Argentina ha tenido una de las Constituciones más longevas del continente americano, la de 1853; aunque también es cierto que estuvo suspendida durante muchos años debido a las dictaduras militares que han gobernado el país.
Una de sus características es que establecía mandatos de seis años para los presidentes, que eran electos mediante un colegio, como en Estados Unidos; otra, la principal, es que prohibía la reelección consecutiva. El presidente que desease presentarse a un nuevo mandato debería hacerlo como ex, no desde la comodidad de la mesa presidencial.
Cuando aparece el movimiento peronista, en los años 40 del siglo XX, y su fundador accede al poder, en las elecciones de 1946, con más del 50% de los votos, uno de sus fines, si no el principal, es la derogación de la Constitución para permitir la reelección permanente del líder supremo.
Un conductor de por vida
La fórmula Juan Perón para la presidencia y Hortensio Juan Quijano para la vicepresidencia venció en todas las provincias salvo en Corrientes; en las elecciones legislativas los candidatos peronistas obtuvieron la mayoría. El 8 de septiembre de 1948, a instancias de Eva Duarte, esposa de Perón, se aprobó el voto femenino. Y antes de que acabase el año, el 5 de diciembre, se celebraron elecciones para la Convención Constituyente, en las que hubo una mayoría peronista. La nueva Constitución, que introducía los derechos sociales, suprimía de la anterior el límite a la reelección presidencial.
Uno de los mayores oponentes a la reelección ilimitada fue el dirigente de la Unión Cívica Radical Moisés Lebenshon, miembro de la Convención. En ésta pronunció un discurso en el que dijo:
No puede consolidarse [el régimen] sin la permanencia indefinida del conductor que constituye el centro de las decisiones. De ahí la necesidad de la reelección presidencial. Sin continuidad del jefe no existe continuidad del sistema, y no se concibe al jefe sin la total concentración del poder.
El 11 de noviembre de 1951 se celebraron nuevas presidenciales, y la fórmula Perón-Quijano fue reelegida. Con su nacionalismo, su populismo y su antiliberalismo, el régimen peronista se convirtió en un modelo para muchos militares del continente.
Rómulo Betancourt, quien fuera presidente de Venezuela, escribió en su libro Venezuela. Política y petróleo que en esos años "la religión de las espadas había encontrado su profeta en el megalómano rioplatense", y que en "la propia Meca de la cruzada militarista americana" recibió consejos el cabecilla de los golpistas venezolanos en 1948, el coronel Marcos Pérez Jiménez, que controló el Gobierno hasta 1958.
El derrocamiento de Perón
En 1955, antes de la conclusión de su segundo sexenio, un golpe de estado, la Revolución Libertadora, derrocó a Perón. El presidente de facto, general Pedro Aramburu, derogó la Constitución de 1949 y retornó a la de 1853, lo que supuso restaurar los límites temporales a la reelección. El Partido Justicialista quedó prohibido durante dieciocho años.
En 1973 otra junta, presidida por el general Alejandro Lanusse, permitió por fin elecciones presidenciales libres. Por los peronistas se presentó Héctor Cámpora, quien ganó fácilmente... y dimitió a los 49 días para que se celebrasen otras nuevas, en las que participase Perón. Éste regresó de España y se presentó, llevando como candidata a la vicepresidencia a su tercera esposa: Isabel Estela Martínez. Perón falleció en julio de 1974 y le sucedió su mujer, que no llegó a concluir su mandato, ya que fue derrocada por las Fuerzas Armadas en marzo de 1976.
Después de la caída de la Junta, debido a la derrota en la guerra de las Malvinas, se restauró de nuevo la Constitución de 1853 y se celebraron elecciones presidenciales. La victoria correspondió al radical Raúl Alfonsín. Éste se planteó la reforma de la Constitución, pero no puedo realizarla por la crisis económica y la agitación social alentada por los peronistas. Alfonsín tuvo que acortar su mandato en unos meses, ya elegido su sucesor, Carlos Saúl Ménem, gobernador de La Rioja, a causa de las protestas.
Diez años seguidos para Ménem... y cuatro más
Ménem no quería dejar el poder en 1995, por lo que aceptó los planes de Alfonsín. En el Pacto de Los Olivos (noviembre de 1993), Ménem cedió a algunas de las propuestas de los radicales, como un tercer senador por provincia y la introducción de la figura del jefe de gabinete como seudo primer ministro, a cambio de que ellos aprobasen la reelección consecutiva: un presidente podía obtener dos mandatos seguidos, pero luego debía dejar uno inhábil antes de volver a presentarse.
Además, en la Constitución de 1994 el mandato se acortó de cuatro a seis años; se suprimió el colegio electoral, por lo que el presidente pasó a ser elegido por voto directo de los ciudadanos, y se estableció la segunda vuelta. Ménem venció en las segundas elecciones, celebradas en 1995.
Al acercarse el final de su segundo período, Ménem comenzó a maniobrar para un tercero consecutivo. Sus partidarios recurrieron a dos teorías. La primera sostenía que la Constitución de 1994 discriminaba a Ménem frente al resto de los argentinos, porque no se le permitía presentarse a un nuevo mandato. La segunda, que al estar vigente una nueva Constitución sólo se debían de aplicar las reglas de ésta, por lo que el mandato anterior tenía que considerarse como inexistente. Tanto el Parlamento como los tribunales rechazaron estos argumentos.
Una vez transcurrido el período inhábil, Ménem volvió a intentarlo y se presentó a las elecciones de 2003, en las que quedó primero, con un 24% de los votos válidos, seguido del también peronista Néstor Kirchner, con un 22%. No hubo segunda vuelta porque Ménem intuyó el desastre que sufriría y renunció. Kirchner fue proclamado presidente con menos de la cuarta parte de los votos.
Un matrimonio que lo comparte todo
La última maniobra para esquivar el límite impuesto por la Constitución de 1994 fue el plan de alternancia del matrimonio Kirchner-Fernández: un mandato para Néstor y el siguiente para Cristina. Y así podían haberse turnado durante veinte años. Sin embargo, la Providencia lo desbarató: en octubre de 2010, un año antes de las elecciones, Kirchner falleció de muerte natural. Se convirtió en la Evita del neo-peronismo que él y su círculo querían elaborar y, también, despejó el camino a su esposa para obtener un segundo mandato consecutivo.
¿Quién puede competir con una viuda llorosa y vestida de luto durante un año, por no hablar de los subsidios que reparte y del crecimiento económico que vive el país desde hace unos años, debido a la demanda de soja por parte de China?
En octubre de 2011 Cristina Fernández obtuvo el 54% de los votos válidos: superaba el porcentaje de Alfonsín de 1983 y sólo quedaba por debajo del de Perón en 1973 y 1952, por encima del 60.
Pero dentro de cuatro años Fernández deberá abandonar la Casa Rosada y esperar un mandato con otro presidente para presentarse nuevamente a las elecciones. Pocos han sido los presidentes hispanoamericanos que han regresado después de salir del palacio de gobierno. Por eso Hugo Chávez ha establecido la reelección ilimitada.
Los ultrakirchneristas hablan ya de reformar la Constitución. Además, los dos hijos, Máximo y Florencia, se han metido en el activismo político. En esta ocasión, después de Perón y Ménem, la familia Kirchner está cerca de fundar una verdadera dinastía republicana, a la manera de los Somoza nicaragüenses y los Castro cubanos.
Dos tercios de los argentinos votan a peronistas
Pese a todo lo malo que se puede decir sobre los peronistas, hay varios hechos incontrovertibles:
– Es el partido que más tiempo ha estado proscrito desde la década infame (1930-1943).
– El presidente argentino que más elecciones ha ganado es el fundador del peronismo, Juan Perón, en 1946, 1952 y 1973.
– El presidente argentino que más tiempo ha gobernado de manera ininterrumpida es el peronista Carlos Saúl Ménem: 1989-1999.
– Desde 1983, los únicos dos presidentes no peronistas que ha habido, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, renunciaron antes de concluir sus mandatos.
– En las elecciones de 2011, los tres candidatos peronistas sumaron el 68% de los votos válidos.
De todo lo anterior, la conclusión es que la mayoría de los argentinos se reconoce en el peronismo, sea lo que sea éste. Ahora bien, ¿aprobarán los argentinos una reforma constitucional para que Cristina Fernández se convierta en una reina viuda?