Otro caso conocido es el del senador Ted Kennedy, que clama contra las centrales térmicas porque, dice, producen calentamiento global pero que se opuso con éxito a que instalaran unos cuantos molinos de viento bien cerquita de su casa de Cape Cod. Y qué decir de la Cumbre de Bali: los barandas que nos han vuelto a martillear con la amenaza del cambio climático han preferido desplazarse hasta Indonesia en aviones comerciales y jets privados en vez de recurrir a las nada contaminantes videoconferencias y perorar tranquiamente desde sus casas o lugares de trabajo. Quizá uno empezaría a creerse que el cambio climático es una crisis si quienes quieren cambiar nuestras vidas para atajarla empezasen a comportarse como si realmente la hubiera.
Milloy habla también de los fundadores de Google, de Madonna, de James Hansen –un tipo que recibe dinero de George Soros pero acusa a los científicos que están en desacuerdo con él de estar financiados por intereses privados–, de Arnold Schwarzenegger... Nosotros podríamos añadir a Zapatero, que dice creerse todo lo que le cuentan sobre el calentamiento y la subida de los mares pero se compra una casa en la playa... que se hundiría bajo las aguas si todo eso fuera cierto.
Todos éstos son, indudablemente, casos de incoherencia, de no hacer lo que se predica. ¿Pero se trata realmente de hipocresía? Sin duda, de acuerdo con esa mala costumbre actual que consiste en convertir hipocresía en un mero sinónimo de incoherencia, sí; pero, como escribiera Jeff Jacoby al hablar de un asunto completamente distinto, "hipocresía no es simplemente decir una cosa y hacer otra puntualmente. Es una forma de duplicidad. Un hipócrita es alguien que no cree en las opiniones morales que proclama y las viola en su propia vida de manera rutinaria".
No es hipócrita quien cede a una tentación o tiene un momento de debilidad; sí lo es, en cambio, aquel cuyo comportamiento entra sistemáticamente en contradicción con sus proclamas. Así las cosas, podríamos hacer una criba en la lista de Milloy y distinguir entre los meramente incoherentes y los verdaderamente hipócritas. Entonces resaltaría más el caso de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, que después de crear un comité sobre calentamiento global e independencia energética puso al frente del mismo a un veterano activista antinuclear.
Digámoslo claro: si alguien le dice que el calentamiento global es el mayor desafío medioambiental del siglo XXI –o incluso le quita el adjetivo "medioambiental"–, algo que va a producir infinidad de hecatombes, por lo que debemos actuar ya, pero al mismo tiempo se opone frontalmente a la energía nuclear, no cabe duda de que nos hallamos ante un hipócrita de marca mayor; ante alguien que predica una cosa pero no se la cree, pues si lo hiciera aceptaría la energía nuclear como mal menor, como ha hecho recientemente Gwyneth Cravens, antigua activista antinuclear que ha cambiado de opinión, ojo, cuando supo de la necesidad de que exista una electricidad de base y de la imposibilidad de que placas solares o molinos de viento pudieran proveerla. Bien está que se lo haya pensado dos veces, pero asusta que existan activistas con tal grado de ignorancia sobre los hechos más básicos acerca de aquello que quieren prohibir.
Cuando se miran así las cosas, sólo cabe concluir que ni Gore ni Zapatero ni el ecologista medio superan este sencillo test. Son, pues, unos hipócritas de tomo y lomo.
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