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TIEMPO LIBRE

Puertos cántabros

Días de sol, noches de espera por el paseo marítimo. Pescadores que hablan de viejas galernas y traineras. Los pueblos de Cantabria miran al mar; los puertos son su símbolo. Anoten tres nombres: Santoña, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera.

Días de sol, noches de espera por el paseo marítimo. Pescadores que hablan de viejas galernas y traineras. Los pueblos de Cantabria miran al mar; los puertos son su símbolo. Anoten tres nombres: Santoña, Castro Urdiales y San Vicente de la Barquera.
San Vicente de la Barquera.
SAN VICENTE DE LA BARQUERA
 
El pueblo invita a descansar, mientras contemplamos las aguas del mar, a un lado, y las cumbres de los Picos, al otro. Los monumentos religiosos se mezclan con los civiles, como el puente de la Maza, construido por los Reyes Católicos, y el de la Barquera, del siglo XVIII, que salvan la ría. Por cierto, en sus inmediaciones hay fantásticos bares que ofrecen tapas riquísimas: que no sólo de arte vive el viajero.
 
Las barcas están amarradas en el puerto y la marea de la ría sube hasta casi cegar los ojos del puente de la Maza. Y en lo alto del cerro aparece vigilante, dominándolo todo, el castillo del siglo VIII, aunque su estado casi ruinoso no invita a muchas alegrías...
 
Las playas de San Vicente son sensacionales –entre ellas destaca la de Sable Merón–; también es extraordinario el Parque Natural de Oyambre, en cuyas dunas y playas se cobijan multitud de aves migratorias.
 
Para descansar, nada mejor que el hotel Luzón, una casa centenaria de piedra, en forma de cruz, situada frente al paseo marítimo.
 
 
SANTOÑA
 
He aquí una de las más célebres villas pesqueras y uno de los grandes destinos vacacionales del norte. Buenas playas (Berria y San Martín), mejores gentes y, para los más jaraneros, unos carnavales de primera: no en vano fueron declarados Fiestas de Interés Turístico hace ya más de veinte años (concretamente, en 1985).
 
Nos esperan monumentos como los fuertes de San Martín y San Carlos, las casas de Maeda y del capitán Antonio Ortiz del Hoyo o la iglesia de Santa María del Puerto; y, claro, las legendarias anchoas de Santoña.
 
Santoña se encuentra casi completamente rodeada por el mar, en la Reserva Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyal, refugio de miles de aves. Para descansar, nada mejor que el Palacio de Toñanes, una antigua casona del siglo XVIII.
 
 
CASTRO URDIALES
 
Dicen que ya era puerto en el periodo prerromano, cuando habitaban estas tierras los sámanos. Sea como fuere, su gran promotor fue Vespasiano. Por aquel entonces, Castro Urdiales se llamaba Flavióbriga.
 
El Fuero de Logroño, concedido en 1163 por Alfonso VIII, con los privilegios y libertades que llevaba aparejados, beneficiaron sustancialmente a la población del lugar. Sin embargo, Castro Urdiales vivió su gran momento en el siglo XIX, de la mano de industrias como la minería, que abrieron nuevas vías de enriquecimiento a una localidad tradicionalmente pesquera.
 
Es Castro Urdiales un destino perfecto para quienes gusten de los paisajes norteños, la buena cocina, las traineras. Además, se puede estar una temporada larga sin castigar el bolsillo en exceso.
 
En materia de alojamiento, apostamos por el hotel Miramar.
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