos de sus pueblos tantos tiranos que no paraban de adularlos impúdicamente.