A las invenciones castristas se opuso en su momento Sánchez Albornoz, el mayor medievalista que ha producido España. Por mi parte, no estoy muy de acuerdo con algunos conceptos expuestos por Albornoz, como la "herencia temperamental", pero en cuanto a explicar lo que realmente fueron las edades Media y Moderna de España, su ventaja sobre Castro es abismal. Sin embargo, una gran parte de la intelectualidad autodenominada progresista, española y extranjera, prefirió las tesis castristas. ¿Por qué razón? Fundamentalmente, porque les parecían, a su vez, más progresistas y se oponían a lo que realmente ha sido y hecho España en la historia, algo que ellos consideraban que no debía haber sucedido. Encima, quedaban muy antifranquistas.
Así, se ha vuelto un lugar común en círculos amplios sostener que ni los romanos ni los visigodos tenían nada que ver con los españoles, mientras que los musulmanes y los judíos eran tan españoles como los cristianos. Tanto o más, porque ellos representaban la cultura o lo que puede considerarse progreso, en contra de unos individuos que, al parecer, cifraban su orgullo en no trabajar ni aprender oficio alguno, ni siquiera a leer.
Parece increíble que ideas tan disparatadas se hayan impuesto hasta el punto de que debamos discutirlas, pero así ocurre, buen indicio de adónde hemos llegado.
En la Historia de España que, si todo va bien, publicaré en marzo he debido exponer, qué remedio, algunos datos que debieran ser evidentes y que aquí resumo. En España hablamos fundamentalmente un idioma derivado del latín, tenemos un derecho originado en el romano, la religión vastamente mayoritaria es la cristiana, llegada también con Roma, y la tradición cultural se ha desarrollado sobre tales bases sin interrumpirse en ningún momento... aunque estuvo muy cerca de romperse con la invasión musulmana, como ocurrió en el norte de África. ¿Cómo puede decirse que los hispanorromanos no tienen nada importante que ver con los españoles? Ellos se sentían romanos, pero también hispanos, y fueron, precisamente, nuestros antecesores, de quienes derivan los aspectos clave de nuestra cultura actual.
De los visigodos cabe decir lo mismo. Su gran aportación fue convertir la nación cultural de Hispania en la nación política de España o Spania, primera de Europa en competencia con Francia. Los godos se fundieron totalmente en la masa de la población y en la cultura hispanorromana, y ello, y no otra cosa, permitió la Reconquista, un hecho excepcional en la historia. ¿Cómo no iban a tener nada que ver con nosotros? En cambio, los musulmanes alteraron progresiva y rápidamente el idioma, la religión, las costumbres, hasta el nombre del país, todos los elementos que dan carácter cultural e histórico a los españoles. De haber triunfado ellos, la nación España habría abortado y existiría en cambio un Al Ándalus en continuidad con el Magreb, compartiendo su estancamiento cultural desde hace siglos.
Políticamente, Al Ándalus siempre mantuvo un carácter de imposición foránea, como expliqué en un artículo anterior. Al contrario que los visigodos, fue nula su identificación con las tradiciones que habían hecho a España. Muy al contrario, impusieron unas formas culturales distintas hasta en los aspectos más cotidianos, como la vestimenta o la culinaria. Llamarlos "españoles" es un completo dislate. Algo similar ocurría entonces con los judíos, que tampoco se integraron y mantuvieron sus costumbres y tradiciones, aunque carecían de fuerza política o militar para imponerlas. Resulta absurdo considerar la época con ideologías actuales. El conflicto árabe-israelí demuestra cuán difícil es la convivencia en nuestros días, y seguramente no lo era más en aquellos siglos. Hubo, por cierto, un considerable número de judíos, conversos, que sí se integraron y adoptaron a menudo un robusto patriotismo hispano.
No menos absurda es la pretensión de que los españoles propiamente dichos, los cristianos viejos, eran ignaros e ineptos, y muy contentos de serlo. La España de las habitualmente llamadas edades Media Baja y Moderna estaba llena de ciudades muy bellas y monumentales, por lo que podemos ver aún hoy, con numerosas catedrales y universidades (en el siglo XVI España era probablemente el país con más alumnos de estudios superiores de Europa), imprentas, libros, etc. Aquellos ineptos fueron capaces de explorar medio mundo y de conquistar y colonizar vastos territorios cuando los demás países europeos apenas estaban en condiciones de practicar la piratería. En América crearon numerosas ciudades bien urbanizadas, universidades e imprentas... Son solo algunos ejemplos, y todo ello no fue obra de judíos y mudéjares, sino de los cristianos viejos, tan denostados por sus –estos sí– ineptos e ignorantes descendientes.
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Así, se ha vuelto un lugar común en círculos amplios sostener que ni los romanos ni los visigodos tenían nada que ver con los españoles, mientras que los musulmanes y los judíos eran tan españoles como los cristianos. Tanto o más, porque ellos representaban la cultura o lo que puede considerarse progreso, en contra de unos individuos que, al parecer, cifraban su orgullo en no trabajar ni aprender oficio alguno, ni siquiera a leer.
Parece increíble que ideas tan disparatadas se hayan impuesto hasta el punto de que debamos discutirlas, pero así ocurre, buen indicio de adónde hemos llegado.
En la Historia de España que, si todo va bien, publicaré en marzo he debido exponer, qué remedio, algunos datos que debieran ser evidentes y que aquí resumo. En España hablamos fundamentalmente un idioma derivado del latín, tenemos un derecho originado en el romano, la religión vastamente mayoritaria es la cristiana, llegada también con Roma, y la tradición cultural se ha desarrollado sobre tales bases sin interrumpirse en ningún momento... aunque estuvo muy cerca de romperse con la invasión musulmana, como ocurrió en el norte de África. ¿Cómo puede decirse que los hispanorromanos no tienen nada importante que ver con los españoles? Ellos se sentían romanos, pero también hispanos, y fueron, precisamente, nuestros antecesores, de quienes derivan los aspectos clave de nuestra cultura actual.
De los visigodos cabe decir lo mismo. Su gran aportación fue convertir la nación cultural de Hispania en la nación política de España o Spania, primera de Europa en competencia con Francia. Los godos se fundieron totalmente en la masa de la población y en la cultura hispanorromana, y ello, y no otra cosa, permitió la Reconquista, un hecho excepcional en la historia. ¿Cómo no iban a tener nada que ver con nosotros? En cambio, los musulmanes alteraron progresiva y rápidamente el idioma, la religión, las costumbres, hasta el nombre del país, todos los elementos que dan carácter cultural e histórico a los españoles. De haber triunfado ellos, la nación España habría abortado y existiría en cambio un Al Ándalus en continuidad con el Magreb, compartiendo su estancamiento cultural desde hace siglos.
Políticamente, Al Ándalus siempre mantuvo un carácter de imposición foránea, como expliqué en un artículo anterior. Al contrario que los visigodos, fue nula su identificación con las tradiciones que habían hecho a España. Muy al contrario, impusieron unas formas culturales distintas hasta en los aspectos más cotidianos, como la vestimenta o la culinaria. Llamarlos "españoles" es un completo dislate. Algo similar ocurría entonces con los judíos, que tampoco se integraron y mantuvieron sus costumbres y tradiciones, aunque carecían de fuerza política o militar para imponerlas. Resulta absurdo considerar la época con ideologías actuales. El conflicto árabe-israelí demuestra cuán difícil es la convivencia en nuestros días, y seguramente no lo era más en aquellos siglos. Hubo, por cierto, un considerable número de judíos, conversos, que sí se integraron y adoptaron a menudo un robusto patriotismo hispano.
No menos absurda es la pretensión de que los españoles propiamente dichos, los cristianos viejos, eran ignaros e ineptos, y muy contentos de serlo. La España de las habitualmente llamadas edades Media Baja y Moderna estaba llena de ciudades muy bellas y monumentales, por lo que podemos ver aún hoy, con numerosas catedrales y universidades (en el siglo XVI España era probablemente el país con más alumnos de estudios superiores de Europa), imprentas, libros, etc. Aquellos ineptos fueron capaces de explorar medio mundo y de conquistar y colonizar vastos territorios cuando los demás países europeos apenas estaban en condiciones de practicar la piratería. En América crearon numerosas ciudades bien urbanizadas, universidades e imprentas... Son solo algunos ejemplos, y todo ello no fue obra de judíos y mudéjares, sino de los cristianos viejos, tan denostados por sus –estos sí– ineptos e ignorantes descendientes.
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