Cuando Fidel Castro está con un pie en la tumba y Hugo Chávez ya tiene en contra a dos de cada tres venezolanos, la subversión refuerza enormemente su capacidad de avance al gozar de la oportunidad que representa gobernar un gigante de más de ciento sesenta millones de personas con la undécima economía del mundo en volumen de producción. Tras la caída del bloque soviético en 1989, Fidel Castro decidió crear una transnacional latinoamericana de la subversión. Ésta tenía como objetivo no sólo contribuir a mantener la tiranía de Castro en Cuba, sino extender mediante el apoyo mutuo, el socialismo (con esa u otra denominación más o menos “atractiva”) por toda América Latina.
Así lo explicaba Alejandro Peña Esclusa en un magnífico artículo titulado ¿Qué es el Foro de Sao Paulo?: “Aprovechando el poder parlamentario que tenía el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, Fidel Castro convocó en 1990, junto con Luis Ignacio Lula da Silva, a todos los grupos guerrilleros de América Latina a una reunión en la ciudad de Sao Paulo. Además del propio PT y del Partido Comunista de Cuba, acudieron al llamado el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua; la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG); el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador; el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de México; y varias decenas más de grupos guerrilleros y partidos de izquierda de la región que se han ido sumando a lo largo de los años, como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de México. Allí decidieron conformar una organización que se denominó el Foro de Sao Paulo. Según un cable de AP, fechado en Montevideo, Hugo Chávez se inscribió en el Foro de Sao Paulo el 30 de mayo de 1995. Esto fue confirmado por Pablo Beltrán, líder del ElN, en una entrevista realizada por Globovisión el 17 de noviembre de 1999”. También la organización terrorista ETA-HB colabora habitualmente con dicho Foro a través de sus extensiones más internacionales, Foro de Porto Alegre, Foro Social Mundial...
Para dirigir centralizadamente dicha trasnacional se creó, al viejo modo de los partidos comunistas, un Estado Mayor civil, dirigido principalmente por Fidel Castro, Lula da Silva, Tomás Borge y el dominico brasileño Frei Betto. Dicho aparato no militar se encarga de las funciones de agitación y propaganda, acción política, desestabilización económica —“concienciación” de masas como gustaba de llamarlo el teólogo de la liberación Helder Camara–, etc. Junto a él, un Estado Mayor militar, comandado también por el propio Fidel Castro, el líder sandinista Daniel Ortega, y también el argentino Enrique Gorriarán Merlo, que fue fundador del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y posteriormente del Movimiento Todos por la Patria (MTP). Gorriarán Merlo fue autor del ataque terrorista de enero de 1989 al regimiento de infantería de La Tablada, en Buenos Aires, donde murieron 39 personas, fue quien encabezó la escuadra que asesinó a Anastasio Somoza en Asunción, Paraguay, en septiembre de 1980, y también quien organizó la maquinaria militar del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) del Perú. El aparato militar engloba una variada serie de actividades que van desde el sabotaje y las algaradas hasta el terrorismo y la guerra civil —como en el caso de Colombia. La formación y entrenamiento de milicias y células terroristas se lleva a cabo habitualmente en los santuarios bajo control propios, sean éstos la “zona de despeje” de la guerrilla colombiana o los arrabales de Caracas, en donde cientos de asesores militares cubanos organizan “ejércitos populares” para la defensa de la revolución “bolivariana” o las “marchas indigenistas” del Ecuador.
No en vano, el Dr. Constantine Menges, investigador del Hudson Institute y ex asesor de Seguridad Nacional de la presidencia de los Estados Unidos, acaba de advertir de que “los efectos políticos de una eventual victoria del izquierdista Partido de los Trabajadores en Brasil, en las elecciones de octubre próximo, podrán ser peores aún que los efectos económicos. Quedaría constituido un eje Castro-Chávez-Lula capaz de empujar hacia la izquierda a otros países sudamericanos y de establecer una peligrosa alianza estratégica con China comunista, así como con Irán e Irak, dos países terroristas (...) en esa perspectiva, la región podría ser incluso usada como plataforma de agresión contra los Estados Unidos, por movimientos terroristas islámicos”.
El marxismo es hoy día una ideología desprestigiada tras la experiencia soviética. Los directivos del Foro de Sao Paulo decidieron adoptar pues diversas fachadas, algo por otra parte nada novedoso si recordamos la vieja idea de las “correas de trasmisión” enunciada por el propio Lenin. Una de esas fachadas ha sido el indigenismo, o la supuesta lucha por los derechos de los indígenas, para encubrir la formación de grupos guerrilleros (EZLN). Otra fue el ecologismo radical que, alegando la protección del medio ambiente, justifica la acción de terroristas que obstaculizan el progreso dificultando la construcción de obras de infraestructura, como carreteras y tendidos eléctricos. En tercer lugar, la llamada teología de la liberación (Frei Beto, Leonardo Boff, Evaristo Arns), con el objetivo de infiltrar la Iglesia Católica y aprovecharse del prestigio de la misma en países como Brasil y Méjico, los dos gigantes que siempre han sido el sueño dorado de Castro.
¿Y qué hay del supuesto giro moderado de Lula?, se preguntará más de uno. En un reciente discurso durante el seminario “Otro Brasil es posible” organizado por el Instituto Ciudadanía y recordando su reciente intervención en la 10ª asamblea anual del Foro de Sao Paulo, que tuvo lugar en diciembre de 2001 en La Habana, Lula reconoció que “no podemos continuar creyendo que nuestros fracasos electorales están en las virtudes de nuestros adversarios y no en nuestros defectos”, porque “a veces la izquierda hace un juego que no siempre es el más conveniente”. Y ese juego imprudente ha consistido, según él, en mostrar al público brasileño un perfil “muy radical”. Ese defecto estratégico, que ha perjudicado el avance electoral de las izquierdas, afectaría, según Lula, al “99 por ciento de los participantes del 2º FSM”. A continuación Lula hizo un urgente llamamiento para corregirlo.
En definitiva, se trata de cambiar los métodos tácticos para alcanzar los mismos fines. Antes fue la vía democrática al socialismo de Allende, ahora es “Lulinha, paz y amor con los que menos tienen...”. Pero a este lobo con recién puesta piel de cordero, a menudo le traiciona su naturaleza. Por ejemplo, Lula da Silva, en la 10ª Reunión del FSP de Porto Alegre, no tuvo reparo en elogiar públicamente su camarada Fidel Castro, llegando al punto de decirle: “A pesar de que su rostro ya está marcado por arrugas, Fidel, su alma continúa limpia porque usted nunca traicionó los intereses de su pueblo (sic). Gracias, Fidel, gracias porque ustedes continúan existiendo”. Así que ya sabemos lo que nos espera. Más subversión y más terror en América Latina —¡pobre Colombia!— y también más miseria y más demagogia. Eso sí, todo “en defensa” de los más desfavorecidos.
LULA, MÁS CERCA DEL PODER
Brasil quiere marxismo duro
Si Dios no lo remedia, el próximo 27 de octubre Luiz Inazio Lula da Silva será elegido presidente de Brasil. Tras haber obtenido cerca del 46,5 por ciento de los sufragios —¡33 millones de votos!— en la primera vuelta, el líder del Partido de los Trabajadores declaró que su triunfo significaba el mayor triunfo de la izquierda en la historia de América Latina. Lo malo es que seguramente lleve razón.
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