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LA GUERRA FRÍA

Los Acuerdos de Ginebra

Los Acuerdos de Ginebra, firmados el 20 de julio de 1954, pusieron fin a la Guerra de Indochina. Para muchos historiadores, sin embargo, si marcaron el final de algo, fue el de la fase francesa de una larguísima Guerra del Vietnam, que se prolongaría hasta 1975.


	Los Acuerdos de Ginebra, firmados el 20 de julio de 1954, pusieron fin a la Guerra de Indochina. Para muchos historiadores, sin embargo, si marcaron el final de algo, fue el de la fase francesa de una larguísima Guerra del Vietnam, que se prolongaría hasta 1975.

Los dos planteamientos son una forma relativamente correcta (y relativamente equivocada) de contemplar un mismo fenómeno. Es verdad que, de alguna manera, los comunistas, en su esfuerzo por conquistar todo Vietnam, combatieron a los franceses hasta 1954, para arrebatarles el Norte, y luego a los norteamericanos, hasta 1975, para vencerles en el Sur. Sin embargo, mientras la primera fase fue una guerra colonial en la que un movimiento nacional, que era comunista pero no sólo, trató de expulsar a la potencia ocupante, en la segunda los norteamericanos intervinieron no como imperio colonial, sino para impedir que el nuevo Estado fuera comunista. Por eso es preferible hablar hasta 1954 de Guerra de Indochina y a partir de entonces de Guerra de Vietnam.

La conferencia y Dien Bien Phu

Durante los meses de enero y febrero de 1954 los ministros de Asuntos Exteriores de las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial –esto es, de las tres que ganaron más Francia– celebraron una cumbre en Berlín. En ella, el francés Georges Bidault convenció al estadounidense John Foster Dulles para la convocatoria, en Ginebra, de una conferencia que pusiera fin a las dos guerras que asolaban Asia, la de Corea y la de Indochina. Naturalmente, a Bidault le interesaba tan sólo la de Indochina, pero incluyó la de Corea para estimular el interés de Washington y para justificar que estuviera presente China, el actor que los franceses creían fundamental para imponer al Vietminh sus planteamientos. La Guerra de Corea había de hecho terminado con el armisticio de julio de 1953, pero estaba pendiente de firmar un tratado de paz que le pusiera fin formalmente. De manera que para los norteamericanos discutir sobre Corea en Ginebra no tenía un especial atractivo. En cambio, la posibilidad de imponer a París los puntos de vista de Washington respecto de la Guerra de Indochina en una mesa de negociaciones sí era de alguna manera tentador. En cualquier caso, oficialmente, lo que empujó a Dulles a ceder fue el compromiso que los franceses adoptaron a cambio de llevar a la Asamblea Nacional la ratificación del tratado de la Comunidad Europea de Defensa, que se había firmado en París el 27 de mayo de 1952. En el compromiso de Bidault con Dulles estaba incluida la obligación del Gobierno francés de convencer a la Asamblea para que ratificara el tratado, compromiso que, como en otra ocasión se verá, no cumplió, pues fue rechazado por el Parlamento en agosto de 1954.

Francia tenía en enero de ese año buenos motivos para desear celebrar una conferencia sobre Indochina. El otoño anterior, el general Henri Navarre había diseñado un plan para, durante la siguiente primavera, infligir al Vietminh una derrota definitiva en un aislado valle del norte de Vietnam junto a una aldea llamada Dien Bien Phu. La conferencia sería el marco perfecto para que los comunistas aceptaran su derrota. De ahí la necesidad de la presencia de China, el gran aliado del Vietminh, cuyo papel sería imponer a los derrotados comunistas el punto de vista de París.

Sin embargo, la maniobra francesa tuvo un efecto perverso sobre Ho Chi Minh y su lugarteniente, Vo Nguyen Giap. La convocatoria de la conferencia supuso un estímulo más para aceptar el reto que los franceses le plantearon en Dien Bien Phu y hacer el máximo esfuerzo para derrotarles... y hacer valer el triunfo en una conferencia de paz que ellos no habían convocado pero que podía venirles al pelo si se presentaban en ella con una gran victoria bajo el brazo. Como vimos en la anterior ocasión, el Vietminh fue capaz de lo que los franceses nunca creyeron que podrían hacer, esto es, trasladar el armamento pesado chino hasta el valle, rodeado de altísimas montañas, por medio de porteadores –en su mayoría mujeres– y luego montar allí las armas. Cuando la conferencia se abrió, el 26 de abril de 1954, los franceses estaban a días de rendirse a las fuerzas de Giap en la referida aldea.

Crisis de gobierno en Francia

La sonora derrota francesa en el lejano valle vietnamita hizo temblar los cimientos del Quai d’Orsay. Georges Bidault se encontró en una posición insostenible. Derrotado en el campo de batalla, se veía obligado a acudir a la conferencia de paz con un dos de tréboles y un tres de diamantes en la mano, como él mismo dijo. Negándose a negociar con los vietnamitas en público, celebró con ellos algunas reuniones secretas por ver si era posible llegar a un acuerdo. Las exigencias de Ho Chi Minh eran inaceptables. Consistían en levantar una federación de tres Estados independientes, Vietnam, Camboya y Laos, que estarían de facto bajo control comunista. Mientras Bidault comprobaba que lo que trataba de imponerle el Vietminh no sería aceptado en su país, desde París se le exigía que pusiera fin a la guerra como fuera y acabara con la sangría.

Dien Bien Phu supuso para socialistas y comunistas una oportunidad de acorralar al Gobierno Laniel e intentar derrocarle. El 12 de junio Laniel perdió en la Asamblea una cuestión de confianza y el Gobierno, que no había podido obtener una victoria ni una salida honrosa, cayó tras la deserción de radicales y exgaullistas. Fue llamado a formar Gobierno quien más se había opuesto a la Guerra de Indochina desde el principio, Pierre Mendès France, que logró formar una mayoría con la promesa de, en el plazo de treinta días, alcanzar un acuerdo en Ginebra para salir del Sudeste Asiático de un modo honroso.

Mendès France tenía un prestigio enorme en su país, y es justo reconocerle que, a diferencia de muchos socialistas y comunistas, se había opuesto a la guerra desde el principio. Sin embargo, ponerse a sí mismo un ultimátum para alcanzar la paz podría haberle abocado a salir de Ginebra teniendo que reconocer una derrota total. No fue así por su habilidad y por las circunstancias especiales que atravesaba la Guerra Fría.

Molotov y Chou Enlai

Mendès France dio un giro de ciento ochenta grados a la estrategia negociadora de Bidault. En vez de hablar con Pham Von Dong, el enviado de Ho Chi Minh, se dirigió a Molotov y Chou Enlai. Ambos estaban deseosos, por distintos motivos, de poner fin a la Guerra de Indochina. En Moscú seguían las luchas por el poder en el Kremlin y la debilidad soviética era tal, que se creía probable un ataque total de los Estados Unidos que pusiera fin al régimen bolchevique. Lo último que querían en Moscú era tener abierto un frente caliente en el Sudeste Asiático o en cualquier otro lugar del globo. En este sentido, las motivaciones rusas para obligar a los vietnamitas a llegar a un acuerdo fueron las mismas que les empujaron a presionar a los chinos para que firmaran el armisticio en Corea un año antes.

Chou Enlai, el enviado de Mao a la conferencia, tenía también buenas razones para desear un acuerdo que no fuera excesivamente pernicioso para el bando capitalista. La Guerra de Corea había demostrado dos cosas: que los norteamericanos estaban decididos a intervenir en cualquier lugar, especialmente si era uno fronterizo con China, y que el régimen de Pekín todavía no era lo suficientemente poderoso ni estaba lo suficientemente asentado como para tener garantías de resistir una intervención estadounidense en toda regla. Lo último que deseaba Mao era, después de Corea, dar a Washington en su frontera sur una segunda oportunidad de intervenir en China y acabar con el régimen maoísta. Encima, los vietnamitas habían demostrado en Dien Bien Phu que podían ser unos enemigos formidables. Y éstos, al margen de recientísimas proximidades ideológicas, habían sido enemigos milenarios de los chinos. Mao sentía gran respeto por la historia y por lo que el historiador francés Pierre Renouvin llamó sus fuerzas profundas, de forma que no tenía interés alguno en tener al sur un poderoso rival que de aliado podía transformarse fácilmente en enemigo cuando esas fuerzas profundas asomaran.

Así pues, tanto Molotov como Chou Enlai presionaron a Pham Von Dong para que aceptara lo que los franceses le propusieron. El 20 de julio de 1954, un día antes de vencer el ultimátum que Mendès France se había impuesto a sí mismo, se acordó que Vietnam se dividiría en dos zonas, con una frontera que correría a lo largo del paralelo 17: la Norte sería gobernada por el Vietminh, y la Sur sería entregada al Gobierno títere de Bao Dai y a partir de entonces sería realmente independiente. A los dos años se celebrarían unas elecciones en todo el país y el Gobierno que saliera de ellas se haría cargo de un Vietnam unido. Para Camboya y Laos se acordó lo mismo que para Vietnam del Sur: seguirían ostentando el poder los Gobiernos puestos por los franceses, pero gozando de una real independencia.

La postura norteamericana

Washington había aceptado la conferencia a regañadientes y sólo por ver si lograba por fin que los franceses ratificaran la Comunidad Europea de Defensa. Fueron a Ginebra en calidad de participantes, no de beligerantes. De hecho, Foster Dulles abandonó pronto la conferencia y los días que estuvo por allí se movió por los pasillos, tal y como cuenta un biógrafo suyo, con el mismo disgusto que habría mostrado un puritano transitando por un burdel.

Los norteamericanos no suscribieron los Acuerdos, pero se comprometieron a respetarlos. En el fondo, les satisfizo enormemente lo acordado en Ginebra. Por fin habían logrado que Francia se desentendiera de Indochina como potencia colonial. El haber preservado el Sur de la victoria comunista les ofrecía la oportunidad de iniciar allí las estrategias de nation building que tan buenos resultados les habían dado en Alemania y Japón. Además, el Vietminh había renunciado a que las elecciones se celebraran inmediatamente, que no era poca cosa, porque, de haberse convocado para 1954, los comunistas las habrían ganado de calle. Eso le daba a Washington dos años para, promoviendo el desarrollo político y económico del Sur, demostrar a los vietnamitas del Norte la mucha prosperidad y libertad que podía traerles el pertenecer al bando capitalista y lograr que los anticomunistas ganaran las elecciones que tenían que celebrarse en 1956.

Todo salió mal. El Sur no se desarrolló como los norteamericanos hubieran querido. Las elecciones nunca se celebraron. Y muy pronto los comunistas se pusieron a apoderarse del Sur del modo que mejor sabían, por la fuerza. La resistencia que a eso opusieron los estadounidenses fue lo que se conoce como la Guerra del Vietnam, la única que han perdido en su historia y que les costó 50.000 vidas. Ya veremos cómo.

 

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