Era el año 1968, y su propósito declarado consistía en fabricar chips de memoria en lugar de emplear los núcleos de ferrita en ese tiempo habituales. La idea resultaba absurda: los circuitos integrados no eran por entonces mejores, en términos de fiabilidad y capacidad, que sus predecesores. Pero ahí entraba la ley de Moore. Estaban seguros de que en muy poco tiempo tendrían razón. Total, que en 1969 lanzaron el circuito de memoria Intel 1103, de un mísero kilobyte de capacidad... pero que tuvo su éxito y todo. No habían tardado demasiado, la verdad.
Siendo como eran una empresa pequeña, no podían permitirse el lujo de rechazar encargos potencialmente lucrativos, aunque se alejaran del objetivo que se habían marcado. Así que recibieron a los japoneses del fabricante de calculadoras Busicom, que les pidieron que diseñaran los chips necesarios para hacer funcionar una docena de nuevos modelos de calculadora que querían sacar al mercado. Estudiando el tema, llegaron a la conclusión de que nunca recuperarían el coste de diseñar unos procesadores tan específicos. Pero ¿rechazar a un cliente? ¡Jamás!
Ted Hoff, el ingeniero encargado del proyecto, pensó que sería mejor optar por un diseño mucho más general. En lugar de hacer la docena de chips que les habían encargado, podían hacer uno de propósito general y guardar las especificaciones de cada una de las calculadoras en un programa aparte. De este modo, cada aparato tendría sólo tres chips: el procesador, la memoria para almacenar los datos y los resultados de los cálculos y el que albergaba el programa. Todos serían circuitos que podrían reutilizarse.
Hoff fue el encargado de diseñar la arquitectura general del chip, con la ayuda de Stan Mazor, pero pronto empezó a dedicarse a otros proyectos, así que el principal responsable de la difícil tarea de trasladar al silicio las ideas de sus compañeros fue Federico Faggin, con algo de ayuda de Masatoshi Shuma, de una Busicom con la mosca detrás de la oreja. Juntos crearon el Intel 4004, el primer microprocesador o, como lo llamaría Intel más tarde en sus folletos publicitarios, el primer "ordenador en un chip".
Ese eslogan, aunque algo exagerado, no estaba demasiado lejos de la realidad. El Intel 4004 tenía unos 2.300 transistores –un poco por debajo de las 3.000 válvulas del primer Univac– y sólo 4 bits, porque estaba pensado para calculadoras y le bastaba eso para trabajar con números decimales. Los de ahora andan por los 64 bits y unos pocos 1.200 millones de transistores.
El problema es que nuestros hombres concluyeron el encargo en la primavera del año 1971, y para entonces ya estaba desatada la guerra de las calculadoras. Busicom tenía problemas para sobrevivir, y de hecho acabaría echando el cierre; en aquel momento lo que hizo fue pedir a Intel una rebaja en el precio. La empresa de Noyce y Moore accedió, a cambio de poder vender su microprocesador a otras compañías. Ahora sabemos que aquel acuerdo dio comienzo a un negocio multimillonario, pero entonces no estaba muy clara la cosa. De hecho, Noyce creía que el negocio seguía estando en las memorias, porque por cada ordenador se podía vender un solo microprocesador, pero muchos chips de memoria.
Como dándole la razón, el 4004 no tuvo demasiado éxito, entre otras cosas porque su arquitectura de 4 bits lo limitaba a productos como calculadoras o cajas registradoras. Pero puso a Intel a trabajar. En 1972 lanzaron el 8008, que era como su antecesor pero con 8 bits. Fue fruto de un encargo de Computer Terminal Corporation para uno de sus terminales Datapoint, fabricados para conectarlos a los enormes ordenadores de entonces. También diseñado por Faggin, el conjunto de instrucciones que aceptaba fue creado por los muchachos de CTC. Ese conjunto de instrucciones fue llevado, con algunos cambios, de microprocesador en microprocesador, hasta el 8088, que fue incluido en el primer PC, y de ahí al 80286, al 80386, al 80486, al Pentium, al Pentium Pro, al Pentium III, al Pentium IV, al Core, al Core 2 y a los Core i3, i5 e i7, que son los que empleamos hoy en día.
Al igual que sucediera con Busicom, CTC renunció a la exclusividad a cambio de ahorrarse unos dólares, y el 8008 fue empleado como controlador en muchos aparatos y en sistemas de procesamiento de texto. Pero fue el 8080 el primero que tuvo la calidad suficiente como para ser empleado como corazón de un ordenador. Y vaya si lo fue: el primer ordenador personal, el Altair 8800, usaba precisamente ese chip.
El trabajo de Intel fue seguido de cerca por muchos otros, porque la idea del microprocesador estaba en el ambiente y habían jugado con ella empresas como Texas Instruments o Motorola. Pese a los augurios de Noyce, resultó ser un mercado mucho más lucrativo que las memorias, porque éstas eran mucho más fácilmente intercambiables entre fabricantes, mientras que los microprocesadores permitían atar a los usuarios a tu compañía, ya que un programa creado para un tipo de microprocesador no puede funcionar directamente para otro. De ahí que un juego de instrucciones creado para un modelo de terminal por CTC, ahora llamado Datapoint, siga funcionando en nuestros ordenadores personales. La compatibilidad, ese arma tan poderosa...
Una vez el mundo se dio cuenta de la importancia de lo que habían hecho en Intel, tanto a Hoff como, en menor medida, a Razor se les honró como es debido. Pero al pobre Faggin lo ocultaron debajo de la alfombra, pese a ser el principal responsable de la creación del microprocesador. Eso le pasa por irse de Intel y encima fundar un competidor. Su empresa se llamó Zilog y su producto estrella, el Z80, fue el corazón de muchos ordenadores personales de los 80, como el ZX Spectrum. Y qué decir del pobre Shima, que también cometió la felonía de irse a Zilog y encima era japonés...
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