Lo he hecho, y he recordado la expresión, cuando el azar concurrente –la fórmula es de José Lezama Lima– me puso delante un librito casi minúsculo: De Carrero Blanco a Eva Forest, editado en París por El Viejo Topo en 1975, es decir, después del asesinato del almirante y antes de la muerte de Franco, cuando todos éramos jóvenes y exaltados.
El artículo que da nombre al volumen, de escuetas 95 páginas, es de Xavier Domingo, a quien conocí en El Mundo, edición Cataluña, unos pocos años antes de su muerte, acaecida en 1996. Para entonces, Domingo era un célebre gastrónomo y un hombre en cierta medida afín a la Convergència i Unió. El librito, al parecer destinado a reivindicar la inocencia de Eva Forest en el atentado en que pereció Carrero, contiene otra joya textual, que merecería ser reproducida: "¿Quién es y qué pretende Santiago Carrillo?", de Carlos Semprún Maura. Pero me interesa en este momento traer aquí lo escrito por Xavier Domingo, por lo mucho que me ha sugerido sobre el estado mental en que se vivían aquellos años, y sobre los mitos del nacionalismo y el arraigo que ya tenían en aquel entonces entre los jóvenes airados del antifranquismo, que las más veces sólo tenían razón en lo del antifranquismo, pero que, también las más veces, lo ejercían (lo ejercíamos) desde posiciones indigeribles. Lo que quizás explique por qué el generalísimo murió en la cama sin que nadie, ni individual ni colectivamente, hubiese sido capaz de generar una alternativa mejor.
Copio a Xavier Domingo en su defensa de la Forest:
(...) una militante de izquierdas, e incluso, por qué no, haber tenido contactos con ETA. Eso se explica perfectamente en un contexto como el español y en un carácter como el de Eva. En realidad, la posibilidad o la existencia de un tal contacto es una denuncia más contra el régimen creado por un hombre que provocó una guerra civil en España para evitar que catalanes y vascos fueran catalanes y vascos. Para crear lo que él y los suyos llaman "unidad nacional" liquidando con la muerte algo que después de 35 años de dictadura brutal sigue en pie y planteado como primera problemática del país. Y Eva es catalana. Lugo en principio naturalmente sensible al problema análogo de los vascos.
Independientemente de lo que se piense del nacionalismo, de izquierdas o de derechas, su actitud es comprensible sobre todo en las circunstancias españolas. Es muy difícil desalienarse de la cuestión nacional cuando existe una persecución real y concreta por parte del poder central contra genta nacida en lugares que por su cultura, lengua, tradiciones e historia se sienten nación y cuando esta persecución reviste las formas más brutales y las más arbitrarias y aun ridículas, como la reciente prohibición en la capital de Catalunya de un himno deportivo al club de fútbol Barcelona... En tales circunstancias, proclamarse vasco o catalán o gallego puede ser una de las formas menos sutiles pero más directas y brutales de manifestar hostilidad y resistencia a la tiranía centralista del franquismo y al franquismo en sí. Eso puede ir desde bailar sardanas los domingos o cantar zorzicos los sábados hasta poner bombas pero en todo caso la responsabilidad exclusiva de las situaciones creadas incumbe al poder central represivo. Que alrededor de eso la razón política de los oprimidos cree pathos de "colonizado" sin relación a menudo con la realidad de las palabras poco importa. Eso también es un producto de la represión (...)
Eva pertenece a una generación de catalanes que es la mía. Somos gente a la que partieron en dos a una edad en la que esas cosas dejan mucha mella en el espíritu y hasta en la carne. Nacimos catalanes durante la República. Aprendimos a hablar y a leer en catalán y hasta que terminó la guerra con la victoria de Franco sólo sabíamos hablar catalán. Teníamos entonces siete u ocho años. Y entonces se nos prohibió el uso de nuestra lengua, de nuestra única lengua, y se nos obligó a utilizar únicamente otra que sólo podíamos emplear de una forma muy imperfecta y sobre todo ridícula y risible para el "conquistador". Fuimos objeto de irrisión a causa de eso, de motes infames, de insultos y de burlas grotescas y burdas por parte de gente soez, ignorante y bestia que tenía el palo en la mano. Son cosas que ni se olvidan ni se perdonan. Nos hicieron hasta olvidar y despreciar la lengua de nuestras madres, pero aprendimos bien la suya sólo para gritar libertad. Ésa es también la situación de los vascos, toda "ideología" nacionalista puesta aparte.
El mayor fracaso del régimen y de Franco reside en la permanencia vivaz y dolorosa de un problema vasco y de un problema catalán en España. Un problema que no es mera cuestión de ideas. Sino de sangre y lágrimas de humillación. Un problema creado por un poder sádico y paranoico y absolutamente esquizofrenizante.
Naturalmente uno está contra el terrorismo y la violencia, pero eso también es ideología y en todo caso uno está sobre todo en contra del terrorismo y la violencia que comienzan en el poder.
Hasta aquí, Xavier Domingo. Las cursivas, desde luego, son mías. En el texto precedente están todos los lugares comunes del discurso nacionalista catalán, en forma explícita e implícita. Por ejemplo, se dice explícitamente que Franco se alzó contra la República "para evitar que catalanes y vascos fueran catalanes y vascos" –barbaridad que eleva la jerarquía del nacionalismo catalán al nivel del comunismo y el fascismo–, lo cual autoriza implícitamente que Cataluña perdió la guerra como tal, no como parte de la República vencida, sino de manera particular y por una cuestión identitaria, cosa que impregna la doctrina nacionalista desde ERC hasta CiU y el PSC.
Afirma nuestro autor, en el momento en que se ha formado Comisiones Obreras y se ha juzgado a los del Proceso 1001, que "la primera problemática del país" es la de catalanes y vascos. Así se abrió la puerta, como ya lo había hecho y lamentado Azaña, a que los nacionalismos, criados para engorde por el Estado de las Autonomías, resultaran ser, en efecto, una de las primeras problemáticas, al mismo nivel que las económicas y las sociales.
Toda forma de lucha, una vez equiparada la sardana con las bombas, es legítima o, al menos, como se dice al final del artículo citado, más legítima que la del poder por perpetuarse. Eso es la forma más estúpida del anarquismo.
Todo el planteo está más allá de una "mera cuestión de ideas" –es más importante que las ideas–, Eva Forest es "naturalmente sensible" al "problema vasco" por ser catalana, el catalán era la "única lengua" de Cataluña hasta 1939, etc.
Lo más grave no es que Xavier Domingo pensara y escribiera así, sino que los demás éramos conniventes: los nacionalistas eran compañeros de viaje, sus reivindicaciones nos parecían legítimas aunque no nos interesaran porque nuestras miras eran de otro orden, más social que nacional. Con eso y todo, la izquierda de la época –yo había llegado del Buenos Aires de López Rega un año antes y militaba en el PSUC, que era la única oposición estructurada en Cataluña, donde los socialistas no daban señales de vida a pesar de haber pasado por Suresnes en octubre de 1974, y la derecha estaba con el régimen o era nacionalista–, la izquierda de la época, decía, se dejó superar por la propaganda nacionalista: la nova cançó era nacionalista antes que de izquierdas, por poner sólo un ejemplo.
Es curioso cómo el autor incorpora el problema gallego cuando aún no estaba ni remotamente planteado en los mismos términos que el de vascos y catalanes (ni siquiera hoy es ése su planteamiento), sin nombrarlo, sin embargo, en ningún otro punto del artículo, ya que no podía arriesgar una torpeza tal como que la guerra civil se hubiese desatado para impedir a los gallegos ser gallegos.
Podía haber enviado estas líneas para el suplemento de Ideas, pero me pareció más sensato escribirlas para el de Historia porque se trata de una lección del pasado. Un pasado que a los jóvenes catalanes les parece eterno: nunca hubo a su alrededor otro discurso, en ninguno de los partidos existentes, incluido el PPC. Un pasado que los jóvenes españoles ni siquiera atisban: para ellos, se trata de una historia paralela, que no sucede en la misma nación. La misma impregnación nacionalista han vivido desde la cuna los jóvenes vascos, aunque en ese norte el PP no ha cedido como en Cataluña y sigue siendo una opción.