El socialismo es un sistema económico bajo el cual el gobierno es dueño y controla los medios de producción. A lo largo de dos siglos, todos los experimentos socialistas han acabado con la libertad de la gente y han fracasado económicamente. ¿Cómo, entonces, es que hay tanta gente que se sigue proclamando socialista? Los partidos socialistas siguen siendo populares en Europa, África y América Latina. En España y Portugal han sido elegidos gobiernos socialistas en el último año. Muchos profesores universitarios se declaran socialistas.
Los nacionalsocialistas alemanes causaron la muerte de decenas de millones de personas. Los comunistas, en Rusia, China, Camboya, Corea del Norte y Cuba, han matado a más de 100 millones de personas y empobrecido a muchas más. Yo estaba en Moscú en agosto de 1992, cuando los demógrafos rusos anunciaron que habían comprobado que durante el Gobierno de Stalin, entre 1923 y 1953, se había matado a 63 millones de personas.
Los socialistas del Tercer Mundo han mantenido sus países en la miseria por más de medio siglo. Los socialdemócratas ganaron las elecciones en Gran Bretaña en 1945, y la prosperidad inglesa se hundió bajo Clement Attlee, recuperándose sólo con la privatización de la economía, bajo Margaret Thatcher, a partir de 1979.
Muchas otras economías socialistas sufrieron el mismo fracaso, y después de las privatizaciones de los años 80 y 90 muchos países han regresado al socialismo; sus líderes aseguran haber aprendido la lección, pero siguen fracasando porque la teoría es defectuosa.
En los años 20 el economista Ludwig von Mises demostró que el socialismo no puede funcionar porque no tiene manera de sustituir el sistema de precios para asignar la utilización de recursos. Y el economista y premio Nobel Friedrich A. Hayek aportó en su último libro, La fatal arrogancia, la prueba definitiva de por qué el socialismo no funciona.
La esencia de su argumento es que si el mundo entero fuera socialista no habría manera objetiva de determinar los precios, y por lo tanto sería imposible hacer un uso eficiente de los recursos.
Si la gente conociera la historia real del socialismo y los defectos de su teoría, pocos serían socialistas. Pero la mayoría de la gente desconoce los desastres del socialismo, porque los académicos y gran parte de los medios de comunicación se han dedicado a taparlos.
En todas partes del mundo la gran mayoría de los maestros son empleados gubernamentales o dependen de subvenciones estatales. Por lo tanto, casi todos ellos son hostiles a la realidad de que las empresas gubernamentales no operan eficientemente y no están dispuestos a enseñar que el modelo socialista no funciona ni en la teoría ni en la práctica. Todas las encuestas muestran que, entre los maestros de escuelas públicas, una avasallante mayoría es de izquierda, por lo que no nos puede sorprender que no enseñen los fracasos del socialismo a sus alumnos.
Alrededor del mundo, gran parte de la televisión y la radio es propiedad del Estado o es controlada por los gobiernos. En Estados Unidos, la National Public Radio transmite las noticias de la BBC de Londres, que difunde propaganda izquierdista.
Las agencias gubernamentales alimentan con propaganda estatal a los reporteros de la prensa, y no son muchos los que están dispuestos a hacer su propia investigación para reportar la verdad.
Quizá Internet sea nuestra salvación, porque permite a la gente encontrar, sin filtro alguno, los hechos sobre la miseria propiciada por los experimentos socialistas a lo largo de 200 años.
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Richard W. Rahn, académico del Discovery Institute y académico asociado del Cato Institute.