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DRAGONES Y MAZMORRAS

A vueltas con la excepción cultural

Es mentira que vivimos en una cultura del ocio, yo diría más bien que los humanos, hoy, estamos incapacitados para esto último. Todo son ocupaciones miles y cuanto más tiempo libre, más actividad desarrollamos.

Es mentira que vivimos en una cultura del ocio, yo diría más bien que los humanos, hoy, estamos incapacitados para esto último. Todo son ocupaciones miles y cuanto más tiempo libre, más actividad desarrollamos.
Antes, cuando se cerraba el curso académico y la vida cultural se iba sofocando con los calores, todos se ponían a leer novelas policíacas y a pelear por un hueco en la playa, sólo los más activos se marchaban al extranjero a aprender idiomas o participaban en torneos de tenis de su urbanización. Ahora los niños van a campamentos de verano cuyas arriesgadas propuestas suplen con creces a la mili que ya nunca harán, y los mayores a los cursos de verano. Ocurre en éstos lo que en las presentaciones de libros y barnizados (o sea inauguraciones de pintura) que o los das o te los dan. Llevo algún tiempo sin estar en la primera tesitura pero afortunadamente (para mi prestigio, me refiero) todavía me invitan a participar de la segunda que suele ser, lo siento por los organizadores, un incordio porque o bien tienes que pagar una inscripción, o trasladarte en el día a algún lugar remoto, luego incómodo, con el consiguiente abandono de tus obligaciones consuetudinarias y la paliza de coche de ida y vuelta.
 
Todo esto es para decirles que este verano no me pienso mover de Riaza, mi pueblo  adoptivo, sin perjuicio de informarles de todo lo que, de oídas o de leídas, llegue a enterarme en mis ahora frescas mazmorras. Tampoco me hará falta ir muy lejos porque este año la joven alcaldesa ha organizado un programa cultural por todo lo alto. La cosa empezó la semana pasada con una serie de conferencias sobre el mercadillo de Riaza, que se celebra todos los lunes del año, así caigan chuzos de punta, y les juro que en este pueblo caen, desde hace la friolera de setecientos años. Esto no es moco de pavo, como nos demostraron muy bien los señores D. Pedro Ortego Gil, catedrático de Historia del Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela, y D. Juan Antonio Cerezo Estremera, profesor de Historia del Instituto de Enseñanza secundaria “Sierra de Ayllón”  que disertaron respectivamente sobre la Importancia de los Mercados en la Edad Media, y Las Ferias y Mercados en Castilla y León.  Resulta que en 1304, el rey Fernando IV de Castilla, el Emplazado, concedió derecho a celebrar mercado a ese pueblo, y fue algo así como el origen fundacional de Riaza que, junto a ese privilegio mercantil, recibió también el nombre que hoy sigue ostentando.
 
Entre las muchas cosas interesantes que se dijeron en esas conferencias me quedo con la de que si se eligió el lunes fue para que pudieran asistir judíos, moros y cristianos, sin perjuicio de sus respectivas devociones. Interesante tesitura que tal vez indique tolerancia, como pretenden muchos, pero desde luego astucia mercantil para no dejar puestos desiertos ni que faltaran compradores en la plaza. Otros datos interesantes con los que me he quedado es la de la organización del orden público, esa “paz del camino” y “paz del mercado” que se alcanzaba por métodos bastante expeditivos, como talar los bosques para que no se refugiaran los bandoleros o levantar dos horcas y un rollo, supongo que más que disuasorios. Y así infinidad de cosas entre las que cabe destacar los impuestos indirectos con que se gravaban los productos. La “sisa”, y la alcabala, que viene a ser como el IVA de hoy. Y otro dato curioso que ignoro en que época precisa se produciría: de la alcabala estaban exentos el pan cocido, armas, mulas, medicinas, y libros. Ya tiene la nueva ministra de Cultura, un argumento de excepción cultural, tomado de una de las Comunidades de España con más historia de todas las supuestas comunidades históricas. 
 
Y a propósito de la excepción cultural,  pero no con la acepción que le he dado más arriba, sino como ese subterfugio que se han inventado los franceses para justificar su decadencia –y que nosotros estamos a punto de padecer por exigencias del dramático guión que nos ha arrojado de bruces en brazos de la demagogia socialista–, la FAES está celebrando ahora en Navacerrada una jornadas sobre ese fenómeno, pues como ocurre con toda buena excepción nadie quiere estar excluido de ella. Las inauguraba José Jiménez Lozano con una conferencia titulada Cultura y poder, inevitable maridaje de todos los tiempos que empezó cuando “sociedad y poder tribales piden a un individuo hábil de la tribu que traslade la hermosura del mundo a la cueva que los acoge, porque es hermosura simplemente” porque, sigue diciendo JJL, “estos logros culturales, obviamente son asunto de individuos y no pueden ser producidos por ninguna clase de esfuerzo colectivo, ni como decisión de poder”. Pues no parece que sea esto lo que pretende Carmen Calvo.
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