Esta increíble ciudad está sometida a permanente vigilancia por tres impresionantes
volcanes de más de 3.000 metros de altura. Antigua es un lugar detenido en el tiempo, con iglesias de la época de la colonización, grandes haciendas y pequeñas casas con muros de mil colores y rodeadas por jardines repletos de flores.
Las huellas de los españoles se dejan ver sobre todo en la arquitectura, que ha hecho a Antigua formar parte del Patrimonio de la Humanidad de Naciones Unidas. El conjunto es, ante todo, el resultado del constante esfuerzo de religiosos, gobernantes y moradores por reconstruir unas edificaciones que una y otra vez eran derribadas por terremotos.
Antigua, ubicada hacia el oeste de Guatemala, está a tan sólo 45 minutos de la capital del país, Ciudad de Guatemala.
Dónde alojarse
– Casa Santo Domingo (502 7820 1222). Oriente, 28 A. A 10 minutos a pie del casco histórico. Un antiguo convento transformado en hotel en junio de 1989.
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Esta Mérida, fundada el 6 de enero de 1542 por el español Francisco de Montejo, fue erigida sobre la población maya de T'ho, también conocida como Ichcaanzihó, "ciudad blanca". Los conquistadores la llamaron Mérida porque sus edificios les recordaron a las ruinas romanas de la ciudad extremeña, y no tardaron en transformarla a imagen y semejanza de las ciudades peninsulares.
La capital del Yucatán es una preciosa ciudad colonial, sin el misterio arqueológico de Chichen Itzá ni las diversiones de Cancún pero encantadora y acogedora como pocas.
Su plano reúne todos los elementos coloniales de nuestro pasado: una plaza mayor, presidida por la catedral (la más antigua de México); un convento, el de las Monjas (que servía para educar a las hijas de los conquistadores); un armonioso Palacio de Gobierno; un mercado municipal, lleno de tipismo, y un paseo señorial, el de Montejo, por el que desfilan los lugareños, entre las terrazas de los cafés y restaurantes.
Dónde alojarse
– Hotel Colonial (5 999 923 6444). Calle 62, 476. En el centro histórico.
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Conviene recurrir a los tópicos, siempre contengan verdades como puños: en Cuzco se tiene la sensación de haber llegado a un lugar mágico, tocado por una extraña varita que posiblemente detuvo el reloj de la Historia. Una sensación que no tiene que ver con el inevitable mal de altura, el soroche, que deja fuera de juego al turista que, desavisado o incrédulo, trata de disfrutar la ciudad, comérsela con la mirada, nada más llegar y sin haber cumplido con el ritual terapeútico pertinente: tomar el matecito de coca (una infusión de hojas de coca) que se le ofrece en la recepción del hotel y descansar dos o tres horas para que el cuerpo se acostumbre a una altura que supera los 3.300 metros.
La Plaza de Armas de Cuzco es el ombligo del centro del mundo inca: si Cuzco –en breve se adoptará la toponimia quechua y se llamará, oficialmente, Qosqo– significa "ombligo", es en la Plaza de Armas (Huacaypata) donde se concentra el grueso de la actividad de la población.
Huacaypata, edificada sobre un espacio ceremonial inca, conserva vivo el recuerdo de la conquista: la catedral y la Iglesia de la Compañía, el feudo de los jesuitas, en el que no quisieron sino representar el esplendor y poderío de su "ejército de almas".
Dónde alojarse
– El Monasterio (51 8424 1777). Palacio, 136. Un antiguo palacio inca (en concreto, el de Amaru Qhala) que data de 1592 y reconvertido en un hotel muy especial.
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