![Juan Carlos Girauta - Aquí no pasa nada Para entender el sentido de la moción recién aprobada por el Parlament de Cataluña sobre la representación oficial en la Feria del Libro de Frankfurt de 2007, examínese el discurso de clausura de la velada literaria del Premio Crítica Serra d’Or. Joan Rendé, ganador del premio de narración con La pedra a la sabata, afirmó ante Ernest Benach y Josep Bargalló, en nombre de todos los premiados, que "una literatura es una lengua y no un híbrido de compromiso", y se preguntó "por qué habría de vacilar la nuestra sobre la cuerda floja de la ambigüedad".](https://s.libertaddigital.com/images/trans.png)
O sea, fuera ambigüedades: la literatura catalana es la escrita en catalán, y punto. El conseller en cap y el presidente del Parlament intervinieron después para atemperar la interesada voz de gremio, del gremi. ¿Habrá que recordar la capitalidad de Barcelona en el universo editorial en español? ¿Habrá que buscar en las amenazas de deslocalización de alguna gran editorial la razón de la relativa prudencia de los altos cargos independentistas?
Quien acabó traduciendo los deseos del gremi y proponiendo la controvertida moción fue el grupo de Convergencia i Unió, metido en perniciosa liza con Esquerra para ver quién la tiene más larga (la pasión soberanista) y quién envía más lejos el chorro (de victimismo). Tras algunas enmiendas de los integrantes del tripartito, la cosa se aprobó con la única oposición de los populares, cuya representante denunció que se expulsaba "de la catalanidad a autores que escriben en castellano", entre los que citó a Maruja Torres, detalle entrañable teniendo en cuenta que la colaboradora de El País había llamado "hijos de puta" a todos sus votantes.
Al anunciar que "la cultura catalana" sería la invitada de honor en 2007, la Feria de Frankfurt aludió al "éxito internacional de autores como Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo o Carlos Ruiz Zafón", lo que no deja muchas dudas acerca de la postura de los anfitriones alemanes en un debate que ni conocen ni quieren conocer. Para seguir avanzando en la siempre inacabada construcción nacional sin chocar con los imposibles que postulan los Rendé de la cultura, la moción no veta propiamente a los catalanes que escriben en castellano, sino que "insta al gobierno de la Generalidad a que priorice la presencia del libro y el multimedia en catalán como identificador único de la literatura catalana".
![Jaime Altieri: SILENCIO.](http://www.libertaddigital.com/fotos/noticias/susilencioaltieri.jpg)
Enérgico tuvo que ser el aviso a navegantes en aquella riada de los 2.300, enérgica la inversión de la culpa. Por cierto, hace un cuarto de siglo la principal víctima, y todos los que entendieron el aviso, conocieron cómo se las gastan muchos de esos autores catalanes en castellano que ahora callan esperando que les vuelvan a partir la cara a los mismos que ellos contribuyeron a desalojar o, en su defecto, a sus amigos y colaboradores.
Enérgicas tuvieron que ser la normalización lingüística y las presiones sobre el Tribunal Constitucional para que la bendijera. Enérgica la compulsión al acatamiento unánime de la diglosia por una clase política que, sin fisuras, aceptó que el castellano es aquí necesariamente lengua impropia: "La lengua propia de Cataluña es el catalán" (artículo 3.1 del Estatuto de Autonomía). Enérgicas están siendo las sanciones a los comercios desde que el nuevo Gobierno catalán aplica la legislación que CiU se limitó a aprobar; Pujol usaba con sumo cuidado los poderes sancionadores porque creía en la fuerza de lo declarativo.
Todo es perfectamente coherente. Quienes han aceptado sin rechistar la aplicación de tanta energía sobre la sociedad civil, de tanta ingeniería social y moral, quienes jamás han mostrado disgusto por tener que vivir entre dos mundos, el de la calle y el de la tribuna (o el plató, o la tarima), quienes han optado por relajarse durante la violación, no fueran a sufrir sus ventas ni la comodidad de vivir en la misma ciudad que Lara y Carmen Balcells, quienes en el mejor de los casos han aguantado la respiración y se han confundido con el paisaje (y en el peor de los casos han ladrado y mordido a los cuatro gatos que defendían la dignidad de la mitad castellanoparlante de Cataluña, su dignidad), quienes llevan un cuarto de siglo vertiendo sus heces sobre los que encabezaron el manifiesto maldito, hoy silban, miran al cielo, disimulan mientras esperan que los futuros linchables levanten la voz por ellos.