En concreto, los dos etarras entrevistados por dicho diario afirmaron: "El acuerdo final que lleve a término [el proceso de paz] debe ser una formulación acordada sobre la autodeterminación y la territorialidad, ya que ésas son las claves para superar un conflicto de tantos años".
Tales exigencias irrenunciables reclaman un imposible. Suponen algo tan complejo como que los territorios forales, Navarra e Iparralde (Laburdi, Zuberoa y Baja Navarra) decidan si quieren seguir siendo parte de España y Francia o si, por el contrario, prefieren constituirse en un Estado independiente, lo que los nacionalistas denominan "marco político propio".
Por tanto, el primer límite con que se encuentra el proceso de paz es que, en todo caso, se debe implicar a Francia en la satisfacción de las ansias territoriales de ETA, que pretende devolver al pueblo vasco los territorios de más allá de la muga (frontera). La pregunta es: ¿y si París se opusiera? ETA ha advertido de que su respuesta "estará en función del proceder que tengan España y Francia". De ahí que una negativa del Gobierno francés pondría en entredicho la negociación de Rodríguez Zapatero con el grupo terrorista.
El segundo es el referente a Navarra, ya que, a fecha de hoy, no ha ejercitado la opción de incorporarse a la Comunidad Autónoma Vasca que recoge la Constitución en su disposición transitoria cuarta. Aun así, habría que conseguir que los navarros pidieran en bloque también el derecho de autodeterminación para que fueran fagocitados por el País Vasco. Si no lo hacen, muy probablemente, por lo que señala ETA, las culpas recaerían en "el fascista Sanz" (sic), por "colocar un muro frente a esa oportunidad de cambio político".
El último escollo, y probablemente el más relevante, es que no se busca un "proceso democrático" que conduzca a la celebración de un referendo, sino un resultado: la independencia de Euskal Herria. De hecho, en la entrevista los terroristas dicen: "Debemos poner en marcha el proceso democrático que plasmará el cambio político de los marcos impuestos a Euskal Herria". Es decir, los terroristas no entienden por democracia un derecho del ciudadano, sino del pueblo. El individuo se realiza sólo en la medida en que su pueblo lo hace mediante la autodeterminación. Por eso, únicamente importa el voto del vasco concienciado, del vasco que es consciente de lo que importa a su tierra. Si al pueblo vasco no se le coarta podrá elegir libremente la secesión de su nación de los opresores.
Parafraseando a Ibarretxe, parece ser que, según la banda, "todos los vascos tienen que sentirse a gusto [con el plan de ETA], si es que son vascos". No hacerlo supondría la necesidad de retomar la violencia para acallar la disidencia y devolver el rebaño al establo.
Tal radicalismo secesionista impediría incluso la aceptación de un estatuto de autonomía como el catalán, o el que planteó Ibarretxe a través de su famoso plan. No cumpliría con los requisitos para la paz definitiva porque, aunque supondría que Euskadi gozaría de más competencias, incluso quizás del reconocimiento como nación, no podría ejercitar su sacrosanto derecho a decidir su futuro libremente. Es más, ya han advertido de que esta vía "no haría sino alimentar el conflicto", lo cual debe entenderse como la vuelta a las armas.
En todo caso, hay que recordar que la banda terrorista se ha reservado el derecho a seguir extorsionando, tal y como evidencian las versiones en euskera y francés del comunicado de alto el fuego. Así que la supuesta tregua no excluye que sigan pidiendo el impuesto revolucionario, coaccionando, adquiriendo armamento o llamando a la kale borroka, lo cual dista mucho de ser el escenario propicio para dialogar.
Considerando las dificultades para satisfacer las pretensiones de los terroristas, no parece que haya nada que pueda complacerles. Aparte del manido diálogo, el Gobierno sólo está en disposición de liberar a los presos terroristas y legalizar Batasuna.
Conociendo los límites de la negociación, puede que ETA pretenda ganar tiempo. Su objetivo parece que pasa por conseguir la amnistía, la excarcelación de los "militantes políticos" (sic) y la resurrección de Batasuna. De lograrlo, podría inyectar fondos a su organización y erigir de nuevo su imperio de terror.
De hecho, como ha apuntado el ex gobernador civil de Guipúzcoa Goñi Tirapu, "la banda empieza a impacientarse y pide que se pase a la siguiente fase: la mesa de negociación". "Batasuna tiene prisa en recuperar la legalidad y el pesebre institucional, de modo que el tiempo apremia para ellos".
Este es un juego second best, donde si no se consigue el fin principal, la independencia, al menos se logran fines secundarios, como dinero y poder político.
¿Y qué gana el Gobierno con este ajedrez político? Parece difícil conjeturarlo, pero no es descartable que la suya sea una apuesta por estirar la tregua hasta las siguientes elecciones, para ganarlas por mayoría absoluta; ya que, con ETA en tregua permanente, hasta los más renuentes acabarán aceptando que Rodríguez Zapatero es el nuevo Mesías.
Pensando en que algún día sonará el "alabaré a mi señor", el presidente disfruta de este "afloja y afloja" con los asesinos.
Cuando ETA apure el envite no habrá buenas manos. Las cartas estarán echadas y el Gobierno se encontrará con que no ha podido con el órdago. Al final, no podrá decir "mus".