El Algarve

Sus más de 3.000 horas anuales de sol y su clima templado hacen del Algarve un edén vacacional... y surfero (por las grandes olas que llegan a sus playas y el fuerte viento que con frecuencia las barre).

 

Apartada casi milagrosamente del turismo masivo se encuentra Cacelha Velha, una pequeña población próxima a la ría de Formosa. Es lugar de pescadores, casitas blancas y callejuelas empedradas, muy alegre y animado los días de verano.

 

Las playas de Tavira son de las que parecen no tener fin. Muchas suelen estar prácticamente vacías, y, si el tiempo acompaña, son perfectas para practicar el surf. También merece la pena visitar la playa de Ilha de Tavira, un largo arenal al que se puede acceder en transbordador. Tavira es, por lo demás, un puerto atunero de primera categoría. Si tienen la oportunidad, degusten algún guiso de bonito en alguna de las tabernas de la zona.

 

La capital del Algarve es Faro. Los árabes estuvieron aquí por espacio de medio milenio, pero los edificios más antiguos son posteriores al catastrófico terremoto que asoló estas tierras en 1755. La Ciudad Vieja es digna de contemplación, con su iglesia de Nuestras Señora do Pé da Cruz, su Paço Episcopal, su catedral y sus vestigios de la época romana.

 

En Portimao, el puerto industrial más importante de Portugal, cabe destacar la bellísima y excepcional playa da Rocha, de aguas turquesa y arena blanca. En Lagos nos esperan las playas de Dona Ana, Don Camilo y Meia Praia; y Ponta da Piedade, un espectacular mirador sobre acantilados de roja roca situado a unos tres kilómetros del pueblo: en los atardeceres, el sol se acerca al mar y todo queda impregnado de unos excepcionales tonos rojos y anaranjados.

 

La última parada de nuestro recorrido, Sagres, cerca del Cabo de San Vicente, es la meca de los surfistas. Aquí el Atlántico se muestra salvaje, desbocado, espectacular. Nos cuesta imaginar un escenario mejor para poner el broche a unos días de descanso y disfrute.