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ENIGMAS DE LA HISTORIA

3. ¿Intentó Hitler derribar a Franco?

Franco puso en marcha una serie de actuaciones encaminadas a impedir que los amigos de Muñoz Grandes, los veteranos de la División Azul o “los camisas viejas” pudieran desempeñar puestos de una influencia lo suficientemente grande como para resultar amenazantes.

A finales de junio de 1942, el Führer invitó a Muñoz Grandes, general al mando de la División Azul a entrevistarse en secreto con él. A esas alturas, el dictador alemán estaba desengañado de Franco y, sobre todo, sentía una enorme repulsión por el papel que la iglesia católica estaba desempeñando en España, impidiendo la realización de una revolución fascista similar a las acontecidas en Italia y Alemania. En medio de esa tesitura, Hitler sentía interés en conocer a un hombre que no sólo era partidario de entrar en la guerra con todas sus consecuencias sino que pensaba que a la destrucción del bolchevismo debía seguir un ataque contra Inglaterra.

Sin embargo, en su actitud había más que simple interés. Así puede desprenderse de unas declaraciones suyas formuladas poco después. El escenario de las mismas fue la cena del día 7 de julio, el general Jodl comentó un incidente que se había producido en la frontera española con ocasión del regreso de algunos de los miembros de la División Azul. Al parecer, se les había negado billetes para el expreso y después, al querer entrar en un vagón, había intervenido una compañía de infantería impidiéndoselo. Lo más grave era que esta última acción se debía a las órdenes del gobernador militar. Al escuchar el relato de Jodl, el mariscal Keitel comentó que la razón estaba en que los divisionarios eran relacionados con la Falange original, un grupo bien distinto de la actual en la que para ser admitido se requería la aprobación del párroco.

Al escuchar aquello, Hitler comentó: “La situación española se está desarrollando de una manera deplorable. Franco, obviamente, no tiene el carácter para enfrentarse con los problemas políticos del país. Y eso que comenzó a partir de una posición más favorable que la del Duce o la mía porque nosotros dos no sólo tuvimos que apoderarnos del Estado, sino también ganarnos a las fuerzas armadas. Franco, por el contrario, tenía en su mano tanto el poder político como la fuerza militar. Es obvio que es incapaz de liberarse de la influencia de Serrano Suñer, a pesar de que éste último es la personificación del cura en política y está jugando de manera claramente deshonesta con las Potencias del eje. De hecho, estos curas son demasiado estúpidos como para describirlos. Están intentando, a través de Serrano Suñer dar un impulso reaccionario a la política española y restaurar la monarquía; sin embargo, si lo consiguen causarán otra guerra civil a la que seguramente no sobrevivirán”.

Tras oír las palabras del Führer, el general Jodl sugirió que los británicos podían estar detrás de estas situaciones, dado que sólo buscaban la ocasión de establecer un segundo frente. En ese momento Hitler formuló la necesidad de acabar con el régimen de Franco y sustituirlo por otro de corte fascista: “Hay que tener cuidado para no poner al régimen de Franco al mismo nivel que el nacional-socialismo o el fascismo. Todt, que emplea a muchos de los denominados españoles “rojos” en sus talleres, me dice repetidamente que esos rojos no son rojos en nuestro sentido de la palabra. Se ven a sí mismos como revolucionarios a su estilo y se han distinguido enormemente como trabajadores industriosos y hábiles. Lo mejor que podemos hacer es conseguir todos lo que podamos, comenzando con los cuarenta mil que ya tenemos en nuestros campos, y conservarlos como reserva para el caso de que estalle una segunda guerra civil. Junto con los supervivientes de la vieja Falange, constituirán la fuerza más digna de confianza a nuestra disposición”.

La voz de Hitler no fue la única que se manifestó en tono despectivo durante aquella velada. De hecho, el mariscal Keitel comentó que no se podían aplicar a los soldados españoles los criterios típicos del ejército alemán, extendiéndose en el carácter lastimoso de las tropas y los mandos de aquellos: “Cuando el Führer se encontró con Franco, la guardia española de honor era deplorable y sus fusiles estaban tan oxidados que deben haber resultado inservibles. Cuando se estaban realizando los preparativos para la reunión, el almirante Canaris me advirtió de que el Führer se desilusionaría al encontrarse con Franco, no era un héroe sino un mindundi”. Los comentarios de Keitel no significaron el final de aquella diatriba anti-hispana.

Llegados a ese punto de la velada, Hitler volvió a insistir en el escaso valor que, para él, tenían Franco y los españoles: “Franco y compañía pueden considerarse muy afortunados de haber recibido la ayuda de la Italia fascista y la Alemania nacional-socialista en su primera guerra civil. Porque, como los rojos españoles no dejan de explicar, no habían entrado en cooperación con los Soviets por razones ideológicas, sino que se vieron más bien forzados a ella —y por tanto arrastrados a una corriente política que no era la que habían elegido— simplemente porque carecían de otro apoyo. Una cosa es bastante segura. La gente habla de una intervención del Cielo que decidió la guerra civil en favor de Franco; a lo mejor... pero no fue una intervención por parte de la mujer a la que llaman Madre de Dios, sino la intervención del general alemán Von Richthofen y las bombas que arrojaron sus escuadrones desde el cielo las que decidieron la cuestión”.

Tras escuchar un comentario despectivo del embajador Hewell sobre las clases superiores en España, Hitler volvió a insistir en que la solución para ese país estaría en un nuevo modelo político. Aunque la principal dificultad para el establecimiento del mismo sería la haraganería española: “Bueno, gracias al cielo, la disciplina de los rojos y de los falangistas que trabajan en la organización Todt es muy buena y cuantos más podamos reclutar de ellos, mejor. Pero el hallazgo de gente capaz de aclarar la situación política española será mucho más difícil. Los problemas son más de una naturaleza política interna que militar y el más importante de ellos —la crisis de alimentos— es, dada la proverbial haraganería de la población, el más espinoso. Si existe un general que posea la inteligencia necesaria para tener éxito, es algo que sólo el futuro puede poner de manifiesto. Pero en cualquier caso, tenemos que impulsar todo lo que podamos la popularidad del general Muñoz Grande (sic), que es un hombre enérgico y, como tal, el que parece más adecuado para dominar la situación. Estoy encantando de que las intrigas del grupo de Serrano Suñer para arrancar a este general del mando de la División Azul se vieran frustradas en el último momento; porque la División Azul puede en un momento dado desempeñar un papel decisivo, cuando suene la hora de derribar este régimen controlado por los curas”.

Cinco días más tarde, bajo la confidencialidad más absoluta, tuvo lugar el encuentro entre Hitler y Muñoz Grandes en el cuartel general del primero. No existen las minutas de esta entrevista. Los únicos datos relativamente seguros sobre la misma se encuentran en un “Informe confidencial” del 13 de julio de 1942 (Dienstelle Spanien I) y un registro en el diario de Lahousen de 16 de julio de 1942 (Documentos de Núremberg PS-3047). Hitler no se había equivocado al pensar que el general era una baza que podía jugar a la hora de intentar conseguir sus objetivos en España. En el curso de la entrevista, el Führer sugirió que Muñoz Grandes encabezara un cambio de rumbo en la política española consistente en “fascistizar” el país de acuerdo a la línea ideológica de la Falange y en provocar la entrada en guerra de una manera plena. Naturalmente, Muñoz Grandes iba a necesitar un respaldo para llevar a cabo esta acción. Hitler afirmó que se lo daría a través de los éxitos que se obtendrían en la nueva ofensiva en el Este. El triunfo de la misma allanaría el camino al general que vería reforzada su imagen de manera sensacional. No podemos tener constancia total de la reacción de Muñoz Grandes pero, como mínimo, se abstuvo de llevar la contraria a Hitler.

El 1 de agosto de 1942, por la tarde, Hitler volvió a mencionar el tema español. Había leído recientemente un libro sobre España y eso le impulsó a pontificar de nuevo sobre la situación que se daba en este país: “Hace unos pocos días leí otro libro —acerca de España. Los españoles y los americanos no pueden entenderse entre si. Las cosas que más veneran los españoles no significan nada para los americanos y para el español la forma americana de vida es un libro cerrado. En el pueblo español hay una mezcla de sangre goda, franca y mora. Se puede hablar del español como de un anarquista. La época árabe —los árabes ven a los turcos como a perros— fue la más culta, la más intelectual y de todas formas la época mejor y más feliz de la historia española. Fue seguida por el período de las persecuciones con sus incesantes atrocidades. El sacerdote ruso no era odiado; era sólo despreciado porque era un parásito, aferrándose a su ocupación por lo que le reportaba. Los príncipes rusos, a diferencia de los alemanes y los españoles, nunca fueron esclavos de la Iglesia. ¡En España el clero es odiado y pronto será barrido! Todos los que han contemplado la evolución de Franco dicen que se encamina hacia otra revolución. El resto del mundo no puede ser separado de España por una muralla china. Antes o después la explosión debe producirse. Aquí también vemos una verdad fundamental: los parásitos, en su avaricia, no se dan cuenta de que están destruyendo el mismo terreno sobre el que descansan. La Iglesia de hoy no es más que una sociedad anónima hereditaria para la explotación de la estupidez humana. Si yo no hubiera decidido en 1936 enviarle el primero de nuestros aviones Junker, Franco no hubiera sobrevivido. ¡Hoy su salvación es atribuida a santa Isabel. Isabel la Católica —la mayor prostituta de la historia, que fue condecorada por el papa con la Rosa de la Virtud en la misma época en que a nuestro Luis de Baviera le hacían de todo salvo crucificarlo por el asunto de Lola Montez! La tragedia real de España fue la muerte de Mola. Ese era el verdadero cerebro, el verdadero dirigente. Franco llegó a la cima como Poncio Pilato al Credo. El espíritu malo es indudablemente Serrano Suñer, cuya tarea es preparar el camino para la Unión latina. ¡En realidad es el enterrador de la España moderna!”.

La larga parrafada de Hitler demostraba, una vez más, su ignorancia supina sobre la historia y la realidad españolas. El hecho de que convirtiera a Isabel la Católica en santa, la calificara de la mayor prostituta de la Historia o la situara cronológicamente en el s.XIX (posiblemente identificándola con Isabel II) eran groseras equivocaciones de no menor importancia que considerar a los españoles una mezcla de godos, francos y árabes, dominada por un clero odiado y a punto de entrar en otra revolución. No más brillantes fueron sus juicios sobre Franco o la situación política española. En ellos se puede percibir que, a fin de cuentas, estaban determinados por la cosmovisión que cerca de veinte años antes había trazado en Mein Kampf. Pero los españoles eran muy diferentes de lo que pensaba Hitler y los acontecimientos se iban a producir de una manera muy distinta a la imaginada por él.


La próxima semana terminaremos de desvelar el ENIGMA sobre la relación entre Hitler y Franco

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