Muy astutos, o más bien se pasan de listos, esos aguilares carcas vestidos de progre. Con su habitual jerga kominterniana, proponen al PP y a todos los que se oponían a su rendición ante ETA que compartan su fracaso y, más aún, que acepten ser los culpables de dicho fracaso. Este maquiavelismo de casa de putas, además de ser una implícita, pero que muy implícita, confesión de que han fracasado, es de un cinismo de casino: nos equivocamos, mentimos, nos rendimos, pero vosotros tenéis la democrática obligación de cargar con el muerto, porque si no hacéis el juego al señor Rodríguez, a su Gobierno y a su partido hacéis el juego a ETA. Vieja costumbre de la mafia siciliana, ésta de castigar a inocentes para salvar a los culpables cuando éstos son capos.
Eso no impide que estemos en un callejón sin salida, mucho peor que hace dos años, y, evidentemente, por culpa del Gobierno y de su presidente. Porque, pese a lo que escriben sus plumíferos y sus catedráticos, ETA sigue igual de asesina, y lo único importante es cómo liquidar a ETA, no saber quién se lleva las peras del olmo.
El proyecto político del señor Rodríguez era tan sencillo como evidente; pero, para "no hacer el juego de la derecha", todos los sociatas, incluso los inconformes y hasta los furibundos, los Bono, Rodríguez Ibarra, Guerra, etcétera, lo aceptaron, algunos a regañadientes, pero lo aceptaron. Dicho proyecto político, ya se dijo, pero yo lo repito, era sencillísimo: permanecer eternamente en el poder. O sea, montar algo equivalente a la "dictadura perfecta", como definió Mario Vargas Llosa, cuando aún era capaz de definir algo, la permanencia del PRI mejicano en el poder.
Para ello utilizó varios fattos di moda, como los matrimonios homosexuales o la paridad (o sea, el mismo número de cretinos y cretinas en el Gobierno y demás instituciones públicas), y algo de medio ambiente como pluma al vento, también de moda. Lo serio fue el nuevo estatuto anticonstitucional catalán, para que los catalanistas le apoyen eternamente, y la estafa criminal, que le está resultando peligrosa, del negro paripé del "proceso de paz" con ETA.
Algunos se habrán creído que han logrado afeitar el proyecto de estatuto votado en el Parlamento catalán, pero cabe preguntarse si los catalanistas, para obtener lo que querían, no han exigido muchísimo más al principio, para poder así fingir hacer, con la complicidad del señor Rodríguez, importantes "concesiones" y calmar los ánimos. Las cosas han funcionado, por ahora, y la única rebeldía visible –porque la procesión va por dentro– ha sido la creación del Partido de los Ciudadanía, dato interesante, pero aún incapaz de cambiar la relación de fuerzas políticas.
El sarampión de nuevos estatutos, nuevas "naciones", nuevos embustes y nuevas corrupciones a lo largo y ancho de nuestra Piel de Toro está convirtiendo España en un verdadero reino de taifas; está destruyendo España, en una palabra. Pero la piedra de toque del proyecto zapaterista de "dictadura perfecta" era, sin lugar a dudas, el espejuelo del fin de la violencia en el País Vasco. Cosa a todas luces imposible, porque ETA y sus numerosos cómplices –no me refiero a Batasuna, que es ETA– han dicho claramente, y desde hace tiempo, lo que pretenden: un "Gran País Vasco", tras la conquista de Navarra y una provincia francesa, y además independiente, con su ejército, su policía, sus tribunales revolucionarios, su lengua única, su "educación", sus banderas y su representación diplomática –en la UE, claro, pero también en la ONU, y en el mundo entero.
Para lograrlo, podía jugar a la tregua, pero jamás abandonar la lucha armada. El señor Rodríguez sabía que no podía concederles todo, pero podía concederles mucho y, sobre todo, ganar tiempo, a fin de triunfar en las próximas elecciones con el anzuelo de los "pasos hacia la paz". No sólo podía hacer concesiones a ETA, sino que las hacía, y el porvenir de Navarra, pongamos, estaba en peligro.
Hoy por hoy, me limitaré a denunciar el más evidente de los escándalos: Otegui es el "preso" con más libertad del mundo, y la ilegalizada Batasuna actúa con más libertad que nadie. Y muchas otras cosas, más escondidas pero igual de graves: la extorsión continúa, pero se silencia; la violencia callejera aumenta, pero no se reprime; el terror cotidiano en las aldeas y barrios vascongados se agrava, pero el "proceso de paz" –que hay que proteger como la niña de nuestros ojos, que decían nuestros abuelos– impone mirar hacia otro lado...
La furgoneta con 800 kilos de explosivo que destruyó el aparcamiento de la T4 de Barajas, mató a dos personas e hirió a otras, pese a lo que digan altos magistrados, políticos, catedráticos, aguilares y batasunos, según los cuales ETA sigue muerta y este atentado no significa nada, salvo los últimos espasmos del difunto, y por lo tanto no ha concluido el "proceso de paz"; la furgoneta que causó tal desastre ha obligado, sin embargo, al Gobierno a "suspender" dicho proceso y a pedir socorro al PP.
Este partido se encuentra, pues, ante una disyuntiva, y no faltarán quienes, en sus filas, exijan responder favorablemente a esas propuestas, aparentemente conciliadoras, sin esperar siquiera a que los hechos confirmen las confusas palabras, fruto del desconcierto e indecisión de algunos sociatas pero que esconden muy mal la trampa política: que el PP cargue con el muerto y se reconozca como el principal culpable del fracaso.
Desde luego, si, por milagro, el PSOE y el Gobierno cambian realmente de actitud y de política, y combaten firmemente y por primera vez desde 2004 a ETA, el PP y la oposición en general podrían asimismo cambiar de actitud y de política en relación con el Gobierno y el PSOE. Pero esto, por ahora, no son sino meras hipótesis y especulaciones hueras. Y no es lo que más interesa a la mayoría de los españoles: lo que más nos interesa es el fin de ETA, su liquidación real y absoluta.
Para salir de este callejón sin salida yo no veo más que una solución, tan tremenda como única, después de tanta trampa y tanta tregua: no sólo volver a la firmeza del último Gobierno de José María Aznar, sino reforzarla aún más; y, puesto que los etarras no entregan sus armas, hay que ir a por ellas. Hay que ir a por todo. Hay que terminar con ETA.
Y esto no se hará sólo con discursos, ni siquiera con votos en el Parlamento. Es necesaria una movilización general, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en primer lugar, pero también de la opinión pública, de todos los ciudadanos, de todos los españoles.