Parece imposible que en tan poco tiempo se hayan escenificado tamaños despropósitos, desvergüenzas y desatinos, como los que han tenido lugar durante las pasadas semanas en la política española, y que todavía puedan vivir sus ejecutantes para contarlo. Y nosotros para verlo y creerlo. El alunizaje del caudillo Hugo Chávez y su paseillo torero por moncloas, universidades públicas, foros sindicales y zarzuelas, y otros ámbitos del saber y la prudencia; la infamia lanzada en la televisión pública por el ínclito ministro Moratinos, maestro y guía de diplomáticos sin fronteras, a propósito de la supuesta intervención golpista del anterior Gobierno de España en Venezuela; el intento de linchamiento del ex presidente Aznar en la comisión de investigación de la masacre del 11-M por parte de las facciones gregarias y reunificadas de la Cámara que no están solas; el plan de derrocamiento del espíritu de las leyes según Montesquieu a cuenta de la dependencia judicial por medio del control político de los jueces; la excarcelación-trampa, que no liberación, de Raúl Rivero y otros demócratas cubanos urdida por la satrapía castrista; etcétera.
La serie todavía no ha acabado porque viene concatenada de tejidos cosidos por un mismo hilo conductor: el esfuerzo del actual Ejecutivo de José Luis Rodríguez por intentar deshacer la obra política de los Gobiernos de Aznar y de paso la realidad nacional de España, dos hechos inseparables entre sí, para la óptica socialista. Pues bien, creo que no es un azar que, de una manera u otra, en espectro simbólico y en carne mortal, de hecho y de derecho, la sombra de Aznar haya estado planeando sobre todos estos acontecimientos. La planificación de muchos de estos lances ha sido concebida para contrarrestar, contraprogramar, distraer y/o reparar los previstos estragos que para el socialismo nacionalista de todos los partidos actualmente en España acarreaba la comparencia del ex presidente popular ante la Comisión del 11-M. Su intervención en el Parlamento, más de medio año después de su retiro (que no retirada política) como líder del PP, era presentida con indecible pánico por las actuales facciones en el poder. La realidad acabó siendo más demoledora de lo que se imaginaban. Asombró incluso a las filas y a la dirección de su propio partido, imprimiendo en ellas un nuevo tono opositor.
El guión habitual de Producciones Rubalcaba y Asociados ya es conocido: imputar al adversario/enemigo lo que ellos practican impunemente. Así, tengo para mí que gran parte de este espectáculo fue tejido con el fin de escenificar la acusación contra Aznar y el PP de ser maestros del golpismo en el arte de acceder al poder y mantenerse en él, levantando así una cortina de humo con la que tapar sus vergüenzas y disimular los procedimientos de deconstrucción ejecutados por los actuales mandamases de guante blanco que ocultan sus manos rojas. Todo este baile de disfraces de coroneles venezolanos, trata de esclavos cubanos, ruidos de togas, alzamientos de puños y puñetas, de infamias, tendría por objeto seguir cargando sobre las anchas espaldas de Aznar la fama de avezado golpista y diestro en artes marciales, mientras otros cardan la lana y se echan a dormir con tranquilizantes para seguir soñando con el Poder.
Lo tenían fácil, pues tras largos años de meritoriaje en estudios y en la calle, han logrado hacer de la persona de Aznar un personaje arquetípico: el protagonista habitual a la hora de interpretar el papel de chivo expiatorio —más que de cabeza de turco: efectos del muticulturalismo y la corrección política— a quien lanzar las tartas y hacerle resbalar para que caiga, y así gocen y rían el clan de resentidos que sigue reproduciéndose en España para su desgracia y ruina.
Aznar miente, afirma precisamente Rubalcaba. Aznar tiene las manos manchadas de sangre, declara nada menos que el comunista Llamazares; Aznar evidenció imprevisión e inacción ante el terrorismo, acusa injustamente el letrado Emilio Olabarría, en recia representación del PNV; Aznar debe leer más, exclama mismamente el indocumentado e impresentable portavoz de ERC; Aznar ha acudido a las Cortes en clave exclusivamente partidista, profiere, para no quedarse atrás, Pepiño Blanco; Aznar sólo busca excusas para tapar la derrota electoral de su partido, viene a decir solidariamente el portavoz de Convergencia i Unió; Aznar manipula la realidad, emite rabiosamente la cadena Ser. Remate final: Aznar ha acudido al Parlamento con rencor, comenta, descaradamente y marcando distancias, José Luis Rodríguez, insinuando a continuación el Rey de la Selva que su antecesor en el cargo se ocultaba en la hojarasca y el follaje a fin de no responsabilizarse de sus actos, cosa que, como es notorio, él no hace jamás. He aquí el mundo al revés en el país de las maravillas.
Aznar ha vuelto a la política activa española, durante once horas que conmovieron el país y casi lo paralizaron ante el televisor y la radio, para proclamar a quien todavía quiera escuchar y saber que algunos individuos dados por muertos antes de tiempo, gozan de buena salud y están en forma. Que diez millones de votantes españoles no pueden darse por derrotados después de las últimas elecciones nacidas para el luto y el dolor, como, según dijo el poeta, marca el destino del toro español. Hoy, los que a España tanto odian quieren otra vez cargarse al toro español proclamando su salvación y la protección de las especies. Esto es falso, torcido y torticero. Y hay que denunciarlo. El mundo al revés y el club de la tragicomedia.