La palabra anantara viene del sánscrito y viene a significar algo así como "agua interminable", sin fronteras. Cuando uno se aloja aquí, comprende perfectamente de qué va la cosa; especialmente cuando se pasa por el spa. Darse un baño relajante aquí, entre flores y aceites aromáticos, es impagable.
La decoración de las habitaciones y dependencias es típicamente tailandesa, detallista y florida. Los balcones privados son un escenario inmejorable para contemplar las estrellas en la noche o cenar con la pareja.
A partir de 120 euros.
Los aka son un grupo humano originario del Tíbet que tienen por filosofía de vida la armonía, la espiritualidad y la frugalidad. A la orilla de un extenso lago, las villas de corte minimalista que conforman este hotel invitan al huésped al sosiego y la meditación.
Cada villa tiene su piscina individual, su terraza y sus tumbonas; algunas, además, disponen de un recinto cubierto para los tratamientos de salud y los masajes.
El complejo del Aka Hotel cuenta con dos restaurantes y dos bares. A la hora de la comida, puede uno decantarse por la cocina local o la internacional.
Villa de un dormitorio, desde 375 euros.
Cada uno es un mundo, de ahí que a uno le produzca estrés aquello que a otro le estimula, y que los tratamientos para destensionar al personal no sean uniformes. Esto lo saben perfectamente los propietarios del Chiva-Som, por eso se esfuerzan por trazar un programa personalizado para todo aquel que pise este santuario de la salud.
El objetivo es bien sencillo: aquí se busca que el huésped recupere el equilibrio, se cuide y se deshaga de las malditas toxinas. Y que, en la batalla, no se amargue ni pierda el apetito... Por cierto, comer aquí es una manera gratísima de poner entre paréntesis el dicho que dice que la cocina de los spas es aburrida e insípida.
Paquetes de salud, desde 300 euros diarios.