Al Gore, uno de los profetas de esta nueva religión, ha declarado: "El 15% de la gente cree que lo de la llegada del hombre a la Luna no fue tal, sino un montaje perpetrado en algún estudio de cine. También hay quien aún piensa que la Tierra es plana. Unos y otros se reúnen los sabados por la noche y festejan junto con quienes niegan el cambio climático".
Allá por el año 2000, el entonces reportero del Boston Globe Ross Gelbspan aconsejaba a los medios: "Los periodistas no sólo no estamos obligados a informar sobre lo que dicen los científicos que se muestran escépticos en lo relacionado con el calentamiento global, es que no debemos ocuparnos de lo que digan".
Lawrence Solomon reproduce ambas perlas en The Deniers, donde da cuenta de las posiciones que mantienen los científicos escépticos en tal materia. El dogma establecido sostiene que la temperatura del planeta está experimentando un crecimiento constante como consecuencia de los gases de efecto invernadero generados por el hombre, lo cual provocará innumerables desastres medioambientales y humanos: inundaciones, huracanes, sequías, pandemias... Por ello, es necesario, se nos dice, atajar la emisión de los referidos gases, al precio que sea, pues el planeta está en peligro.
Se estima que el coste anual de aplicar el Protocolo de Kioto, que pretende limitar dichas emisiones y rige hasta el año 2012, ascendería a más de 100.000 millones de dólares (Energy Information Administration, 1998; International Council on Capital Formation, 2005). Aun así, no se tiene certeza alguna de que se alcanzara el objetivo deseado. Por lo demás, el ecologista disidente Bjorn Lomborg afirma que si se cumpliera lo estipulado en Kioto hasta 2100, sólo se conseguiría retrasar en seis años el calentamiento previsto.
No son pocos ni inexpertos los que difieren del dogma. En su libro, Solomon cita, por ejemplo, a Edward Wegman, ex presidente del Comité de Estadística Teórica y Aplicada de la Academia Nacional de Ciencias, que critica la teoría que afirma que las temperaturas han aumentado extraordinariamente en el Hemisferio Norte; a David Bromwich, presidente de la Comisión Internacional sobre Climatología Polar, que cuestiona el incremento de las temperaturas en la Antártida; a Paul Reiter, jefe de Enfermedades Infecciosas del Instituto Pasteur, que rechaza la afirmación de Gore de que la subida de las temperaturas hará que se extiendan las enfermedades transmitidas por mosquitos y demás insectos; o a Christopher Landsea, ex presidente del Comité sobre Meteorología Tropical y Ciclones de la Sociedad Meteorológica Americana, que pone en duda la relación entre los cambios de tempetura y el incremento de la actividad ciclónica.
Hace poco se prestó una gran atención a la posible caída de la barrera de hielo de la Península Antártica. A Ben Herman, ex director del Departamento de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Arizona, le extraña que se preste tanta atención a la referida península y no al hecho de que la temperatura está descendiendo en el 95% de la Antártida. Hoy hay más hielo allí que hace un par de décadas.
La International Climate Science Coalition ha presentado al Dr. Pachauri, presidente del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), la Declaración de Manhattan, en la que medio millar de expertos en clima solicita al referido organismo que modifique su tesis de que el aumento de los niveles de CO2 determina el calentamiento global, ya que no hay evidencia histórica alguna que la respalde. Es más, aunque en los últimos diez años los niveles de CO2 han aumentado continuamente, las temperaturas medias han bajado.
La Civil Society Coalition on Climate Change ha elaborado un informe en el que Paul Reiter critica que se relacione el cambio climático con un aumento del número de enfermedades. Por su parte, Indur Goklany, autor de varios libros sobre problemas medioambientales, sostiene no ha aumentado la mortalidad vinculada a las situaciones climáticas extremas. Y Douglas Southgate, del Departamento de Economía Agrícola y Ambiental de la Universidad de Ohio, afirma que una subida de las temperatuas no afectará a la agricultura, ya que existen amplias evidencias de que, ante circunstancias nuevas, se empreden estrategias de adaptación eficientes.
En definitiva: la tesis predominante sobre el cambio climático es más políticamente correcta que científicamente exacta. La discusión se enriquecerá si entendemos que las opiniones del IPCC y de gente como Al Gore no son sagradas.
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