La misiva hay que contextualizarla en la diferenciación editorial que LAT quería establecer con su mexicofóbico rival Los Angeles Examiner, de W. R. Hearst. La misma publicación de la carta en La Prensa respondió también al interés de este periódico hispanounidense por resaltar esa diferenciación, para que quedara claro que no todos los periódicos eran como los sensacionalistas de Hearst en el trato a México y a los mexicanos.
Desde el siglo XIX, sobre todo a partir de la instauración del Porfiriato, muchos dueños y editores de periódicos norteamericanos –sobre todo californianos– tenían grandes intereses económicos y financieros en México. Esto hacía que las noticias sobre el vecino del Sur estuvieran teñidas de un subjetivismo y una parcialidad tal, que a duras penas se pudo leer algo objetivo sobre la cuestión entre mediados del XIX y el final de la II Guerra Mundial.
De ahí que la carta de Harry E. Andrews sea tan relevante; de hecho, la podemos usar como ejemplo de un cierto debate sobre las relaciones interétnicas en Los Ángeles en aquellos años finales de la Gran Guerra y de consolidación de la Revolución Mexicana. Andrews se cuidó mucho de no tocar temas espinosos para los dos grupos étnicos más importantes de la ciudad y prefirió hacer hincapié en lo que les unía. Por eso no habló de las intervenciones de Estados Unidos en México, y sí de las de otros países, como Francia, que según él pudo ser expulsada del suelo mexicano gracias a Estados Unidos.
Desde el siglo XIX, sobre todo a partir de la instauración del Porfiriato, muchos dueños y editores de periódicos norteamericanos –sobre todo californianos– tenían grandes intereses económicos y financieros en México. Esto hacía que las noticias sobre el vecino del Sur estuvieran teñidas de un subjetivismo y una parcialidad tal, que a duras penas se pudo leer algo objetivo sobre la cuestión entre mediados del XIX y el final de la II Guerra Mundial.
De ahí que la carta de Harry E. Andrews sea tan relevante; de hecho, la podemos usar como ejemplo de un cierto debate sobre las relaciones interétnicas en Los Ángeles en aquellos años finales de la Gran Guerra y de consolidación de la Revolución Mexicana. Andrews se cuidó mucho de no tocar temas espinosos para los dos grupos étnicos más importantes de la ciudad y prefirió hacer hincapié en lo que les unía. Por eso no habló de las intervenciones de Estados Unidos en México, y sí de las de otros países, como Francia, que según él pudo ser expulsada del suelo mexicano gracias a Estados Unidos.
Salutación a los mexicanos y a La Prensa (La Prensa, 14-IX-1918)
¡A los mexicanos residentes en Los Ángeles y a todos los pueblos de habla española, The Times les envía hoy sus efusivos y entusiastas saludos! Celebráis el 108° aniversario de la declaración de la Independencia iniciada por el noble Hidalgo, cuando el pueblo mexicano rompió las cadenas que lo ligaban con la Madre Patria, proclamando con justicia, para cada hombre, los derechos de libertad política y religiosa.
Es dudoso que exista en los diccionarios de los idiomas una palabra más preciosa que la de Independencia. Sin libertad, ningún individuo está seguro y ninguna nación puede ser próspera y feliz .Con independencia no existe meta que el hombre no pueda alcanzar y no existe límite de gloria nacional a que no pueda llegar un país.
Aunque la libertad de México principió en 1810, no fue sino muchos años después cuando pudo llegar a un estado de libertad tal como el que actualmente ha proclamado para su pueblo. En efecto, aún en 1864 encontramos a México luchando todavía bajo la pesada bota de un tirano de la familia de los Habsburgos –de la misma familia que hoy día está ligada con los Hohenzollerns–, con el negro propósito de reducir a la esclavitud a todos las naciones de la tierra. La corona imperial fue puesta sobre la frente de Maximiliano por Napoleón III, y con la ayuda de las tropas francesas y la ayuda de los enemigos de México dentro de sus propias fronteras pudo permanecer en el trono por algún tiempo. Pero en México existía un espíritu más grande y más poderoso que la voluntad de un rey, y ese espíritu era el de la libertad que sonríe ante las guillotinas y los cañones. En 1866, en seguida de haber América roto las férreas esposas que con escarnio del mundo oprimían los puños de los esclavos negros, el Gobierno de Washington enfáticamente reprobó la presencia de tropas francesas en México, y esta protesta, encontrando eco en los mexicanos amantes de la libertad, dio por resultado la caída de Maximiliano y el ascenso de Juárez a la silla presidencial de la República Mexicana.
Desde esa fecha, el camino ha sido menos áspero para México, pero aun en estos mismos momentos nuestra República hermana está lejos de conseguir su ideal. Sin embargo, camina rápidamente hacia delante, y el hecho de que su pueblo, por varias generaciones, se haya rebelado contra la opresión y el mal gobierno es prueba suficiente de que le espera lo que el destino reserva a aquellos que han encendido la hoguera de libertad y conservan la sagrada llama siempre encendida ante los altares de la justicia y de la verdad.
Entre el pueblo de los Estados Unidos Mexicanos y el de los Estados Unidos de América hay mucho de común. Los cimientos del gobierno nacional de ambas repúblicas se levantan sobre los nuevos principios. América es el crisol donde se amalgaman todas las naciones, e igualmente, hasta cierto punto, lo es México. Esa es la gloria de los Estados Unidos, y llegará a ser la salvación de México. En espíritu y en verdad, nosotros los americanos somos hermanos del pueblo de México. Por lo tanto, The Times, en esta feliz ocasión, jubiloso envía sus fraternales saludos a los mexicanos de Los Ángeles, regocijándose con ellos en este aniversario de la libertad de su Patria y felicitando a aquellos que han establecido su hogar en esta ciudad y se han hecho ciudadanos de este país. Aunque los ciudadanos americanos por cuyas venas corre sangre mexicana hacen muy bien en recordar a su país adolorido y desangrado, The Times no pone en duda ni por un momento su patriotismo y su lealtad para con la tierra que han adoptado.
La prensa de habla española de América y de México puede influir mucho para que entre las dos naciones se sostenga un sentimiento amistoso, tan esencial para el feliz y mutuo entendimiento que debe existir entre vecinos, e inculcar los principios de justicia y de derecho que son las piedras fundacionales de las verdaderas repúblicas.
© Semanario Atlántico
ARMANDO MIGUÉLEZ (miguelez@semanarioatlantico.com), doctor en Literaturas y Culturas Hispánicas.