El mismo Hoover expuso su querencia intervencionista en 1929: "Ninguno de mis predecesores ha considerado que el Estado debe asumir responsabilidades en este tipo de casos (...) tendremos que ser pioneros en este campo". Eso dijo, sí, y actuó en consecuencia. Su primera reacción fue mantener artificialmente altos los salarios, prometiendo a cambio a los líderes empresariales que el Gobierno intercedería para que los sindicatos no hicieran huelgas. Como explicó Lionel Robbins en The Great Depression, esta medida contribuyó decisivamente a aumentar el desempleo. Paralelamente, promovió leyes sindicales que habrían de convertirse en iconos de la legislación laboral en EEUU, en especial la Davis-Bacon (1931) y la Norris-Laguardia (1932).
En 1929 promulgó la proteccionista ley Smoot-Hawley, que aplicaba aranceles de un promedio del 59% a más de 25.000 productos importados. Esta medida trajo como consecuencia represalias de más de sesenta países, que acometieron políticas similares, lo cual se tradujo en una caída del comercio mundial del 66% en los tres años siguientes. Solo las exportaciones de EEUU al resto del mundo cayeron desde los 5.500 millones de dólares de 1929 a los 1.700 millones de 1932, lo que no hizo sino agravar el problema del desempleo.
Hoover utilizó el gasto público indiscriminadamente para estimular la economía, lo que le llevó a acumular déficits fiscales históricos. Si en 1929 había superávit fiscal, fruto de la gestión de la Administración Coolidge, en 1931 el déficit alcanzaba los 2.200 millones de dólares, el más alto jamás registrado en la historia norteamericana en tiempos de paz. Consecuentemente, la proporción del PIB consumida por el Estado pasó del 16,4% en 1930 al 21,5% en 1931, subida sin precedentes en la historia norteamericana.
En lugar de recortar gastos para equilibrar el presupuesto, Hoover decidió subir los impuestos. El de la renta pasó de entre el 1,5 y el 5% hasta el 4-8%, y el que gravaba la actividad económica trepó del 12 al 14%. Por lo que hace a los impuestos sobre bienes raíces y donaciones, se dispararon del 16 al 33% (tasa máxima). A resultas de todo ello, a finales de la Administración Hoover (1932) la carga tributaria que había de soportar la economía había alcanzado la cifra récord del 21,1% del ingreso nacional, cuando en 1929 era de sólo el 11,1.
En el ámbito de la agricultura, Hoover apostó por la estabilización artificial de los precios. En 1929 creó la Federal Farm Board (FFB), que contó con 500 millones de presupuesto. Después del crack, la FFB prestó 150 millones a sembradores de trigo para evitar la caída de los precios. De lo que se trataba era de mantener grandes cantidades del cereal fuera del mercado. El plan fue, de todas formas, un completo fracaso. Por lo que hace a la Reconstruction Finance Corporation (RFC), fue provista con 500 millones de capital para el rescate de bancos, empresas ferroviarias y compañías agrícolas en problemas.
En lugar de un campeón del laissez-faire, Hoover debe ser considerado un ejemplo de intervencionista desatado y el verdadero padre del New Deal, como de hecho hiciera Rexford Tugwell, secretario de Agricultura de Franklin Roosevelt:
Entonces no lo admitimos, pero prácticamente todo el New Deal fue tomado de programas puestos en marcha por Hoover.
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AXEL KAISER, investigador del Instituto Democracia y Mercado (Chile).