El de presidente es el único cargo de elección popular cuyo mandato está limitado en el tiempo: ocho años. Los senadores y los congresistas, los gobernadores y los miembros de los legislativos locales pueden ser reelegidos vez tras vez. En cuanto a los magistrados del Supremo federal, una vez confirmados por el Senado, son vitalicios. La razón de que el presidente sólo pueda estar ocho años se encuentra en la enmienda 22ª, y el origen de ésta, en el reinado de Franklin Roosevelt: 1933-1945.
Los redactores de la Constitución elaboraron un sistema en el que los tres poderes estaban equilibrados y obligados a negociar. Al presidente le fijaron un mandato de cuatro años y no prohibieron su reelección, lo que pareció un error a Alexis de Tocqueville, ya que temía que el presidente se centrara en conseguir un nuevo mandato.
La Constitución de 1812
La Constitución española de 1812, que estuvo vigente no sólo en el imperio español, sino en territorios que luego se anexionó EEUU, como Florida, Texas y California, introducía limitaciones a la reelección de cargos públicos, como el de diputado provincial y el de alcalde. La semilla de esta Constitución fructificó en otras elaboradas por las repúblicas emancipadas, como la mexicana de 1824, que permitía la reelección del presidente con el requisito de un mandato inhábil.
El general George Washington fue el primer presidente de EEUU, entre 1789 y 1798, y cuando le ofrecieron un tercer mandato lo rechazó. El siguiente presidente que disfrutó de dos mandatos fue Thomas Jefferson (1801-1809), que había sido secretario de Estado de Washington entre 1789 y 1793. En los debates constitucionales había propugnado el septenio para los presidentes, pero durante sus años de gobierno se decantó por un sistema que él definió como ocho años con una renovación o un despido a la mitad. Jefferson mantuvo el precedente de Washington y hasta se mostró partidario de una enmienda a la Constitución para limitar la reelección.
Así se instauró la tradición de que un presidente sólo debía servir dos mandatos. Sin embargo, no existía prohibición legal. Los presidentes republicanos Ulises Grant (1869-1877) y Theodore Roosevelt (1901-1909) intentaron obtener un tercer mandato, pero fueron derrotados: el primero en las primarias de su partido para las elecciones de 1880 y el segundo en las elecciones de 1912, a las que se presentó como candidato del Partido Progresista.
Roosevelt incumple la tradición
El primero en conseguir un tercer mandato fue otro Roosevelt: Franklin Delano, pariente de Theodore, aunque demócrata. Ganó las elecciones de 1932 y 1936 y, aduciendo la necesidad de que un presidente con experiencia gobernase el país una vez comenzada la Segunda Guerra Mundial, se presentó a las elecciones de 1940 y a las de 1944. Para hacerlo tuvo que pactar con los caciques del Partido Demócrata, en especial con los del Sur, una de cuyas condiciones fue la defenestración del progre Henry Wallace, vicepresidente entre 1941 y 1945. Wallace era un admirador de la revolución rusa, a la que situaba con la norteamericana en la marcha del hombre hacia la libertad. Como ministro de Agricultura en plena Gran Depresión, aplicó una medida propia de sus admirados soviéticos para tratar de hacer subir los precios de los productos agrícolas: matar cerdos y quemar cosechas.
Roosevelt, un político de sonrisa cálida y corazón de hielo, sacrificó a Wallace y lo sustituyó por el senador por Missouri Harry Truman. El cambio fue providencial, pues FDR falleció el 12 de abril de 1945. ¿Cuál habría sido la suerte de Europa –España incluida– si Roosevelt o Wallace hubieran estado en la presidencia? En Yalta, FDR había declarado que estaba dispuesto a retirar su ejército de Europa, y traicionado a los polacos libres y a los chinos del general Chiang Kai Chek.
Voto a favor de Nixon y Kennedy
En 1946 se celebraron las elecciones de mitad de mandato para renovar la Cámara de Representantes y parte del Senado. La victoria republicana fue arrolladora: por primera vez en muchos años el GOP controlaba el Parlamento. Y una de las primeras medidas que tomó la nueva mayoría fue aprobar la ya referida vigésimosegunda enmienda:
No se elegirá a la misma persona para el cargo de presidente más de dos veces, ni más de una vez a la persona que haya desempeñado dicho cargo, o que haya actuado como presidente durante más de dos años de un período para el que se haya elegido como presidente a otra persona.
Los nuevos legisladores juraron en enero de 1947 y la enmienda la aprobaron las dos cámaras el 21 de marzo, con el apoyo de numerosos demócratas, incluido el entonces novato John F. Kennedy. Se dice que el motivo por el que JFK votó a favor de la enmienda fue para vengarse de Roosevelt, que había anulado la carrera política de su padre. Otro futuro presidente que ganó su escaño en 1946 y votó la enmienda fue el republicano Richard Nixon, elegido por un distrito de California. Hace ya sesenta años, el 27 de febrero de 1951, se consiguió igualmente la ratificación de tres cuartos de los estados.
Truman, que podía haberse presentado a un tercer mandato en 1952, rehusó hacerlo debido a su bajísima popularidad. Dwight Eisenhower (1953-1961) había sufrido un infarto y una trombosis y tenía 70 años, por lo que ni se lo planteó. Kennedy (1961-1963) fue asesinado antes de concluir su primer mandato. Johnson (1963-1968) se presentó una vez, pero no quiso hacerlo una segunda debido a su impopularidad. Nixon (1969-1974) ganó dos mandatos, pero renunció antes de acabar el segundo para evitar su destitución por el Congreso. Su sucesor, Gerald Ford (1974-1977), perdió las elecciones y Jimmy Carter (1977-1981) fue derrotado en los comicios en que optaba a un segundo mandato.
Reagan y Clinton querían un tercer mandato
Ronald Reagan (1981-1989) fue el primer presidente que, desde la entrada en vigor de la 22ª enmienda, completó dos mandatos y estaba dispuesto a presentarse a un tercero. Su popularidad era inmensa, hasta el punto de que en 1984 ganó en todos los estados salvo el del candidato rival. En una entrevista en 1986 declaró:
Deberíamos preguntarnos seriamente si no nos hemos inmiscuido en los derechos democráticos de los ciudadanos. Éstos pueden elegir al mismo senador (...) a un diputado o a cualquier cargo similar por el tiempo que les apetezca. ¿Por qué no tienen el derecho de votar [en las presidenciales] por quienquiera que deseen?
George H. Bush (1989-1993) sólo se desempeñó durante un mandato. Le sucedió el demócrata Bill Clinton (1993-2001), que salió de la presidencia con 54 años. Clinton no sólo protestó por que se le prohibiese un tercer mandato consecutivo, sino que dio ideas para una nueva reforma: que sólo se prohibiera gobernar más de ocho años consecutivos.
¿El pato cojo?
A finales de los 90, Richard Nixon confesó su equivocación:
Cuando era congresista en 1947 voté a favor de la enmienda veintidós, que limitaba la presidencia a dos mandatos. (...) Yo me equivocaba y Eisenhower y Reagan tenían razón.
En su opinión, los segundos mandatos no eran tan positivos para los presidentes como los primeros, y además despojaban de poder a aquellos. Una vez eran reelectos, empezaba su decadencia, se convertían un patos cojos, que perdían influencia y poder. Pero ¿se puede calificar a Reagan de pato cojo, cuando consiguió que su vicepresidente, que desagradaba a su base electoral, fuese elegido en 1988, hecho que no sucedía desde hacía décadas, y en lo que fracasó Clinton con Al Gore en 2000?
El límite de una sola reelección supone que sólo hubo ocho años de Ronald Reagan, pero también hubo ocho años de Bill Clinton, y en el peor de los casos habrá ocho años de Obama. Otra cosa es que sean demasiados años para la ciudadanía.