La Unión Europea es una hidra socialista por múltiples motivos; uno de ellos, y de los más significativos, es la Política Agraria Común, la PAC, que suena como el CAC pero que, en lugar de censurar a los díscolos anticatalanes, se dedica a expoliar a los contribuyentes, sablear a los consumidores y arruinar al Tercer Mundo, para mayor gloria de nuestros cerdos, nuestras vacas, nuestros tomates, nuestras remolachas y nuestra naranjas. No nos olvidemos de la naranja, producto típicamente nacional y orgullo patrio desde que Naranjito nos representara, con inimitable clase y estilo propio, ante el resto del mundo.
Por fortuna para las naranjas, los naranjos, los naranjeros y alguna que otra plaga de gusanos, los muy honorables presidentes de Valencia y Murcia se reunieron en fechas recientes en Alicante para adelantar a Zapatero por la izquierda. ¿Qué digo por la izquierda? ¡Por la extrema izquierda! Preocupados por los excedentes de cítricos, Francisco Camps y Ramón Luis Valcárcel solicitaron a ZP que propusiera ante las autoridades comunitarias la prohibición de plantar nuevos cítricos en la UE.
Vamos, que estos melones pretenden prohibirle plantar un naranjo en su huerto porque les sale de las pepitas. No lo dicen así, claro; dicen que el mercado está saturado, que hay que reconvertirlo, racionalizarlo y reestructurarlo.
¿Pero qué mercado? ¡Si esto es peor que los planes quinquenales soviéticos! Es más, ¿cómo van a reestructurar lo que no entienden? ¿Dejaría usted que Camps o Valcárcel le hicieran una operación a corazón abierto? Entonces, ¿por qué dejar que nos gestionen la cartera y nos aren el huerto?
Si la gente está ansiosa por plantar más y más naranjos, eso quiere decir que el cultivo de naranjas sigue siendo rentable. ¿Cómo puede ser, se preguntará alguno, si el mercado está saturado y desbordado por una oferta que la demanda no puede absorber?
Bueno, pueden esgrimirse dos explicaciones: 1) que la gente es tan estúpida que no se da cuenta de que el mercado está a punto de saltar en pedazos; 2) que lo que los agricultores pierden en el mercado lo recuperan sobradamente gracias al Estado, esto es, a las ayudas directas, los precios mínimos garantizados, la destrucción de excedentes, los aranceles y las cuotas.
A pesar de que la gente no quiere más naranjas, el Estado es perfectamente capaz de exprimir nuestros ahorros para inyectárnoslas en vena. En lugar de permitir que los precios caigan a medida que aumente la producción, los políticos de la UE han apostado por los precios mínimos, medida que ha hecho que cada vez sean más, y no menos, los productores de ese bien.
Los políticos del PP y del PSOE, en España y en Europa, no entienden, no aprecian, no toleran el capitalismo. Viven a costa de los empresarios, de los trabajadores y de los inversores; sin pegar un palo al agua pero, eso sí, a nuestra costa.
¿Puede haber un espectáculo más bochornoso que subvencionar un cultivo para luego impedir que caigan los precios mediante la destrucción de los excedentes mientras parte de los habitantes del Tercer Mundo se muere de hambre porque, entre otras cosas, es prácticamente imposible exportar a Europa desde esa zona del mundo? Sí, ver a dos populistas brindando con zumo de naranja para pedir que se impida la plantación de naranjos. Defendamos, pues, la lectura quemando libros.
Si la saturación del mercado del cítrico les preocupara realmente, Camps y Valcárcel sólo tendrían que exigir el desmantelamiento de la PAC, para no tener que resolver ningún otro problema de desajustes productivos. Aunque quizá ésa sea la clave: si los burócratas no tuvieran problemas que solucionar, se quedarían sin trabajo.
Como buenos populistas, recurren a la demagogia provinciana, a la defensa de los intereses regionales, para tratar de arañar algún voto. Si Carod Rovira se envuelve en la cuatribarrada, éstos parecen vestirse con hojas de naranjo levantino. Pero no se engañen, el juego es el mismo.