Quizá fue un gran error, porque la intervención norteamericana supuso la intención de evitar, como en Corea, el efecto dominó y, tuvieran o no los soviéticos la intención inmediata (de la mediata no cabe duda) de apoderarse del mundo, está hoy claro que poco tuvieron que ver con que la Guerra Fría se calentara en Indochina. Pero quizá fue un gran acierto porque Vietnam sirvió para que el frente de la Guerra Fría, situado en sus inicios a lo largo de la dividida Alemania, se trasladara al Sudeste Asiático, donde mucho más difícilmente podría degenerar en un enfrentamiento abierto entre las dos superpotencias.
Indochina, colonia francesa
La Guerra del Vietnam se llamó en sus inicios Guerra de Indochina, cuando todavía no estaban involucrados ni los soviéticos ni los norteamericanos, sino los franceses y los propios vietnamitas. Francia llegó a la península en la segunda mitad del siglo XIX y la convirtió en una de sus más importantes colonias debido a sus amplios recursos naturales, muy especialmente el caucho, pero también el estaño y el tungsteno. Los franceses dividieron su colonia en cinco provincias: Camboya, Laos y las tres que forman el actual Vietnam: Tonkín –norte–, Annam –centro– y la Cochinchina –sur–.
Al finalizar la Primera Guerra Mundial, un joven nacionalista nacido en el norte, que había viajado por todo el mundo como cocinero de un carguero francés y que se había establecido finalmente en París, envió a la Conferencia de Paz una petición de independencia para su patria sobre la base del derecho de autodeterminación que el presidente norteamericano Woodrow Wilson había proclamado en sus famosos Catorce Puntos. No le hicieron caso porque allí se decidió que el derecho de autodeterminación sólo era para blancos. Su decepción le llevó a hacerse militante del Partido Comunista Francés. Volvió a Vietnam y allí fundó en 1930 el Partido Comunista Indochino. Luego, en 1941, fundo el Vietminh (liga para la independencia de Vietnam), una organización dirigida por el Partido Comunista que tenía por finalidad poner el acento en el aspecto nacionalista del movimiento y en un segundo plano su carácter marxista-leninista.
La lucha que los vietnamitas empezaron a librar contra los franceses no era en absoluto nueva para ellos, que habían derrotado y expulsado en los veinte siglos anteriores y en sucesivas ocasiones a los chinos y a los mongoles.
La derrota de Francia a manos de Hitler pareció dar una oportunidad a los vietnamitas, pero el estallido de la guerra lo que hizo fue permitir la llegada de unos imperialistas aun más crueles, los japoneses. Éstos, sin embargo, animados por sus aliados alemanes, dejaron que los franceses allí destinados, ahora fieles a Vichy, continuaran ejerciendo el poder en calidad de marionetas de Tokio, como los de la Francia no ocupada lo eran de Berlín.
Los Estados Unidos
Los norteamericanos se ocuparon pronto de Indochina. Las ideas de Roosevelt al respecto se correspondían con sus opiniones acerca de los imperios coloniales y su disposición a que desaparecieran tras la guerra. Siendo como eran los Estados Unidos de América una potencia que en origen había sido una colonia británica que había logrado independizarse, era lógico que se mostraran partidarios de la descolonización.
El idealismo anticolonialista norteamericano chocó muy pronto con los británicos, que no estaban dispuestos a librar una guerra y ganarla para luego ser obligados a dar la independencia a sus colonias, a pesar de que a la postre eso es lo que terminaron por hacer. Roosevelt, por otra parte, aunque anticolonialista, no dejaba de tener inclinaciones racistas, como era frecuente en su época, y consideraba a los vietnamitas un pueblo atrasado incapaz de gobernarse a sí mismo. Lo que le tenía reservado era una especie de mandato internacional que los gobernase hasta que hubieran madurado lo suficiente. Sin embargo, Gran Bretaña insistió en su voluntad de conservar su imperio y, por pura coherencia y por tener un aliado en esto, en que lo conservara Francia. Los norteamericanos, en aras de la Realpolitik, cedieron y en Yalta, en febrero de 1945, aunque fue aceptado el plan de un mandato para Indochina, Roosevelt admitió que sólo fuera puesto en práctica si la potencia colonial, o sea, Francia, lo consentía.
Sin embargo, los norteamericanos, a través del OSS, el antecedente de la CIA, estuvieron ayudando a los vietnamitas, enviándoles armas para que lucharan contra los japoneses, obvios enemigos de los norteamericanos, y contra los franceses, que también eran enemigos, pues eran leales a Vichy. Por eso, no puede extrañar que, cuando los japoneses fueron derrotados y Ho Chi Minh declaró la independencia de su país, el 2 de septiembre de 1945, aviones norteamericanos volaran sobre Hanoi para unirse a las celebraciones.
No obstante, al sur del paralelo 16 fueron los británicos los encargados de aceptar la rendición japonesa y desarmar a sus soldados. Cuando los ingleses llegaron a Indochina con ese fin, entregaron el poder a los franceses supuestamente recién derrotados, rápidamente reconvertidos en fieles de De Gaulle. Una reconversión que éste aceptó con tal de garantizarse conservar para Francia la colonia y evitar dar tiempo a que los norteamericanos intervinieran en favor de los vietnamitas.
Abandonado por los norteamericanos y completamente aislado, sin apoyos internacionales, Ho Chi Minh intentó llegar a un acuerdo con los franceses. El 6 de marzo de 1946 firmó un acuerdo en Hanoi con Jean Sainteny, enviado por París. Allí se pactó el nacimiento de la Federación Indochina, integrada por Camboya, Laos y la República Democrática de Vietnam, que incluía Tonkín y Annam. La Federación, con capacidad de autogobierno, estaría integrada en el Imperio francés, más tarde llamado Unión Francesa para soslayar las connotaciones coloniales. Además, Sainteny prometió que en Cochinchina se celebrarían elecciones para decidir si la provincia seguía directamente bajo autoridad francesa o se integraba en el nuevo Estado.
El acuerdo no resultó y varias revueltas estallaron en Haipong. Al final, para sofocar la revuelta, el ejército francés envió un regimiento a la ciudad, que, al tiempo, fue bombardeada desde el mar por un crucero tricolor. Seis mil vietnamitas perdieron la vida. La guerra fue inevitable.
La Guerra de Indochina
Así pues, había un movimiento nacionalista vietnamita que se oponía a la colonización francesa y que controlaba el campo y las aldeas, especialmente en el norte. Y estaban los franceses, que habían recuperado formalmente su colonia pero que la controlaban muy relativamente, ya que sólo estaban seguros en las grandes ciudades y sus alrededores, especialmente en el sur. Eran unos franceses odiados, pues eran las mismas personas que habían ejercido el poder en nombre de los japoneses.
Ho Chi Minh trató de atraer hacia su movimiento el apoyo de los norteamericanos ofreciéndoles toda clase de privilegios comerciales si le ayudaban a librarse de los franceses. En Washington había cierta inclinación a hacerlo porque temían que la guerra impidiera el acceso a las importantes materias primas que el territorio producía y porque no creían que los franceses fueran realmente capaces de derrotar al Vietminh. Sin embargo, al final se impuso la necesidad de evitar que en Francia triunfaran los comunistas, cosa a la que podía ayudar el que fuera derrotada en Indochina. También ayudó el saber de los constantes contactos que Ho había mantenido con Moscú, a pesar de que no se halló ninguna prueba de que el Vietminh estuviera recibiendo ayuda del Kremlin.
Así que, a partir de 1947, tras la proclamación de su Doctrina y la puesta en marcha del Plan Marshall, Truman decidió ayudar indirectamente a Francia a combatir al Vietminh transportando tropas, vendiéndoles armas y con el dinero del Plan Marshall, pues permitió a París derivar sus propios fondos hacia la guerra. No sólo eso, sino que en mayo de 1950 Truman llegó a entregar directamente a París 15 millones de dólares para financiar el esfuerzo de guerra.
A partir de 1949 entró en liza un nuevo actor, la China comunista de Mao, que acababa de hacer triunfar la revolución en su país. Ho, aislado internacionalmente, pidió ayuda a Pekín. Mao estuvo entusiasmado de prestarla porque le permitió presentarse como el adalid del nuevo sentimiento revolucionario en la región y porque un triunfo comunista en Vietnam le aseguraría su frontera sur frente a una posible intervención occidental contra su recién nacida revolución. Así fue como vietnamitas y chinos, enemigos seculares, se convirtieron en unos no siempre fáciles aliados.
La escalada en Europa con el Bloqueo de Berlín, el estallido de la Guerra de Corea y en definitiva la agudización del enfrentamiento con los comunistas a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta transformaron la posición norteamericana en relación a la guerra. Washington pasó de una benévola neutralidad hacia Francia a un apoyo y respaldo inequívocos. Hacia 1950, a los ojos de los norteamericanos, Francia ya no estaba librando una vieja guerra colonial que parecía destinada a perder, sino que se estaba enfrentando en un rincón del mundo al desafío universal de los comunistas y era esencial ayudarles a vencer.
Bao Dai
Para lograr la victoria, el 8 de marzo de 1949 los franceses recurrieron al expediente de reconocer formalmente, que no de facto, la independencia de Vietnam para luego integrar el país en la Unión Francesa. La Cochinchina votó unirse a Tonkín y a Annam para formar el nuevo Estado, a cuyo frente pusieron al emperador Bao Dai, quien gobernaba el país a la llegada de los japoneses.
Ho Chi Minh contestó proclamando, el 15 de enero de 1950 y desde su escondite, la República Democrática de Vietnam, que fue inmediatamente reconocida por Moscú y Pekín, lo que lastró inmediatamente la eficacia del invento francés encabezado por el títere Bao Dai.
El Vietminh, con la ayuda china, pudo mantener en jaque a los franceses a los que recluyó en las ciudades mientras los rebeldes se adueñaron del campo y las aldeas, a la vez que los norteamericanos se fueron implicando más y más del modo que tan bien describió Graham Green en El americano impasible.
La guerra, sin embargo, parecía que nunca iba a terminar en un constante juego del gato y del ratón donde normalmente, pero no siempre, los franceses hacían de gato y los guerrilleros del Vietminh, de ratones. La desesperación del alto mando provocada por el hecho de ser imposible enfrentarse al ejército enemigo abiertamente en una batalla campal donde la superioridad material y táctica francesa pudiera imponerse les condujo a elaborar un plan suicida. Su autor fue el general Henri Navarre, comandante en jefe de las fuerzas francesas en Indochina, a quien en el otoño de 1953 se le ocurrió una idea para derrotar de una vez por todas al Vietminh.
El plan consistió en levantar una guarnición en el Norte, en las montañas, en un lugar alejado de las ciudades, en pleno territorio del Vietminh. La guarnición atraería al enemigo que se sentiría tentado de atacar con todas sus fuerzas. Entonces, los franceses, con su superioridad, tendrían ocasión de derrotarlo para siempre. El lugar finalmente elegido fue un valle donde se encontraba un pequeña aldea que se hizo mundialmente famosa desde entonces, Dien Bien Phu. Lo que allí ocurrió queda para otro día.
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